Miró Argenter, cronista de la guerra

Written by Libre Online

30 de abril de 2024

Por Rafael Soto Paz (1949)

Mi General, tenga la seguridad que el que nos abandona, no es tan mambí como este catalán que se queda. Con estas palabras, expresadas a Martínez Campos por su médico en el almuerzo que una opulenta familia ofrecía al general hispano y al glorioso Antonio Maceo, se hacía el retrato más fiel de Miró Argenter. También en esta reunión, que tuvo lugar al terminarse la guerra comenzada en el año 1868, la sobriedad del héroe cubano iba a contrastar con la ostentación del militar español.

Pero por encima de todo se iniciaba una amistad entre dos hombres, que solo la muerte podía romper. En efecto la devota admiración, más aún, la fervorosa pasión que el bravo y varonil general José Miró tuvo por el Titán de Bronce se sale de lo común para internarse en lo mitológico. Por ello, como ocurrió con el Generalísimo Máximo Gómez, Miró es censurado por su empeño en monopolizar los afectos del gran patriota cubano.

De padres catalanes, Miró nace en Sitges, España, el 4 de mayo de 1851, que es la auténtica fecha, aunque aparecen otras erróneas. La instrucción primaria la cursa en su pueblo natal, y luego en Barcelona, la segunda enseñanza, hasta graduarse de Bachiller en Artes.

A mediados de 1874, Miró embarca para Cuba a trabajar en una casa comercial de La Habana. Poco tiempo después abandona el cargo para aceptar el de mayoral de campo en el ingenio Río Grande (Oriente), en cuyo lugar se efectúa el memorable encuentro en que habló por primera vez con Maceo.

Simpatizador desde este momento de la causa separatista cubana, Miró renuncia posteriormente a las tareas agrícolas para dedicarse al periodismo. Funda y dirige en Holguín el periódico “La Doctrina” (1887); en Manzanillo, “El Liberal” (1894), y “La Democracia” (1898). Por esta época la Isla es un hervidero de polémicas. Integristas españoles, autonomistas apaciguadores y separatistas revolucionarios, mantienen una pugna en que a veces, de la especulación ideológica se salta a la violencia de los hechos. Y Miró sostiene numerosos duelos por sus campañas periodísticas.

Iniciada la última guerra por la independencia (1895), Miró es de los primeros en levantarse en Holguín. Días más tarde se incorpora a las fuerzas de Antonio Maceo, es ascendido a Brigadier y al comenzar la hazaña de la Invasión, el Titán lo designa jefe de su Estado Mayor. En el famoso combate de Mal Tiempo (Cruces), por su heroico comportamiento, obtiene el grado de General de División.

Termina la contienda, Miró Argenter retorna al mundo de la letra de molde; funda “Villa Militar” (La Habana, 1903) y publica sus “Crónicas de la Guerra”, que por la elegancia y soltura con que están escritas y por el vívido resplandor que las anima, se consideran el relato más impresionante de aquella magna gesta.

En Marianao, el 2 de mayo de 1925, plácidamente recibía la muerte este inquieto catalán que tanto laboró por Cuba. Un año después, la Academia de la Historia, de la que era miembro fundador, le rendía su máximo tributo a través de la elocuencia de otro grande de la patria; el coronel Fernando Figueredo Socarrás.

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