MATANZAS Y SUS  PUENTES

Written by Rev. Martin Añorga

12 de marzo de 2024

Considerando el esplendor cultural alcanzado en la ciudad de Matanzas el 12 de febrero de 1860 el Director del Liceo Artístico y Literario, Rafael del Valle, la proclamó como la Atenas de Cuba. Ese honroso título se une a otros, la Venecia de América y la Ciudad de los Puentes. Hoy vamos a dedicarnos a hablar de los ríos que adornan con collares de perlas los bellos contornos de la ciudad más típicamente bella de Cuba.

No hay otra ciudad en Cuba con más puentes que Matanzas: cinco de ellos, centenarios, y otros 24, de mayor o menor importancia. Tres ríos principales atraviesan la pintoresca ciudad con histórico donaire: el San Juan, el Yumurí y el Canímar. Sobre los dos primeros, que atraviesan el centro urbano, se han levantado cuatro puentes, cada uno se ha sostenido en cimientos que cargan el peso de más de 100 años. Con tanto tiempo transcurrido es de esperarse que la historia de Matanzas sea tan antigua como los puentes que la adornan. Recordamos, incidentalmente,  la inspiradora historia del paso del Ejército Libertador de Cuba el 20 de enero de 1899, con el general Pedro Betancourt y su Estado Mayor al frente, cruzando sobre el puente que era conocido con el nombre de Romero Robledo, o Bailén. De inmediato el mencionado puente fue llamado definitivamente General Calixto García.  

Según consta en el libro del ingeniero civil Luis González Arestuche y el arquitecto Ramón Recondo Pérez, el primer viaducto del que se tenga noticia en San Carlos y San Severino de Matanzas estuvo cerca de la desembocadura del río San Juan en el año 1722. Luego se construyeron ocho más en el mismo lugar, que han sido afectados por impetuosos huracanes y agresivas tempestades. Se cuenta que en ocasiones había que usar barquichuelos o canoas para cruzar de orilla a orilla.

Un poco más distante de la desembocadura del San Juan se construyó el puente conocido como San Luis  en el año 1834, identificado por la avenida que lleva su nombre y que coincide a pocos metros con la populosa calle 2 de mayo, donde se yergue el Instituto de Segunda Enseñanza de la Ciudad y que nos conduce a las Alturas de Simpson, a pocos pasos del sorprendente valle de Yumurí.  

Sobre el Yumurí, ya cercana la entrega de su caudal a la preciosa bahía matancera, se construyó en 1732 un rudimentario puente que en el año 1878 se irguió definitivamente con el nombre de La Concordia que hasta hoy permite todavía el paso desde Versalles a Matanzas y parcialmente es camino obligado para los viajeros que se trasladan desde La Habana a la incomparable playa de Varadero.

Poco conocido es el hecho de que en el siglo XIX se construyeron otros puentes en la fecunda ciudad de Matanzas. Sobre el río Buey Vaca, afluente del Canímar, ubicado a la salida de Matanzas hacia Varadero, se erigió el primero en 1817 y antes de que terminara el siglo se edificó el conocido como el Puente Viejo de Buey Vaca, que todavía existe, pero como una reliquia cuyo uso se limita al placer de contemplarlo. Sobre el suntuoso Canímar, casi al final de su encuentro con el mar, se terminó de construir en el año 1951 el maravilloso actual puente, conocido como el puente más hermoso de Cuba y una joya arquitectónica del Caribe.

Hay una vieja línea de tren, hoy en desuso, extendida en la amplia entrada de la bahía Matancera, sobre el gallardo río San Juan, conocida como “el puente giratorio”, y otro antiguo puente para el ferrocarril, elevado sobre el romántico río Yumurí, ambos símbolos vivientes de la imaginación  y la habilidad creativa de hombres que vivieron más allá de su época. Vimos en varias oportunidades cómo se abrazaban dos secciones de puro hierro que se movían desde las orillas del río para abrirle paso en medio de las aguas a las embarcaciones que iban rumbo al mar en procura de sus destinos. Se afirma que la estructura férrea del “puente giratorio” fue traída desde Nueva York. Al principio el pueblo popularizó el puente con el apelativo del Puente de Oro”; pero pasados pocos años empezaron a llamarlo “el puente negro”, por el negruzco color que lucían sus metales. Cuentan voces del pasado que de manera increíble el puente giraba 180 grados en un minuto y cuarenta segundos, por supuesto, siempre bajo el control y la vigilancia de un supervisor profesional.

El puente que mayor tiempo acumula en su existencia es el de La Concordia, cuyas columnas constituyen emblemas de la ciudad de Matanzas. Fue el primer puente de hierro de Cuba, inaugurado por el Capitán General de la Isla, Arsenio Martínez Campos en el año 1878. El segundo lugar en antigüedad  lo ocupa el Calixto García, “el de hierro” o “el de la calzada de Tirry”, concluido en el año 1897. La estructura metálica fue elaborada en Bélgica y lo más dificultoso fue su montaje.  Es un puente de impenetrable solidez, de tramo recto, con 6,30 metros de ancho y un peso de 564 toneladas. Ese puente antiguo y vigente une los barrios de Pueblo Nuevo con el centro de la ciudad de Matanzas y por decenas de años fue transitado como un tramo de la carretera central de la Isla que hermana la Punta de Maisí con el Cabo de San Antonio. Muy cerca del puente se luce en su galanura el gran teatro Sauto, templo donde se ha exaltado el arte en todas sus dimensiones.

Sin llegar a la longevidad de sus predecesores, no se quedan relegados en utilidad y belleza otros tres puentes que son legítimo orgullo de la añorada ciudad de Matanzas: el Sánchez Figueroa, el llamado Antonio Guiteras y el de Bacunayagua, estos dos, relativamente alejados del centro de la ciudad. Es oportuno aclarar que el puente Sánchez Figueroa es conocido por los matanceros como el puente ya mencionado de San Luis. Recordamos que ese puente queda a no muchos metros del antiguo Santuario de la Iglesia Presbiteriana, enclavada en la avenida Milanés. Desde allí fuimos en reiteradas ocasiones para recostarnos a las barandas del puente para ver a fornidos y ágiles jóvenes lanzarse a las aguas del río en conquista de las monedas que turistas y curiosos lanzaban al azar. El nombre que ostenta este peculiar puente, el primero de hormigón armado en la Isla “llave del Golfo”, es el del General de la Guerra de Independencia cubana, Silverio Sánchez Figueras.

El hermoso puente que se eleva paralelo a la carretera que une a Matanzas con la vecina ciudad cardenense, es sin lugar a dudas uno de los más elegantes de Cuba, conocido con el nombre de  Antonio Guiteras, e inaugurado en el año 1951. Está compuesto por tres arcos dobles de hormigón armado, tiene una longitud de 297 metros y una altura superior a los 35 metros. Se eleva orgulloso sobre la desembocadura del río Canímar, en cuyas riberas abundan los muelles para albergar embarcaciones en su mayoría turísticas que ofrecen deliciosos viajes que se desempeñan entre vistosos follajes y horizontes poblados de aves y de flores. El río fue lamentable escenario del que hemos hablado en otros artículos; pero no queremos hoy referirnos a una tragedia que cierre este trabajo con un epílogo de lágrimas.

Probablemente muchos de los amigos de LIBRE que nos conceden el honor de leer este artículo tienen alojados recuerdos sentimentales en el corazón relacionados con alguno de los ríos que visten de luz y de gloria la inolvidable ciudad de Matanzas. Yo recuerdo que en etapas de mi desempeño pastoral residí al oriente de mi ciudad nativa, y que siempre que el autobús en el que viajaba se acercaba a las playas que nacen de la bahía y se recuestan sobre una alfombra de arena, los colores del mar, la extensión azul del cielo y el regio verdor de los paisajes me trasladaban a los brazos de mi madre en los ya muy distantes días de mi infancia.

El río San Juan se desliza muy cerca de lo que era el hogar de mis abuelos maternos. Allí, a sus orillas me sentaba con mis tíos en la aventura de pescar, faena en la que nunca he sido hábil; pero las veces en que me lancé a las limpias, cálidas y tranquilas aguas del río sentía como si fueran los ángeles los que me mantenían a flote al suave amparo de sus alas. 

Ana, mi dulce abuelita paterna vivía en una linda casa cuya terraza interior se codeaba de amistad con el río San Juan. A muy poca distancia se erguía orgulloso y señorial el puente Calixto García. Varias veces me acerqué a las férreas columnas que lo sostienen y disfrutaba la sombra y la relativa soledad de un momento con Dios.

¡Gracias a Matanzas y a sus puentes!

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