Memorias de un párroco

Written by Libre Online

20 de abril de 2022

Monseñor Jenaro Suárez Muñiz

Los relatos de El Padre Jenaro, de 1965

XV de XXI)

GRUTA A LA VIRGEN DE LOURDES

Después de cubrir de cemento el pasillo que da entre el parque y el jardín de la calle de Milanés, se colocó por el Sr. Eirín un paso de granito gris a la entrada del Pórtico.

Y como a un lado y otro de éste había unas puertas desvencijadas y antiestéticas, me vino la idea de hacer allí, en la parte del rincón que formaba el estribo de la Catedral con la pared divisoria del Pórtico, dando lugar a que en él se depositasen desperdicios, una Gruta a la Virgen de Lourdes, cuya ejecución de las imágenes se encargó al Sr. José Baixauli, en La Habana, las imágenes algo rústicas por tratarse de que estarían a la intemperie, cuajaron de tal manera en la devoción del pueblo, que desde ese momento fue la Gruta como un lugar de oración y descanso, aún para los no entregados a las devociones. Alabanza a Dios que, al culto se logró añadir la ventaja inapreciable de terminar con el basurero.

Las tres rejas fueron forjadas por el Sr. Trabazos, de Pueblo Nuevo. Se  adquirió un toldo para evitar la molestia del sol matutino o del aire y aun la lluvia, cuando, como ocurría con frecuencia, se celebraba allí la Santa Misa a petición de muchas personas, en un altar portátil, hecho expresamente, cuyas vestiduras de damasco, como tantas otras, estuvieron a cargo y cuidado de Rosa María.

La devoción creciente a la Señora, dio lugar a tener que mantener encendida la aureola fabricada en plata por un joyero de la calle “24 de febrero” a quien conozco con el nombre de Antonio, y cuyo gasto corre mensual o semanalmente por cuenta de las familias que lo solicitan.

Difícilmente si faltan en la Gruta constantemente flores exquisitas y frescas, siendo notable la colección preciosa de orquídeas naturales con que, en la época de estas flores le obsequia la señorita María Josefa Alonso y su familia.

JORNADA EUCARÍSTICA

Si hay inolvidables recuerdos, uno de ellos es el de aquella “Jornada Eucarística” que con motivo de las “Bodas de Plata del Boletín Eucarístico” tuvo su culminación gloriosa el 10 de agosto de 1943… ¡Veinticinco años de mi llegada a Matanzas!

Recuerdo que fue precedida de una Semana Social en la que, cada día, se ofrecieron conferencias en los salones del Casino Español, con récords de concurrencia, y en las que disertaron sobre “temas candentes” que diría un periodista— tales como “El Divorcio”; gangrena social, “El Control de la Natalidad”, “El padre y la Educación de los hijos”, “La Familia”: base y sostén de la sociedad, oradores tan elocuentes como Valentín Arenas, Luis C. Bello, los Dres. Manuel Dorta Duque, Oscar Barceló, Margarita López, los Padres Foyaca y Llaguno.  ¡Aquellos días misionales que conmovieron a Matanzas!

 Las visitas a todos los asilos, hospitales y cárceles. ¡Aquella hermosísima Primera Comunión de seiscientos setenta y tres niños que luego desayunaron en el Parque de la Catedral y que lucían como gigantesco montón de azucenas, con sus trajecitos blancos! ¡Qué bien trabajaron nuestros catequistas! Y la misa en las alturas del antiguo Parque Machado donde centenares de hombres, mujeres y niños recibieron la Sagrada Eucaristía!

¡Y la procesión del Santísimo en aquella tarde esplendorosa! La calle de Milanés se convirtió en inmenso templo al paso del Señor… Engalanáronse las fachadas de los hogares con profusión de banderas: por doquier se contemplaba los colores de la bandera de la Patria en íntimo abrazo con la imagen del Sagrado Corazón.

“No nos pareció jamás más bella esa calle de Milanés que en la tarde del domingo 10 de agosto de 1943”, escribía en sus “Matanceras”, Manolo Jarquín:

Las doce cuadras que median de la Catedral hasta el Parque de los Poetas veíanse atestadas de público reverente que se iba uniendo a la procesión, llegando a ser tal la congestión de esa vía que por espacio de dos horas estuvo interrumpido el tránsito.

En una preciosa carroza decorada con flores naturales, iba Mons. Martín Villaverde portando la gran custodia de plata bruñida, de la Catedral, con el Señor encerrado en la blanca y pura hostia.

¡Qué recuerdos nos trae la Jornada Eucarística!, cuyo broche áureo fue una velada en el legendario Liceo de Matanzas, donde yo apenas pude dominar la emoción para decir unas palabras de gratitud a mis buenos matanceros!

Increíble parecería el número de matrimonios legalizados canónicamente, de bautizos, de enfermos, de comuniones logradas en esa Jornada de inolvidable memoria! ¡Bendito sea el Señor!

(Continúa la semana próxima)

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