MORAR EN EL DESTIEMPO

Written by Libre Online

8 de noviembre de 2022

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

CRONOS Y YO

Tiene que haber un otro,

Un destiempo, digamos,

Un contratiempo, un anti-tiempo,

¡Cartílago de vida sin luctuosos 

Instantes denigrantes de la muerte!

Iván Pórtela.

Y regresé. Por espacio de varios días volví al mismo paraje y siempre bajo el mismo árbol. Y Salam, de manera invariable, siempre aparecía para estar junto a mí. Al principio, como en nuestro primer encuentro, se comportaba afable y por mediación del contacto con su cuerno continuaba, de forma acelerada, educándome. Mientras más aprendía más miserable y sucia me sentía. Era yo pieza esencial del plan para capturarle, despojarlo del cuerno y tal vez asesinarle. A pesar de los cuestionamientos que interiormente me desgarraban, seguía colaborando. Entonces, llegó la ocasión en que Salam depuso las dudas. Lo supe porque ese atardecer se sentó en sus cuartos traseros y me miró con fijeza; recogió, bajo el cuerpo, las patas delanteras y cerrando los ojos descansó su cabeza en mi regazo. Y él, con respiración pausada, durmió hasta que los rayos del Sol se encaramaron en lo alto de los árboles del bosque.

Cuando regresé al castillo y narré, a medias, lo sucedido el amo se alegró y empezó a disponer los preparativos para capturarlo. Es muy pronto para atraparle. Aún no duerme del todo y podría olfatear o presentir la cercananía de  extraños, argumenté, tratando de buscar una solución alternativa. ¿Qué tiempo más necesitas?, el amo me interpeló. Dos encuentros más, respondí temerosa. En la tercera cita actuaremos, el señor y amo del castillo dijo con voz inapelable.

Al día siguiente, de camino al claro del bosque, Salam brotó, súbito y cauto, de la maleza que flanqueaba el sendero y me invitó a que lo montara. A trote corto y alegre consumió la distancia que nos separaba del paraje. Ya, bajo la sombra del árbol me contó historias de reinos y seres fabulosos. Al rato guardó silencio; lanzó un suspiro largo y se dejó caer junto a mí. Como la vez anterior, apoyó su cabeza en mi regazo. La respiración se hizo pausada y pensé que había sucumbido a un sueño profundo. El silencio del bosque y ver al unicornio legendario rendido de confianza a mis pies avivó, en lo interno, el sentimiento de culpa que me atenazaba. ¡No!, no podía, no debía traicionar la amistad y devoción que Salam estaba depositando en mí. ¿Pero qué hacer…? ¿Cómo yo, sierva ignorante iba a desobedecer las órdenes y deseos del amo? Lágrimas silenciosas rodaron por mis mejillas y fijé la visión nebulosa en un pedazo de cielo azul que se agarraba a la copa de un árbol. Contrita acaricié el cuerno de Salam y su mensaje saltó a mí cerebro: Virginia, no te atormentes por los hechos de engaño y traición que conozco; se han planeado y repetido a lo largo de la fantasía humana que llaman tiempo. Levantó la cabeza y me miró comprensivo. ¿Qué hacer…?, clamé y la emoción habló en un sollozo. Te ofrezco dos posibilidades. Una, regresar al castillo y decir que en medio del encuentro de hoy, de manera inexplicable para ti, desconfié y me alejé. ¿Y si el amo preguntara por qué no trataste de matarme?, lo interrumpí. Un unicornio, aunque se sepa burlado, no agrede a una virgen, y eso lo sabe la hechicera del castillo. ¿Cuál es la segunda opción?, me adelanté. Que engatuses al señor del castillo, a tu prometido servil y demás miserable. Regresa y di que todo está listo para que mañana me atrapen. ¿Dejarás qué te sometan…? No, lo que deseo es que escapes conmigo. ¡Escapar contigo! ¿A dónde…? A un sitio en el que no existe la deslealtad ni el embuste. Temo a lo desconocido, balbucí. En ese caso, regresa; doblégate al derecho de pernada y sigue en el vasallaje. ¡Eso no lo quiero!, salté airada. Entonces, acompáñame y te mostraré una dimensión infinita. Y aunque no entendí lo que decía acepté. ¡Vamos!, marchemos ya. ¿Por qué aguardar a la celada?, cuestioné. Porque tiene que ser como siempre ha sido y fue en el devenir humano. Lo interrogué con la mirada y Salam aclaró. Para la cita siguiente, oculto bajo tus ropas, traerás un puñal con el que desgarrarás la malla que  lanzarán para atraparme. ¿Y sí cambio de parecer; no traigo el puñal y te entrego? No será la primera ni la última vez que eso suceda pero, para que la leyenda perdure y convierta el desconocimiento en sabiduría cósmica, hay que confiar y seguir el giro de la rueda que omite la estrechez del tiempo. No quiero que lastimes a nadie, por último le pedí. Nunca lo he hecho. Las historias que corren, sobre mi agresividad, no pasan de ser mitos de cobardes, afirmó categórico. 

(Continuará la semana próxima)

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