(VII de XXI)
MISIONES Y CULTOS
Como preparación para la Comunión Pascual, que, andando los años había de ser espectáculo admirable y consolador, se llevaban a cabo todos los años, durante la Cuaresma, cuatro tandas repartidas en los barrios de la ciudad. En garages, en bodegas o en casas vacías que los dueños cedían durante la semana de misiones, que en su mayoría fueron dadas por el inolvidable Padre jesuíta Pedro Gutiérrez, incansable y remedador de San Francisco Javier, salía conmigo por las calles, campanilla en mano, llamando a las gentes a la Misión.
Es digno de notarse que en el barrio de Bachicha no sabían lo que era una misión, y al ver la turba multa de chiquillos, a dos sacerdotes con la campanilla, decía asombrada: ¡Ahí viene la visión! Era de ver cómo terminada en un barrio, presididos por la venerable imagen del Señor de la Misericordia, con cánticos y rezos pasábamos a otro barrio, inaugurando el 2.°, 3.° y 4.°, terminando con un mitin en el Parque de La Libertad, para seguir a la Catedral, donde se celebraba el último turno y la Semana Santa con sus procesiones: Vía-Crucis público con la imagen santa y devota del Nazareno, haciendo alto en catorce casas cuyos moradores colocaban el cuadro de la estación correspondiente, leyéndose las consideraciones por un modelo escrito por mí; a veces salían al encuentro del Nazareno, en la cuarta estación, la imagen de los Dolores, que casi siempre le tocaba al pundonoroso y prudente don Argimiro Bravo y su señora doña Luz Miranda.
En otra, una joven señora, doña Ludivina de Azcuy, vestida de Verónica, para enjugar el rostro Santo, escena emotiva que hacía derramar lágrimas a los circunstantes.
La procesión del Santo Entierro, imponente y severa, que terminaba a eso de las doce de la noche, quedando el Santo Cristo yacente en el pórtico, donde era venerado hasta la madrugada del sábado.
La Gran procesión de la madrugada de Pascua, después de solemnísima misa, patrocinada por el inolvidable D. Agustín Penichet. Los quince jueves, la luz que nunca duerme, práctica eficaz para costear el Alumbrado del Santísimo, que fue tan devotamente acogida por los fieles, que hubo semanas de tener ardiendo tres o más lámparas ante el Sagrario.
De esta devoción, así como de recoger y encomendar las intenciones, se ocupó siempre con una constancia inigualable por todos los años que va durando, la Srta. Rosa María Michelena, a cuyo trabajo se debe la conservación de dichas prácticas.
Los siete domingos, Novena y fiesta de S. José, la grandiosa fiesta del Corpus, en la madrugada de ese Jueves, el último de los quince, en que salía la devotísima procesión con Banda de música, uniéndose al canoro trinar de los pajarillos de la alborada, antes que el sol y el tráfico llenasen de vida a la ciudad; cientos de hombres, mujeres y niños acompañaban al Buen Señor, haciendo alto en los altares litúrgicos, no faltando jamás el de la Sra. Rosario Mouriño de Jaén y el de Angélica Fernández, que con tanto esmero, delicadeza y realeza preparaba su altar, dejando oir su hermana Fe la melodía dulcísima del «O Salutaris».
Nuestros Prelados hacían siempre el recorrido llevando la custodia preciosa que se guarda a través de los años y que es prueba de la devoción matancera al Amor de los amores.
Los 15 Sábados y fiesta del Rosario y los de Fátima en que con tanto tesón trabajaron Caridad García, Ondina Rossié de Ruiz y Josefa Espinosa de Cabrera. La Novena y fiesta de Nuestra Señora de la Caridad, patrocinada por los Caballeros Católicos y secundada por Anita Saavedra y otras. La fiesta de San Carlos a la que daban lucimiento y auge con sus uniformes albos, las Damas Isabelinas; la fiesta del Sagrado Corazón. Se me olvidaba que la fiesta del Corpus iba precedida, como cada mes, por las Vigilias reglamentarias de la Adoracion Nocturna, en que tanto se distinguieron Antonio Bechily, Prudencio González, Francisco Trujillo, Tito Hernández, don Manuel Jiménez, Enrique Estacholi, Narciso y Pepe Mier, Remigio Bernet, Ildefonso Gallardo, Adorador Veterano, y otros que gozan ya de la realidad cara a cara en los cielos … «Si volvieran a salir —con su consueto impudor — a las manos del Rector, volverían a morir. —. A ésto el Rector se arrojó — y escrito en este papel — está cuanto consiguió — y lo que él aquí escribió — mantenido está por él».
CRISTO REY
Sólo queda por describir la grandiosa festividad de Cristo Rey, que, precedida de una novena, presentó caracteres que bien pudieran llamarse únicos en el mundo. Aquella solemnísima recepción de todo lo que es blasón y prestigio de la Atenas de Cuba, que colmaba la Catedral para rendir público homenaje a Jesucristo Rey… Aquella entrada de los Cónsules de las naciones aquí acreditadas, a los acordes de sus respectivos himnos nacionales… Aquella entrada de los viejos Veteranos de la Independencia con el Coronel Pedro Acevedo primero y el Teniente Alberto Bernal después, electrizaban a la magna concurrencia, al resonar de los clarines del Himno Invasor, ejecutado por la Banda del Regimiento «Plácido», del Ejército… Allí la Cruz Roja, el Liceo, la Unión, el Casino Español… Judicatura, Magisterio, Prensa… Profesionales y obreros… Todo cuanto Matanzas tiene de representativo, con sus Autoridades civiles y militares al frente, acudía cada último domingo de octubre a postrarse ante la Cruz de Cristo, a cuyas plantas se rendían todas las banderas, en un instante conmovedor, resonando las notas vibrantes del Himno de Bayamo… ¡Y la entrada del Obispo de la Diócesis, de capa magna, a los acordes del Himno Pontificio!… No es menester que yo lo diga, «ello, Inés, sólo se alaba, no es menester alaballo».
–––––––––––––––––––––––––
(Continúa la próxima semana)
0 comentarios