Memorias de un párroco Monseñor Jenaro Suárez Muñíz

Written by Libre Online

26 de enero de 2022

Los relatos de El Padre Jenaro, de 1965

(III de XXI)

PERSONAL DE LA PARROQUIA

A mi llegada a la Parroquia, ei personal que la atendía era: el señor Bargalló, hombre bueno pero gastado, que era el sacristán; el señor Eulogio Sáez, buen organista, pero ya cansado, se había dejado llevar de la rutina, el joven José Cortizo, diligente y listo archivero; los hermanos Manuel y José Gasulla, acólitos entendidos, y un moreno llamado Clemente Arredondo y González de la Barrera, hombre curioso y excéntrico, pero fiel e inteligente, pues tocaba las campanas a su tiempo y sólo por la ocasión sabía qué toque debía dar. Vivía en el departamento contiguo al core y que cae sobre el cielo raso del baptisterio.

Desde los primeros días había venido conmigo el benemérito sacerdote Pbro. D. Eduardo Puig y Quintana, en calidad de Coadjutor. Hombre preparado y virtuoso, se dedicó principalmente a la preparación del coro parroquial.

Mi hermano Antonio, estudiante de leyes, que me prestó valiosísima ayuda y compañía, pues hábil para muchos trabajos, no sólo cooperaba a las labores del archivo parroquial, sino que hacia instalaciones eléctricas y otros menesteres, más de una vez, oportunos y útiles.

Poco después vino a vivir en mi compañía y sólo por prueba, pues tenían comercio que querían atender, mi familia compuesta, además de Antonio, de mi padre, mi madre y mi hermana Elvira, que se ocuparon de la casa y de algunos menesteres como reparación de ropas y algunos ornamentos.

ALUMBRADO DE

LA IGLESIA

Creyendo yo que el alumbrado de la iglesia para los cultos nocturnos no respondía a las exigencias del momento, pensé de inmediato hacer una instalación nueva, como se hizo, colocando en cada arco entre la nave central y las laterales una media bomba colgante, así como en las bisectrices del ángulo de cada una de las columnas torales que dan acceso al presbiterio, uno faroles artísticos; en cada capilla, pendiente del lucernario, un globo, y en el coro, los focos necesarios para la claridad suficiente sobre el órgano ya instalado.

En ese entonces y antes de esta nueva instalación, el alumbrado se reducía a dos lámparas de arco, insuficientes c incómodas, colocadas en los arcos del crucero a las naves laterales. Poco después se adquirió la lámpara que pende de la cúpula central, sin duda fuera de estilo, pero aceptada por ocasión y necesidad.

Años después, la Sra. Encarnación Sánchez regaló la otra lámpara que pende de la bóveda, así como unos brazos artísticos que han ido desapareciendo. Fue éste el primer trabajo en lo referente al edificio. El 1.° de agosto de 1943 me obsequiaron los feligreses el nuevo alumbrado de focos fosforescentes, con motivo de mis veinticinco años como Párroco.

«EL BOLETÍN EUCARÍSTICO»

Fue el día 4 de agosto de 1918 cuando salió la noticia de que las Cámaras habían aprobado la fatídica y disolvente ley del divorcio, dando lugar a que un periódico local proclamase urbi et orbi que, «a partir de aquel día, todos los que estaban casados por la iglesia, vivían en concubinato». Ante tal desafuero, salí a la palestra con un artículo publicado por «El Republicano Conservador», que fue tachado por el contrincante como lleno de «palabrotas», con otros insultos personales, que dieron lugar a una batalla larga en la que, a los ditirambos de los periódicos espiritistas y masones, se prometió un «fuego graneado» para rato.

Como a mis réplicas no respondiesen, por solidaridad periodística, los otros diarios de la ciudad, me vi obligado a escribir una hoja suelta que, con el título de «No palabrotas sino verdades», dio ocasión al nacimiento de mi querido «Boletín Eucarístico de Matanzas».

No son para narrar los episodios que tuvieron lugar durante esa época de guerra establecida entonces, pues habiéndose destapado una epidemia de gripe, llamada «Influenza Española», que agostaba la ciudad, valiéndome de la la eficaz cooperación del P. Puig, yo salía por la mañana, después de misa, con unas cuantas hostias consagradas en un relicario, a visitar a cuantos enfermos me era posible, no siendo pocos los que lograron entrar por las puertas del cielo confortados con los santos sacramentos.

Claro que el diablo no podía ver esto con buenos ojos y, como yo asistía a los entierros de todos de los que morían con los sacramentos, y el doblar de las campanas de la Catedral ha muerto, era más que frecuente, continuo se levantó una protesta, para la cual un masón connotado, recogió firmas por el comercio circunvecino.

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(Continúa la próxima semana)

El Alcalde de la ciudad, hombre caballeroso, conocedor de las intrigas, el Dr. D. Armando Carnot y Veulens, conocido con el magnifico alias de «El Médico de los pebres», me llamó a la Alcaldía para investigar cuál era el «demasiado uso y abuso de las campanas». Le respondí que se tocaba como de costumbre unos minutos antes de los cultos; a las 12 y 3 de la tarde, y cada vez que había incendio, pues la Catedral era estación oficial para alarmas de incendio. El Sr. Alcalde, después de mostrarme las firmas de los recurrentes me dijo que informara por escrito para llenar la fórmula y, a poder ser, acompañara otro escrito con firmas de vecinos, afirmando que las campanas no molestaban a nadie. Ni tardo ni perezoso recorrí los comercios cuyos dueños o gerentes habían firmado la protesta, sin saber de qué se trataba, pero todos estuvieron de acuerdo en que habían sido sorprendidos por un Hno. tres puntos, a quien me dirigí con la siguiente soflama: «Señor mío, cuando usted y los comerciantes esos que firmaron sin saber lo que hacían, nacieron, o se instalaron en este barrio, hacia ya más de doscientos años que esas campanas se alegraban con el nacimiento de los matanceros o lloraban con los matanceros que lloraban a sus muertos sin que nadie protestase, de modo que es a usted a quien compete mudarse». No obstante, conseguí del inolvidable Dr. D. Juan F. Tamargo, dueño de su acreditada clínica aledaña a la Catedral, que declarara por escrito que en la clínica, no obstante estar cerca de la torre campanario, NO MOLESTABAN LAS CAMPANAS EN LO ABSOLUTO.

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(Continuará la semana próxima)

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