MÍSTICA Y PODER, LA JERGA CUBANA EN LAS NACIONES UNIDAS

19 de septiembre de 2023

El llamado Debate General anual, la semana de alto nivel o como quiera llamársele va a comenzar en la sede neoyorquina de Naciones Unidas cuando estas líneas escribo. Como mañana me voy por unos días a Madrid seguiré los acontecimientos como pueda y desde allá. Lo cierto es que da la impresión que la relevancia doméstica otorgada a esa misa internacional es inversamente proporcional en lo doméstico al nivel de democracia y de libertad existente en cada país.  Aquí en Francia no he visto ni una línea en la prensa. La ciudadanía está a años luz de la verborrea que pretende definir los objetivos del organismo tal esfuerzo “para hacer frente a las sucesivas crisis actuales y llevar a la humanidad por un nuevo camino …”. Bellas palabras. Los hacedores de opinión están girados hacia las catástrofes de la semana pasada en Marruecos y en Túnez; al enfrentamiento de 11 mil africanos que cayeron como por encanto en la costa de la isla italiana de Lampedusa; y a la poca monta de la contraofensiva ucraniana en su guerra defensiva ante la agresión rusa. 

Mientras tanto y una vez más el inefable puesto a dedo cubano ostenta la representación cubana. Es como si creyera que es quien manda en la isla. Ha estado moviéndose incesantemente, de continente a continente, desde que comenzó el año 2023. No me sorprendería que igual que lo hizo en su visita anterior a la Gran Manzana – rodeado de un coro risueño de guardaespaldas, de “diplomáticos” y de funcionarios cubanos de su séquito – termine su estancia bailando salsa y tocando tumbadora antes de regresar para ir a reportar ante su amo Raúl profiriendo una sumisa “misión cumplida, Mi General”.  Hace una semana estaba oficiando como anfitrión de una “cumbre” a la que vinieron por docenas los más variopintos jerifes procedentes del Tercer y del Cuarto Mundo. Ha dicho que consiguieron hacer una proeza.  Manden gente que estamos ganando. Por el momento da la impresión de que con esos bueyes hay que arar, y se vio por allí en La Habana, abrazando fervorosamente al castrismo, al mismísimo António Guterres que lo recibió en Naciones Unidas. ¿Los presos que se pudren por cientos en las ergástulas cubanas? Bien gracias. Como si no existieran, lo mismo que obtienen como respuesta todos aquellos que fingiendo interés o actuando para la galería avanzan tímidas peticiones de clemencia que más bien sería reconocer que todas sus víctimas son ciudadanos inocentes.

Conseguir establecer un nexo claro entre legalidad y legitimidad en las acciones de las NN.UU. como organismo mundial es una vieja serpiente marina. Si ambos conceptos pudieran suponer una lógica de naturalidad los eventos en los que intervienen en la vida internacional y en la complejidad de los conflictos que la caracterizan demuestran todo lo contrario. Véase si no el actual enfrentamiento armado entre Rusia y Ucrania, con la primera invadiendo a la segunda, ejerciendo un desprecio total por acuerdos y tratados que rigen en un mundo supuestamente ordenado por tratados y convenciones. Desde principios de la década 1990, una vez desaparecida la URSS y el llamado campo de los países socialistas que durante la Guerra Fría habían sido factores de peso, hemos estado asistiendo a un reordenamiento global encima de un tablero en el cual se entremezclan crecimiento de la población mundial, enfrentamiento de intereses económicos irreconciliables, déficit energético, inmigración desordenada y crecimiento de la producción mundial de armamentos ofensivos de todo tipo. La agenda que estará discutiéndose junto al East River newyorkino hasta el próximo día 26, evidencia que el calendario de crisis apremia y que los dirigentes globales distan de estar a la altura necesaria para enfrentarlos. Entre los menos capacitados esta Miguel Díaz-Canel y su monotemático reclamo en cuanto al “criminal bloqueo imperialista a Cuba”.

Rusia por su parte está demostrando que, a pesar de la intensificación de los contactos y la mejoría en las relaciones internacionales entre países que son gobernados por diferentes sistemas, algunos osan asumir desafíos por prohibitivas que sean las facturas a pagar. El orden y la justicia no son necesariamente prioridades. Lo mismo en lo doméstico que en lo externo. No hay dilema entre cambios y estabilidad; entre derechos y deberes. La oscilación entre humanismo y predatoria jamás ha sido más evidente en las confrontaciones que se producen en el mundo. Desde luego que no se vislumbra para un futuro próximo una transformación profunda de las reglas que tratan de ordenar esas y otras cuestiones. Y para los que contemplamos las fotos del abrazo entre Raúl y Guterres en La Habana no hay otra que admitir que “para Cuba no es hora”. 

Históricamente los dirigentes de Naciones Unidas no se han mostrado atentos a intereses de individuos y de pueblos. Será difícil que comiencen a hacerlo a partir de esta reunión que comienza. Cuenta para ellos y ante todo las reacciones de los gobiernos cosa que en estos momentos quiere decir las de los bloques de países. La India y China están emboscados. Los tiempos han cambiado y la opinión pública es cada vez más egoísta y está preocupada por asuntos que le son tan próximos como las elecciones del próximo año en Estados Unidos, coyuntura plena de interrogantes. Y los tiempos no son favorables a la emergencia de poderes neutrales, un concepto que en su tiempo construyó intelectualmente el francés Benjamin Constant.

No es eso, prevenir la emergencia de poderes sectarios, el credo que parece asumir António Guterres. Más bien da la impresión de lo contrario, dadas sus contorsiones de equilibrista que en ningún caso pueden apuntar a la existencia futura de una utópica “sociedad mundial”. Tal ideal desinteresado no es reconocido en un mundo en el cual, industriales, políticos y burócratas están cada día más separados de la realidad. En medio de esas circunstancias Díaz Canel, mediocre histrión y peor músico, podrá seguir tocando su rumbita y el generalato cubano continuar prolongando su hegemonía en Cuba, echándose a las espaldas debates figurativos que por el momento en nada cambiarán el destino de nuestros pueblos. La rugosidad de lo real no presagia otra cosa.

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