Cuenta una antigua leyenda africana que al principio de todos los tiempos, tanto el sol como la luna convivían en la Tierra con los hombres. No estaban en lo alto del cielo, sino a ras de las montañas.
Los dos se llevaban tan bien, que un buen día decidieron compartir una casa. Era una casa enorme, sin paredes, en donde se sentían muy cómodos.
El sol, que era muy amigo del océano, decidió invitarlo a su casa.
– ¿Qué te parece, luna, si invitamos al océano a vivir con nosotros?
– ¡Me parece una idea fantástica! Ve a decirle que le esperamos aquí.
Así que el sol fue al día siguiente en busca del océano y le comentó su propuesta:
– Oh, te lo agradezco mucho- dijo el océano- Pero… ¿estás seguro de que podré entrar en vuestra casa? ¡Soy muy grande!
– Claro que sí, amigo océano- respondió el sol- La casa no tiene paredes por dentro, y es enorme. No tendrás problema para pasar.
El sol finalmente consiguió convencer al océano, y al día siguiente, le vieron llegar, un poco tímido.
– ¡Pasa sin miedo! – dijo la luna desde dentro de la casa.
Y el océano comenzó a entrar por la puerta, pero era tan inmenso, que poco a poco fue inundándolo todo. Cuando el sol y la luna sintieron que el agua les llegaba por las rodillas, se subieron a una mesa, y después, a lo alto del tejado. El océano, avergonzado, preguntó:
– ¿Seguro que queréis que pase? ¡Ya os dije que era muy grande! Tal vez debería irme.
Pero el sol y la luna ya se habían comprometido y no les parecía bien echarse atrás, así que le dijeron que entrara sin remordimientos. Ellos, por su parte, tuvieron que seguir ascendiendo más y más, ya que el océano había cubierto el todo la casa, y había desaparecido de la vista.
Pronto llegaron al cielo. Desde allí podían ver bien la inmensidad de su amigo el océano. Miraron alrededor y descubrieron que el cielo era un lugar hermoso. Estaba lleno de suaves nubes, estrellas, planetas.
– Amigo océano, hemos decidido quedarnos aquí- dijeron el sol y la luna- Puedes quedarte con todo nuestro terreno. Desde aquí podemos verte bien.
El océano estaba muy agradecido, y pensó que era buena idea quedarse al fin en un lugar en donde podía extenderse sin miedo.
Y así fue cómo el sol y la luna llegaron al cielo y comenzaron a vigilar todo desde ahí y cómo el océano se hizo con buena parte de la tierra.
Reflexiones sobre la leyenda ‘La casa del sol y la luna’
Está claro que las promesas, se cumplen. Y el sol y la luna tenían un compromiso con su amigo el océano. Esto les ‘empujó’ sin querer a un cambio que terminó siendo muy positivo para todos. Y es que a veces compartir tiene sus recompensas:
La generosidad se premia: En esta leyenda de La casa del sol y la luna llama mucho la atención la generosidad de los protagonistas, que deciden compartir su casa con un buen amigo, ofreciendo todo lo que tienen. Y es que precisamente la generosidad es eso: dar aquello que necesitamos, no lo que nos sobra. No es tan fácil ser generoso y tanto el sol como la luna demostraron serlo.
Las promesas, se cumplen: El sol había invitado a su amigo el océano a vivir en su casa y tenía que cumplir su compromiso. Una vez hecha la invitación, sintió que no podía echarse atrás. Cumplieron su promesa y a cambio obtuvieron una inesperada recompensa, la de encontrar un lugar mejor para vivir.
¿Miedo al cambio? ¡No!: Tal vez pienses que tanto el sol como la luna podían tener miedo ante el cambio que se avecinaba. En la leyenda de la casa del sol y la luna, el océano comienza a inundar la vivienda y ellos tienen que irse… sin embargo, el lugar al que van resulta ser mejor que la casa donde vivían. Descubren un lugar nuevo que les aporta más de lo que tenían.
Su generosidad con el océano fue recompensada, y al no tener miedo a los cambios, pudieron disfrutar de su nueva vida. A veces no damos el paso hasta que no tenemos más remedio, pero el cambio, no es malo. Podemos utilizarlo como ‘trampolín’ para mejorar.
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