Mensaje Inspiracional. UN ÁNGEL LLAMADO MAMÁ

Written by Libre Online

28 de marzo de 2023

Cuenta la leyenda que un angelito estaba en el cielo, cuando Dios, lo llamó y le encomendó una misión, con dulce voz le dijo, tendrás que ir a la tierra y nacer como los humanos, serás un pequeño niño y crecerás hasta llegar a ser un hombre. 

Espantado el angelito, preguntó, pero Señor, ¿cómo haré para vivir tan pequeño e indefenso, quien me cuidará? 

– Entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando y te cuidará. 

– Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso me basta para ser feliz.

– No te preocupes, tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz. 

– ¿Cómo entenderé lo que la gente habla si no conozco el idioma de los hombres? 

– Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar. 

– ¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo? 

– Tu ángel juntará tus manitas y te enseñará a orar y podrás hablarme.

– He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá? 

– Tu ángel te defenderá a costa de su propia vida. 

– Pero estaré triste ya que no te veré más.

– Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado durante todo el tiempo que estés entre los hombres. 

El angelito ya empieza a escuchar las voces que venían de la Tierra y atemorizado y con lágrimas en los ojos, dijo.

Dios mío, dime por lo menos el nombre de ese ángel que me cuidará.

“Su nombre no importa tú, le llamarás Mamá”.

La raíz del laurel

Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados. Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.

En cambio un laurel dijo: «Yo, mejor voy a invertir mi savia en tener una buena raíz; así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten».

Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablar de los encantos de unos y otros, y así, todo el tiempo, mirándose y riéndose de los demás.

El laurel sufría a cada instante esas burlas. Se reían de él, presumiendo de sus flores, perfumes y abundante ramaje. – “¡Laurel!”, le decían, “¿para qué quieres tanta raíz?” Mira, a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza. “¡Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate sólo de ti!”

Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.

Un buen día, vino una gran tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque. Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron tan fuertemente golpeados que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los tumbara. En cambio el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas sí perdió unas cuantas hojas. Entonces todos comprendieron que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tu corazón, allí en tu alma… tu fe.

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