Memorias de un párroco

Written by Libre Online

9 de febrero de 2022

Monseñor Jenaro Suárez Muñiz

Los relatos de El Padre Jenaro, de 1965

I

(V de XXI)

APOSTOLADO.

FUNDACION DE

ASOCIACIONES

Paulo Maiora Canamus

Vengo ahora a la acción espiritual de la parroquia en esta época que nos ocupa. Desde luego estaba bien atendida. El P. Romeu, no sólo personalmente, sino con la actuación de su coadjutor, el P. Neira y otros, atendía la parroquia con cariño y eran como cinco las misas que se celebraban los domingos, ¡pues a la actuación de ellos, se añadía el servicio prestado por los PP. Paúles solicitados por el P. Romeu.

Conservé las cinco misas dominicales. Una, a las 7:30.a. m., de Comunión; que durante unos años celebraba el P. Romeu, por haber él mismo escogido esa hora; otra, a las 8:30; otra, a las 9 cantada, la parroquial, con homilía, como en todas las demás de hora fija: otra rezada a las 11 y, por fin, una a las 12 meridiano.

EL CATECISMO

El P. Romeu tenía organizado su catecismo que estaba dirigido prácticamente por Chuchita Ramos con algunas pequeñas catequistas, y para amenizar los  cánticos  lo hacía  una niña, hija adoptiva de la Ramos, llamada Natica, que, andando el tiempo, resultó ser buena organista.

Como Monseñor Saínz tenía un catecismo en su Quinta que hacía de Obispado, lo hizo trasladar a la Catedral con las catequistas que le ayudaban a él: Rosa María Michelena, Aurora Cabo, Laureana Penzol y María I. Cabo, que fungía de organista.

Fue este el primer organismo catequístico con que conté, agregándose al que fungía en la Catedral. Pronto creció el número de alumnos, pues se instituyó oficialmente la Archicofradía del Catecismo y se procedió a formar una comisión recaudadora de fondos para su sostenimiento, Rosa María y Lolita Michelena, Narcisa, Julia y Hortensia Madan, Isabel y Aurora Cabo con otras, salían a conseguir las cuotas.

El primer año se recaudó lo suficiente como para hacer en Navidad un reparto de premios consistente en ropa, juguetes y golosinas del tiempo a un número no inferior a 360 catecúmenos. Merece citarse la circunstancia de que muchas familias de Matanzas regalaban objetos valiosos para el catecismo, los cuales se sorteaban entre los más aventajados, y se hacía participante al cuerpo docente.

Más de un año se encargaron a tiempo los juguetes a los almacenes «Montgomery Co.» de los EE.UU. Y era de ver con el entusiasmo con que, los mismos alumnos, bien adiestrados, representaban pasos plásticos alusivos al Nacimiento. La escena, en menor escala, se repetía en el Día de Reyes.

Merece en este tiempo especial mención, el entonces joven Carlos Rodríguez y González que, llevado de espíritu de caridad, además de pertenecer con un grupo inolvidable: Tito Hernández Casañas, Francisco Trujillo, Florencio Hernández, piadoso poeta católico, y otros bajoo el título de Juventud Católica, se dedicaban a obras de apostolado. El joven Rodríguez fundó una especie de asociación denominada “nuestros pobres». Salíamos él y yo en determinados días por los barrios de la ciudad y nos enterábamos del estado económico de las familias que pudiéramos llamar pobres vergonzantes y, hecha una colecta por los comercios, consistente en firmar un vale por la cantidad de víveres u otros objetos que quisieran dar mensualmente y se les repartía a domicilio.

LA A. EUCARÍST1CA

Poco antes de llegar yo a la Parroquia había sido fundada por el celoso sacerdote mejicano que, gracias a las democracias y libertad de cultos de nuestros flamantes y progresistas pueblos, no pudo, como tantísimos otros sacerdotes del hermano país, ejercitar el ministerio en su patria y recibió asilo en la nuestra.

No se olvidarán los católicos de esa época del amable, activo e incansable P. Enrique Pérez Capetillo, que, al cargo de Pro Secretario del Obispado, añadía la actividad apostólica, que se tradujo en una gran cantidad de bautismos y de matrimonios de quienes viviendo a espaldas de la Iglesia, hallaron la oportunidad de entrar por la puerta del ovil. Fue el fundador, con Monseñor Saínz, de La Asociación Eucarística, radica provisionalmente, «hasta la llegada del nuevo Párroco», en el Convento de las Siervas de María.

Día memorabilísimo el del traslado, cuando una muchedumbre que asombraba, llevó procesionalmente el Santísimo a la (Catedral para establecer su sede definitiva. Doña Angela Pérez de Fernández, las hermanas Oliva, las Zanetti, las González Quevedo, las Michelena, pudiera decirse que toda Matanzas formaba parte del glorioso escuadrón, guardia Real de Jesucristo Sacramentado, que tanto auge y solemnidad dio a la gran fiesta del Corpus, precedida por ese quinario de Triduos conocido con el nombre de los quince jueves, a los que venían a predicar sacerdotes de todo el clero, así regular como secular. Aquí los Jesuítas, Franciscanos, Dominicos, Redentoristas y Pasionistas, amén de algunos párrocos y el de la Catedral.

HIJAS   DE MARIA

La antigua Congregación de Hijas de María, fundada por el inolvidable P. Méndez, resurgió esta época, merced a las gestiones y actividad de una joven cardenense, la Srta. Amelia Rivero Vasconcelos que reunió un grupo de amigas y se constituyó la Asociación que constaba de diez coros con diez socias cada uno. Charo Menocal, Josefina Estorino, las hermanas Julia, Nareisa y Hortensia Madan, Carmen María Solaún, Lolita Michelena, Blanca Luisa Vallice, Josefa, Asunción y Eulalia Ayo, las señoritas González Quevedo, las Zanetti y una legión cuyos nombres están grabados en el libro de oro de la Congregación; andando el tiempo se distinguió por su actividad la Srta. Aurora Casas, que logró establecer una serie de conferencias instructivas. Celebraba la Asociación la fiesta de la Inmaculada, precedida de una solemne Novena y el día de la fiesta, 8 de diciembre, se sacaba la procesión; si caía en domingo, Mons. Saínz celebraba de Gran Pontifical. Si en día de semana, se hacía misa solemne a las 6 a.m. para que asistieran a sus labores escolares y oficinescas las personas obligadas a ello. Es lo cierto que, mientras, aunque no fuera más que por recibir a un pelotaris o coronar a una reina de carnaval, no había inconveniente en suspender las clases y los trabajos, la libertad de conciencia no permitía guardar los días de Dios y de su Iglesia.

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(Continúa la próxima semana

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