MORAR EN EL DESTIEMPO

Written by Libre Online

1 de noviembre de 2022

Por J. A. Albertini,  especial para LIBRE

CRONOS Y YO

Tiene que haber un otro,

Un destiempo, digamos,

Un contratiempo, un anti-tiempo,

¡Cartílago de vida sin luctuosos 

Instantes denigrantes de la muerte!

Iván Pórtela.

No fue mi intención molestar. Por lo que has dicho, y estoy experimentando, pensé que este valle no albergaba instintos, sentimientos o pasiones, Arturo se disculpó. Salam y yo venimos de muy lejos; tan lejos como las constelaciones y eso nos vincula, sobre todo a él, con sucesos y fuerzas del origen. En ocasiones, su naturaleza eterna desconfía de  actos que pertenecen a los niveles del hombre- tiempo, donde fue engañado y maltratado; sin omitir un plan para asesinarle con el solo propósito de adueñarse  de su cuerno sabio y vigorizante.

En alguna etapa, de mi existencia temporal, escuché sobre la leyenda del unicornio, pero por ser una fábula poco creíble no le di crédito, Arturo reconoció. Lo que los seres mortales y racionales llaman leyenda es alimento de eternidad, Virginia aportó. Luego, con simpatía, palpó el cuerno del unicornio y habló. Tal vez lo sepas, o conozcas parte de la historia. El señor y amo del castillo, cuando supo que era doncella y estaba a punto de unirme en matrimonio con uno de sus siervos, pensó ejercer el derecho de pernada, pero por entonces le llegaron rumores, luego confirmados, que un unicornio, muy escurridizo, solía alimentarse en sus pastizales. El amo era un anciano que añoraba la juventud fugada y por boca de otros sabía de los poderes curativos y restauradores que el cuerno del unicornio posee. Y como había escuchado que los unicornios, ante la presencia de una mujer agraciada, joven y virgen suelen ser dóciles e incautos, al novio y a mí, nos aseguró que si me prestaba a engañar al unicornio para que fuese capturado no reclamaría, para su disfrute, la noche de bodas. Accedí porque amaba a mi prometido y el físico del amo era repelente. Además, como éramos siervos con concesión o sin ella teníamos que obedecer.

Fui bañada; rociada con fragancia exquisita y vestida como si fuese una princesa. Después, quien me desposaría y un grupo de guardias, fieles al amo, me llevaron a lo profundo del bosque y me dejaron  junto a un árbol de tronco robusto y centenario. El amo me había dicho que los unicornios eran muy recelosos y que en tanto no me ganase su confianza nadie, que no fuese yo, debía estar cerca, pues si el animal intuía que se le tendía una trampa me mataría con su cuerno y desaparecería, para siempre de la región. Cuando quedé sola era mediodía. Siguiendo las instrucciones de la adivinadora del castillo, a media voz, entoné una canción recién aprendida y que la vieja hechicera me había dicho era la adecuada para atraer a la bestia. A ratos cantaba, hacía silencio o me aburría. El Sol decaía. Cansada cerré los ojos y por unos instantes dormité. Al calor de una respiración que recorría mi rostro, alarmada, abrí los ojos. Allí, a centímetros estaba su cabeza roja de ojos azules y profundos que me miraban con intensidad desconocida. Olfateó mi pelo, cuello y ropas. Me habían dicho que por mi olor él sabría si yo era o no casta. De no serlo, con el cuerno, me hubiese atravesado la garganta o el corazón. Pero no estaba preocupada. Era y soy virgen. En algún momento, con la punta del cuerno tocó mis sentidos. Experimenté un estremecimiento agradable y sentí que le hablaba a mi ser profundo. Ese ser  desconocido y sabio que estaba, siempre estuvo, más allá de la sierva que yo era. ¿Se comunicó con palabras?, Arturo precisó. No tiene ese impedimento, ella apuntó, se relaciona por medio de la mitología cósmica que es destiempo constante y no necesita de lenguaje articulado. Lo que restaba, Virginia retomó el relato, de claridad solar se escurrió con velocidad de sueño. Estaba, sin motivo aparente, plena de felicidad desconocida. La noche entró al bosque y no sufrí temor alguno. Fue él, Salam, quien me hizo notar lo tarde que era. Regresa a los tuyos y cuando el Sol vuelva al bosque espero verte de nuevo en este mismo lugar y bajo el mismo árbol, me dijo con llaneza, exenta de imposición. Después, hincó las patas delanteras y con naturalidad, por el lado izquierdo, subí a su lomo. Me aguanté a la crin abundante y a trote corto, por atajos enrevesados y de poco tránsito aldeano, sin que mi cuerpo resultase golpeado por rama alguna, atravesó la  vegetación hostil y solo se detuvo cuando divisamos el puente levadizo del castillo. Me lancé a tierra y en el instante de la despedida palpé, en el nacimiento del cuerno, las espirales ásperas que acumulan su sabiduría. Estaré aguardando, recordó y sigiloso se dejó tragar por la floresta negra.

 En el comedor del castillo, exaltado, me esperaba el amo. Le acompañaban la hechicera, mi prometido y los guardias implicados en el complot. ¿Has estado con el unicornio? Respondí afirmativamente y me lanzó otra pregunta. ¿Por qué has tardado tanto? Así lo quiso él; es muy receloso y no resulta fácil ganar su estima. ¿Cuándo podremos capturarlo?, el amo precisó. Primero tengo que lograr  confianza plena. Está muy atento a los movimientos visibles e invisibles del bosque. ¿Y cómo sabrás que has ganado su voluntad? Según la leyenda que ella me contó, y miré a los ojos de la vieja bruja, eso sucederá en el momento que se siente a mi lado; apoye su cabeza en mi regazo y quede dormido. El amo, expectante, buscó la aprobación de la bruja. Ella está en lo cierto; así tendrá que ser, la vieja afirmó. Entonces, el amo, mirándome fijamente, dispuso: A partir de mañana, y todos los días que sean necesarios, regresarás al bosque.

(Continuará la semana próxima)

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