Los relatos de El Padre Jenaro, de 1965
Aquí el Prólogo de los apuntes, a cargo del Dr. José Manuel Rodríguez Haded, Director de “El Republicano”, de Matanzas, aparecidos en un texto que comparte con LIBRE el Dr. Mario U. Tápanes, y en esta foto con Demetrio Pérez Jr. en Miami, en visita desde Chicago.
(I de XXI)
EL PADRE JENARO
Fue en los albores de la República… Era el 7 de diciembre y Cuba, nacida a la vida de la libertad, lloraba la caída del General Antonio Maceo y su fiel compañero Francisco Gómez Toro. En el triste aniversario, junto a la tumba del Cacahual, se ofrecía la Santa Misa por las almas del Titán y su legendario Ayudante. Allí estaba el primer Presidente de la República, Don Tomás Estrada Palma, los Secretarios de Despacho, el Generalísimo Máximo Gómez y muchos Veteranos de la contienda heroica.
Terminada la Misa, Don Tomás llama a un niño, de unos diez años, que servía de «monaguillo» en la ceremonia y, poniendo su mano sobre el hombro del pequeño, le dijo: —Niño, ¿te gustaría ser sacerdote?
—Sí, Sr. Presidente; pero soy pobre y tendría que estudiar en el extranjero, pues el Seminario está cerrado.
—Pues, estudia niño, estudia.
Y el bondadoso y venerable Estrada Palma metió su mano en el bolsillo y sacando un «centén» reluciente se lo dio al niño que, contentísimo, recibió el obsequio del Presidente de Cuba.
Aquel niño estudió mucho. Con firme voluntad, en su pueblo de Santiago de las Vegas, fue lector de tabaquería, dependiente de café, tenedor de libros. Estudió más. Ingresó en el Seminario de San Carlos, estudió en Roma. Y llegó a ser Sacerdote el año 1915. Se doctoró en 1916; y en 1918 fue designado Párroco de Matanzas: el Padre Jenaro Suárez Muñiz.
Cincuenta años, pues, va a cumplir de su ordenación sacerdotal, el hoy Monseñor Jenaro Suárez Muñiz, a quien Pío XII, de gloriosa memoria, confirió el honor de Camarero Secreto de Su Santidad; y a quien el Papa Juan XXIII, también de excelso recuerdo, otorgó el título de Prelado Doméstico. Aunque para los matanceros ha seguido siendo, en el afecto y en el cariño, «el Padre Jenaro».
MÁS DE 20,000 BAUTIZOS
En estas, sus Bodas de Oro con el Sacerdocio ¡cómo no recordar que nuestro Párroco ha derramado las aguas del Bautismo a más de veinte mil criaturas; y que, a muchos de estos matanceritos, en estos cincuenta años -interrumpidos por un paréntesis de injusto destierro, sello glorioso para él; también los ha casado y ha bautizado a los hijos y nietos de los primeros que bautizó! Cuántos hogares se han fundado con su bendición! ¡A cuántos enfermos, en instantes de agonía, abrió las puertas de la eternidad bienaventurada!
Su afán y su entusiasmo convirtieron la histórica Catedral de San Carlos que estaba en ruinas, en uno de los más bellos templos de Cuba, hermoseándolo y elevándolo al rango que merece.
Predicador incansable, orador de altos quilates, fustigador de toda lacra, amonestador de los defectos de sus feligreses para que se enmienden exagerado muchas veces en el regaño, como un padre celoso de la compostura de sus hijos; como San Pablo que amonestaba a los cristianos para llevarlos al camino de la salvación—, el Padre Jenaro ha dejado en todos los pÚlpitos el recuerdo de su oratoria apostólica. Y goza de una popularidad, de la que nuestra sociedad y nuestro pueblo, continuamente le han dado pruebas.
PREDICÓ EN LA VALLA DE GALLOS
El llevó misioneros a los barrios más apartados. Predicó en la valla de gallos, en el escenario de los teatros, en el parque público. El que ésto escribe le debe al P. Jenaro la gracia de la Primera Comunión, hecha en una de aquellas misiones singulares y pintorescas, nada menos que en la Plaza del Mercado.
¡Cuántas iniciativas fecundas, cuántos cultos extraordinarios, cuántas obras fervorosas se deben a nuestro Párroco! La solemnidad de los Quince Jueves, la majestad de las fiestas del Corpus Christi, las conmovedoras manifestaciones de amor a la Inmaculada Virgen María, los esplendores y la grandeza social de la fiesta de Cristo Rey! … ¡La fundación de los Caballeros Católicos que rompió el hielo de la indiferencia y puso un valladar al sectarismo anticristiano!
La misma mano que bautiza, absuelve y bendice, es la que escribe el «Boletín Eucarístico» -¡su periódico!- desde el cual ha librado ardientes y gloriosas batallas por la Causa de Dios, señalando errores y proponiendo enmiendas, haciéndose sentir en todos los bandos su pluma personalísima.
¿Qué decir del Padre Jenaro?
¿Qué más decir para una semblanza del Sacerdote que ha estado, durante casi medio siglo, junto a las alegrías y junto a las tristezas de la familia matancera? ¿Qué decir del Padre Jenaro, a quien todo Matanzas conoce y admira? Pues ratificarle aquí, en este libro que encierra sus «MEMORIAS», -escritas con humildad y por obediencia-, nuestra gratitud y nuestro afecto en nombre del pueblo matancero, por todo lo que ha hecho en estos cincuenta años por el auge de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Por las almas que regeneró; por las veces que nos amonestó, llevado de su celo apostólico -recordando que «quien bien te quiera te hará llorar»- indicando a sus feligreses el sendero recto. Por las veces que se batió solo, como un gladiador de -leyenda- cuando no existía ninguna institución católica de las que hoy existen, para respaldarlo- contra malandrines y follones que trataban de herir nuestra Fe. Por sus oraciones en bien de su pueblo y de la Patria… Por su casi medio siglo de Párroco, que es como decir de Padre de una gran familia que es la Parroquia, al felicitarlo de todo corazón por sus BODAS DE ORO con el Sacerdocio de Cristo, le decimos: ¡Gracias, y que Dios se lo premie, Padre Jenaro!
APUNTES BIOGRÁFICOS
Aunque el P. Jenaro Suárez Muñiz, vino muy pequeñín a Cuba y es ciudadano cubano, nació en Tuñón, una pintoresca aldea rodeada de montañas, allá en la bravía tierra española de Asturias, el 2 de noviembre de 1888.
Sus padres, asturianos de pura cepa, D. Rafael Suárez y Menéndez, natural de Villanueva, y D.a María Muñiz y García, de la propia Tuñón, le hicieron bautizar el mismo día de su nacimiento. A los que lo llevaron a la Parroquia -vetusta iglesia del tiempo de los godos, cargada de siglos y hoy Monumento Nacional de España— se les dijo que le impusieran el nombre de Generoso; pero se les olvidó. Recordaban que el nombre comenzaba con G, y determinaron ponerle Jenaro, aunque Jenaro resultó bien escrito con J.
EMIGRANTES
Su buen padre, D. Rafael, de oficio carpintero y dedicado a la compra de polines para vías de ferrocarril, embarcó para la Argentina cuando Jenaro tenía pocos meses de nacido. Allí nació su segundo hermano, José.
Apenas tenía dos años cuando su padre vino con la familia a Cuba, estableciéndose en el pueblo de Santiago de las Vegas, en cuyo lugar criollo nacieron los demás hermanos de Jenaro: María, Elvira y Antonio.
EN SANTIAGO DE LAS VEGAS
Aquel es «su pueblo». Cuántos nos figuramos que había nacido allí, en Santiago de las Vegas. Allí escuchó la llamada del Buen Pastor: allí sintió desde niño, su vocación al Sacerdocio. El chiquillo improvisaba altares en su hogar, celebraba las fiestas de la Iglesia, «predicaba» … La madre, mujer cristiana de buena ley, le hacía las sotanas conque servía de acólito en la Parroquia; y fue así que el 7 de diciembre de 1902 al celebrarse en el Cacahual las honras fúnebres por Maceo, acompañó al Párroco de Santiago de las Vegas. Allí, al terminar la Misa, el austero Don Tomás Estrada Palma, primer Presidente de la República, interesado al ver a aquel adolescente que tan bien contestaba en latín y secundaba al oficiante, le preguntó afectuosamente si le gustaría ser Sacerdote. El niño le respondió con franqueza que sí, pero que como no había aquí Seminario, tendría que estudiar en el extranjero y sus padres eran pobres. Don Tomás lo exhortó a estudiar y le obsequió una moneda de oro de cinco pesos.
LA FUNCIÓN TEATRAL QUE NO SE DIO
Jenaro era aficionado al teatro, al buen teatro, al extremo que un día se le ocurrió representar, con un grupo de amigos que le seguían, el drama «Los Siete Dolores». La compañía de artistas teatrales lo representaba en Santiago de las Vegas durante varios días; y él copiaba lo que oía, con una memoria extraordinaria. El director se fijó en el muchacho y le preguntó un día: «¿Eres tú el muchacho que copias? Te prestaré el libreto si prometes devolvérmelo en dos días». Y así fue. Puso a cada uno a copiar un papel y él dictaba. Después de los ensayos y fijado el día de la representación, colocadas las entradas entre las familias amigas, las muchachas que tomaban parte no quisieron hacer su papel; y no hubo más remedio que armarse de valor y salir al escenario diciendo que no se podía dar la función, «porque una de las actrices se había enfermado… y que se devolvería el dinero …»
ESTUDIA Y TRABAJA
Hizo sus primeros estudios en Santiago de las Vegas hasta recibirse de Tenedor de Libros en la Academia del Casino Español de la localidad. Como tenía tan buena memoria y aprendía tan pronto las lecciones, lo ponían a tomarlas a sus compañeros.
Trabajó algún tiempo en tabaquerías de aquel pueblo veguero: y lo hicieron lector en algunos talleres. Allí Jenaro demostró su carácter: se negaba a leer los libros malos que acostumbraban allí -novelones y obras prohibidas- y escogía él mismo las lecturas o modificaba algunos capítulos en tanto leía.
Su padre lo llevó a La Habana, a un amigo que tenía una industria de pieles («Usía y Cía.») y lo colocó de Tenedor de Libros. Jenaro le dijo al dueño que necesitaba le dejara libre los Domingos por la mañana para asistir a misa. El señor le respondió que así sería y que se alegraba, pues él era católico. Dicho dueño de la fábrica se sentaba a la mesa con sus empleados y antes de comer, bendecía la mesa.
Y LLEGÓ AL SEMINARIO
Como mantenía su aspiración a ser Sacerdote de Jesucristo, en cuanto leyó en los periódicos que se abría el Seminario, le expresó al dueño de la fábrica que se iba porque su vocación era ser Sacerdote. Cuando llegó a la casa, a hora imprevista, el padre creyó que lo habían despedido del trabajo por mal comportamiento; y lo hizo ir con él para averiguar qué había pasado. Todo se aclaró, aunque el bueno de D. Rafael no estaba muy de acuerdo.
El Seminario demoraba en iniciar el curso, y su padre dispuso que Jenaro trabajara en el café que tenía en Santiago de las Vegas. Al fin, en 1905, se abre otra vez el glorioso Seminario de San Carlos y logra el permiso de su padre para ingresar. Tenía dieciséis años de edad. En 1909 recibió la Tonsura y en 1911 las otras Órdenes Menores. Con tesón e inteligencia, demostrados en sus estudios y exámenes, se ganó la beca todos los años, a fin de que su padre no tuviera que costearle los estudios. Y, durante las vacaciones, le servía de dependiente en el café.
HACIA LA CIUDAD ETERNA
En 1912 debían ir dos seminaristas a Roma para terminar sus estudios. Por sus magníficos expedientes les correspondía a los seminaristas Jenaro Suárez, Ramón Román y Belarmino García; pero como éstos dos últimos eran cubanos, fueron los elegidos. Entonces, Monseñor D. Pedro González Estrada, Obispo de La Habana, de grato recuerdo, que le había tomado gran cariño, determinó enviarlo costeando todos los gastos de su peculio particular, hasta que poco tiempo después consiguió se le otorgara a Jenaro una beca que había quedado sin cubrir en Cienfuegos.
CAMINO HACIA EL ALTAR
En el gran Colegio Pío Latino Americano de Roma siempre fue Prefecto de alguna división, seleccionado por su amor a la disciplina. Llegó el 1914 y el joven seminarista recibe el Orden del Subdiaconado, en abril de 1915 ya es Diácono; y el 28 de octubre del propio año, es ordenado Presbítero. ¡Ya sus manos están consagradas! ¡Ya es Sacerdote de Jesucristo, su sueño dorado, acariciado desde niño en los improvisados altares hogareños de Santiago de las Vegas!
Y sigue estudiando en Roma. Y en mayo de 1916 recibe el título de Doctor en Sagrada Teología.
Ya es, ahora, el Pbro. Dr. Jenaro Suárez Muñiz.
DE VUELTA A CUBA
1916. Vuelve a Cuba. Y Monseñor D. Pedro González Estrada, Obispo de La Habana, lo designa profesor de Filosofía en el Seminario de San Carlos, de glorioso historial. En las mismas aulas que guardan el eco de las lecciones del Padre Varela, de José Antonio Saco, imparte sus enseñanzas el P. Suárez Muñiz. Comparte la cátedra con el cargo de Capellán del Colegio San Vicente.
A LA ATENAS… PRESTADO,
Y SE QUEDÓ
Monseñor Severiano Saínz y Bencomo, Obispo de Matanzas, de preclaro recuerdo, necesitaba un sacerdote para atender su Catedral. Esperaba el regreso del P. Belarmino García; pero éste demoraba en Roma. Entonces Monseñor Saínz se empeñó con el bondadoso Monseñor Estrada en hacer el cambio, accediendo éste por el momento; y así fue como el 1.° de agosto de 1918 vino a Matanzas, el Padre Jenaro Suárez Muñiz, designado Párroco del Sagrario y Rector de la Santa Iglesia Catedral de San Carlos, en calidad de préstamo y, se quedó.
Pero soltemos estos apuntes biografícos recogidos espigando recuerdos de quienes bien le conocen y dejemos que sea él, Monseñor Jenaro Suárez Muñiz, Prelado Doméstico de Su Santidad -«el Padre Jenaro»- quien nos relate sus memorias como Párroco en la ciudad de Matanzas, la ciudad que otrora se ganó el título honroso de Atenas de Cuba.
El Padre Jenaro, en las páginas siguientes, tiene la palabra.
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(Continuará la semana próxima)
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