Máximo Gómez y José Martí arriban a Playitas

Written by Libre Online

8 de abril de 2025

Por Rafael Soto Paz (1950)

Una madrugada abrileña, de viajeros intrépidos abandonan sigilosamente una pequeña casa de madera y tejas, situada en las afueras del villorrio de Montecristi, En la República Dominicana, para cruzar los mares y lanzarse a una aventura fabulosa. Marchaban a pelear por la libertad de Cuba, y sus nombres eran: José Martí, Máximo Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos Rosario.

Han salido de la casa de Máximo Gómez, y al partir los viajeros, una hija del general, Clemencia Gómez, en un gesto romántico, se arranca la cinta azul que ceñía sus cabellos y le entrega a Martí, con este encendido mensaje: “¡Martí! ¡No tengo más recuerdo que darte! así quito esta cinta de mi cabello, que tiene todo el fuego de tantos pensamientos y uno de los colores de nuestra bandera. Eso solo te llevarás, de tu hermana, Clemencia”.

Aquella mano de valientes toma una pequeña goleta y zarpa rumbo a la isla de Inagua, en Las Bahamas.  Llega a la caribeña ínsula y cuando se disponen a salir para Cuba, la marinería de la goleta, menos el cocinero, deserta asustada los deja abandonados a su suerte,  a los patriotas. Por fortuna, el cónsul de Haití en Inagua, M. Sarber, Acude en auxilio de los expedicionarios. Logra que un vapor frutero alemán, él “Nordstrand”, les dé pasaje, y que cuando el buque navegue frente a las costas de Cuba, deje a los arriesgados libertadores en un bote, que al efecto han adquirido.

Tras no pocas peripecias dramáticas, los audaces argonautas divisan, al fin, las costas cubanas, y en la noche del 11 de abril de 1895, afectados por recios chubascos y desoyendo los consejos del capitán del “Nordstrand”, lanzan el bote al agua. Seguidamente, a la voz de ¡A tierra! que, rifle al hombro, ordena Gómez, los seis héroes se deslizan por la escala del barco, ocupan la frágil embarcación que a sus pies sufre el embate de las olas encrespadas, y en lucha homérica con los vientos y el agua desatados, van a cumplir su destino. “Arriban a una playa de piedras y espinas”, refiere un cronista. 

Saltan a tierra, ¡Tierra cubana! el puñado de valientes ha llegado a Playitas. Máximo Gómez besa, hincado de rodillas, aquel suelo por cuya libertad luchara toda la vida. Asombrado y supersticioso, el corpulento Marcos Rosario, el negro dominicano que los acompaña,  le imita e interpreta aquel gesto como alguna “brujería” a su jefe para asegurar la buena suerte. Martí contempla embelesado el paisaje desde el bote. Tras 16 años de cruel ausencia está en su patria, allá donde Las Palmas son más altas… Para reponer las fuerzas, los expedicionarios beben Málaga. La humedad les caía a los huesos, pero en lo alto brillan como símbolos de inmortalidad, las estrellas, y a lo lejos rumorean, al viento, las Palmas esbeltas, las noches que esperan…”

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