Mensaje Inspiracional. El Niño y los Dulces

Written by Libre Online

1 de noviembre de 2022

Pedro no sabía de la avaricia o la ambición, ni de todo el daño que esto podía hacer a las personas.

Era un niño sano y juguetón como otro cualquiera, pero su glotonería y su afición por los dulces eran los atributos por los que más se le conocía.

Un día descubrió un recipiente repleto de dulces y sin pensarlo ni averiguar de quién eran, introdujo su mano y agarró tantas golosinas como pudo. Cuando trató de retirar su mano se dio cuenta que no podía y como no quería dejar escapar ningún dulce de los que había cogido, lo cual le permitiría sacar la mano, empezó a llorar desconsoladamente.

Su amigo Juan lo vio y le dijo:

-Pedro, si te conformas con la mitad o un poco menos de lo que has tomado podrás sacar tu mano de ahí y disfrutar algunos dulces. La avaricia no te permitirá hacer ni lo uno ni lo otro.

Así, Pedro siguió el consejo y disfrutó de sabrosos dulces. Desde ese día comprendió que la ambición y la avaricia pueden ser verdaderamente dañinas y prohibitivas para el desarrollo y crecimiento de un ser humano.

El Doctor y el enfermo

Había un enfermo internado en un hospital, que cada día se sentía más mal y no veía mejoría alguna en su estado.

Una tarde el médico pasó en sus habituales rondas y le preguntó qué lo aquejaba, qué síntomas lo hacían sentirse mal.

El enfermo le confesó que sentía que sudaba más de lo común, a lo que el médico respondió, sin detenerse a chequearlo:

– Eso está bien.

Un día después el doctor volvió a visitar a su enfermo y le preguntó nuevamente qué lo aquejaba.

– Siento que tiemblo y tengo más escalofríos que en cualquier otro momento de mi vida –dijo el paciente.

– No te desconsueles, eso está bien –agregó el doctor.

Otra vez al día siguiente pasó lo mismo y el doctor preguntó al hombre qué síntomas presentaba como para sentirse enfermo.

Preocupado, el enfermo le dijo:

-Doctor, he tenido diarrea y no se van los restantes síntomas.

-Eso está bien –ripostó el doctor, que ya se iba del lugar cuando escuchó que el enfermo le decía a un familiar que lo visitaba:

– Creo

 que de tanto estar bien me estoy muriendo. Cada día estoy peor.

El doctor se sonrojó por la vergüenza y desde ese momento comenzó a tomarse verdaderamente en serio la salud de sus pacientes. Comprendió que hay profesiones que imponen constancia, seriedad y preocupación, y que uno no puede andar jugando con la vida y bienestar de los demás.

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