Monseñor Jenaro Suárez Muñiz
Los relatos de El Padre Jenaro, de 1965
(XI de XXI)
Se le puso al archivo cielo raso para evitar el mal efecto de las vigas del piso superior. Fue obra del Sr. Mijenes.
El piso del archivo era de cemento, a pesar de tener un juego de sillas de oficina, espléndido regalo del Sr. D. Alfredo Heydrich.
Pero el amigo Amado Obias, gerente de una fábrica de mosaicos en la ciudad de Matanzas, regaló las losas necesarias y se puso el piso que hoy luce, por el maestro de obras Moya.
El nuevo juego de oficina que hoy existe se estrenó el 10 de agosto de 1943, obsequio de mis feligreses por mis veinticinco años de estar al frente de la parroquia.
ORNAMENTOS
En la sacristía, realizándolo mi recordado padre, se adaptó un antiguo armario de caoba, para guardar las ánforas de los Santos Oleos, y la parte inferior, para la custodia de los ornamentos pontificales, con que la munificencia de Mons. Saínz vino a enriquecer el ropero litúrgico de la Catedral.
Tres magníficos pontificales: blanco, verde y negro, éste con planetas plegadas como era uso. También adquirí un terno muy bonito de color blanco para las fiestas solemnes, pero duró poco tiempo, tal vez por el cambio de clima.
Habiéndose deteriorado también, y no por el uso, el pontifical blanco, aprovechando los forros y moldes y galones, se confeccionó otro de magnífico damasco, cuya hechura, corte y confección acabada, llevó a cabo la señorita Rosa María Michelena, que, aprovechando los tiempos que le dejaban libres sus ocupaciones, se dedicó por completo a la reparación de ornamentos y confección de otros nuevos, como se ve en éste que nos ocupa, asociando a sus labores personas de su familia y amistad.
Paso ahora a la enumeración somera de la adquisición, reparación y adaptación de ornamentos.
1) De un antiguo manto de la Virgen del Rosario hizo, con moldes de una capa, mi buena madre, que entonces vivía en mi casa, un pluvial, que, con los que había y otros que se adquirieron, completaron el número de nueve pluviales blancos, que empleaba yo para cada uno de los días de la Novena de la Inmaculada.
2) Excepción de los ornamentos rojos, los demás escaseaban, al menos para la ambición de quien tenía la manía de creer que un ornamento, usado más de tres veces parecía viejo. Por eso, abusando de la bondad de Mons. Saínz, que guardaba en el Obispado los ornamentos de la Obra de los Tabernáculos, logré conseguir una casulla de cada color litúrgico, dos capas moradas, una roja y una blanca, un paño humeral, una capa negra.
3) Como los galones y forros del terno negro existente, estuvieran destrozados, lo mandé a la casa de ornamentos «La Isla de Cuba», en la Habana, donde lo restauraron, dejándolo como nuevo.
4) Igual procedimiento se ejecutó con el terno blanco que había comprado en su tiempo el recordado P. Méndez, por lo que, lo remití también a «La Isla de Cuba», donde, aprovechando los galones se puso tela de falla blanca, quedando nuevo.
5) Para las grandes solemnidades y adorno de las pilastras del templo se hicieron dos juegos de colgaduras, uno azul, para la fiesta de la Inmaculada, y otro rojo con bambalinas, confeccionados por el Sr. Roy.
6) Se adquirieron dos juegos de albas, además de algunos particulares confeccionadas por la flirta. Michelena, así como la cubierta de la Pila Bautismal, en que intervino la Sra. Delia de la Paz. Paños para los altares, vestidos para las imágenes de la Magdalena y San Juan, así como para Nuestra Señora de los Dolores, en cuya confección, además de Rosa María, intervino la Sra. Pilar Arteagabeitia de Arizmendi.
Se adquirieron en España una casulla preciosa blanca con bordados de oro, otra más sencilla, un palio magnífico, un velo humeral excelente, una casulla verde, una capa pluvial rica, un misal nuevo y el magnífico sagrario de metal y bronce.
(Continúa la semana próxima)
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