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Beyobasi (Turquía), 1 jun (EFE/EPA).- (Imagen: Lara Villalón/ Erdem Sahin) Son las seis de la mañana y Zebiullah dirige con destreza unas 200 ovejas por los montes de Ankara mientras habla con su teléfono móvil con un familiar en su Afganistán natal.

Son las seis de la mañana y Zebiullah, un pastor joven, dirige con destreza a dos centenares de ovejas por los montes de Ankara, mientras habla por teléfono con su familia en Afganistán.
 
Él trabaja en una granja a 60 kilómetros de Ankara y con 19 años y 5 años en el país habla un turco perfecto, tras tener que pagar 1.500 dólares a unos contrabandistas para cruzar Pakistán e Irán hasta Estambul.
 
TOTAL
Junto a unos amigos empecé a trabajar en el campo
Y más o menos desde hace un año soy pastor
 
Su nombre no aparece en ningún registro pero su historia es similar a la de centenares de miles de afganos que trabajan en Turquía de forma irregular en fábricas, en la agricultura y, desde hace unos años, en la ganadería.
 
La ausencia de contratos y seguros médicos, la posibilidad de pagar el salario mínimo turco (que son 344 euros), y el perfil del inmigrante de origen afgano, generalmente varón joven sin familia a su cargo, han facilitado la entrada de estos trabajadores en el sector ganadero.
 
El empleo de pastores afganos sigue en aumento, pese a que el desempleo entre ciudadanos turcos alcanza los 4,5 millones y el paro juvenil roza el 25 por ciento.
 
La Oficina de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) tiene registrados a 116.000 afganos que han solicitado asilo en Turquía, pero varias ONGs turcas creen que el total de afganos en el país llega a 300.000 o 400.000 personas, con lo que constituyen el segundo colectivo de inmigrantes en Turquía, por detrás de los sirios.