“MATANZAS LENTA, YO ADORO TUS LIQUENES PUTREFACTOS, TUS RAYONEROS, TUS PACTOS CON CREPÚSCULO DE ORO…”.

Written by Roberto Cazorla

3 de noviembre de 2021

“Además de su poesía, Matanzas sigue alojada en mis recuerdos, su Valle de Yumurí, el Parque de la Libertad, sus Cuevas de Bellamar, la Ermita de la Caridad del Cobre en La Julia, las playas el Tenis y Buey Vaquita, el Castillo de Peñas Altas, y un sin número de paisajes que resulta imposible borrar de mis recuerdos a pesar de mis 58 años de exilio, y sin haberla pisado jamás”.

Un Reportaje Especial y Exclusivo  para LIBRE de Roberto Cazorla

Nuestro corresponsal en España

Amigo lector, no es fácil hablar de Matanzas, vivir convencido de que, en mi caso, desde aquel día (no recuerdo exactamente) en que la “dejé” para irme a La Habana con el fin de desarrollar mi humilde carrera de actor profesional, la que fuera considerada “Atenas de Cuba” (por su avanzado mundo intelectual y artístico) perdura en mis recuerdos y es raro el día en que no acude a ellos algo de lo que marcó mi “desarrollo” cultural y psicológico. Casi todos mis lectores saben que, cuando menciono a la que sigo considerando la mejor poetisa de toda Latinoamérica, Carilda Oliver Labra, me refiero a la que me “amamantó” con sus consejos, su aportación literaria, y, por supuesto, mi desarrollo tanto poético, como   cultural, que, por lo tanto, acuda a mis recuerdos alguna de las décimas que componen el “Canto a Matanzas” más sublime, insuperable, escrito con la palabra “amor” en mayúscula, cuya autora fue Carilda Oliver Labra que, como saben mis amigos, fue mi “tutora” literaria cuando llegué, siendo un adolescente, a la ciudad que tanto ella amó y le fue fiel hasta el último día de su existencia. La Carilda fue “mía”, protagonista de mi humilde trayectoria, puesto que, sin ella, lo poco que sé, no lo habría aprendido, es aquella que no había “santificado” al mayor asesino que ha existido en la historia americana: Fidel Castro. Los “monólogos” expresados por ella tras la ansiada muerte de mayor H. de la gran P., decepcionaron a muchos de sus seguidores, tanto, que a partir de entonces la “enterraron” en el más profundo olvido. Llegó a decir barbaridades como que: “Fidel es tan grande, que no cabe en un poema, sino que hay que hacerle una epopeya”. Desde entonces, mi “tutora”, mi “amada” intelectual, se transformó en alguien que, como dijo en un poema el ilustre poeta cubano José Ángel Buesa: “Pasarás por mi vida, sin saber que pasaste”. Nunca, jamás, existirá en mi reducido grupo de verdaderos amigos, alguien que justifique, alabe al verdugo cubano, ni al régimen comunista allí donde impere. Si conseguí que mi única hermana, me fuera indiferente, porque por su culpa no pude despedirme de mi madre cuando decidí huir de tan sanguinario régimen, ¿cómo no lo voy a hacer con personas que, como Carilda, me decepcionaron tan miserablemente?

“REMEMBER”

Lo expongo en estas páginas del número dedicado a nuestra inolvidable ciudad, pero repito y subrayo que, cuando me refiero a la poetisa de la Calle Tirry 81, es aquella que conocí y que borré de mi mente el día en que se derritió de emoción almibarada, al referirse al considerado el más cruel asesino de lesa humanidad, como nuestro salvador, incluso nunca me hizo “gracia” su famoso “Canto a Fidel” que tanto ha explotado el régimen y le ha metido en “los sesos huecos” a los niños desde su corta edad.

Es por eso que cito de su hermoso canto: “Por el Pompón donde bebo, / por el Canñimar que cruza/ hacia el mar desde mi blusa;/ por esta pena que muevo/ lo juro, por Pueblo Nuevo/ que es de rodillas jurar/ quisiera hacerte un cantar/ con rezos, con margaritas,/ con jarcias y estalactitas/ robadas a Bellamar…”. “Remember”, no nos confundamos, estoy citando fragmentos de un canto escrito mucho antes de que confesara su amor por el miserable que esclavizó a 11 millones de cubano. Lo hago porque tanto su obra, como la del traidor Pablo Neruda que, sin el más mínimo respeto a 100 millones de asesinados por el comunismo soviético, le dedicó una oda al también asesino y creador de toda la maldad humana, el endiablado Jósif Stalin que, junto a Hitler fueron los más asesino del continente europeo.

“Matanzas lenta, yo adoro/ tus líquenes putrefactos, / tus rayoneros, tus pactos/ con crepúsculos de oro; / y sigo aquí: no demoro/ mi cariño en otros valles…/ Desde la Playa a Versalles/ te repito como un cuento/ y soy un ciclón violento/ de soledad por tus calles”.

No creo que exista otro poeta de nuestra Atenas, que haya superado la belleza, el amor a un “terruño” como lo que dicen estas décimas. Tampoco creo que se pueda hablar, escribir sobre Matanzas, sin citar a la que nos dejó una obra poética incomparable. El amor que vibra en quien escribe, Roberto Cazorla, me impide escribir sin que aparezca el nombre de dicha señora que, aunque nos traicionó apoyando al más siniestro asesino, tenemos que tener valentía para desasir a aquella que me abrió los brazos cuando “aterricé” en la capital yumurina, de la que escribió el “Canto a Fidel”, que resulta aborrecible porque, no me entra en la “mollera” que una persona dotada por una presunta sensibilidad, pueda inspirarse en la figura de alguien que demostró ser un asesino desde su época estudiantil en la Universidad de La Habana.

ANTONIO MEDERO

Además de su poesía, Matanzas sigue alojada en mis recuerdos, su Valle de Yumurí, el Parque de la Libertad, sus Cuevas de Bellamar, la Ermita de la Caridad del Cobre en La Julia (situada entre mi pueblo natal, Ceiba Mocha y Matanzas), las playas el Tenis y Buey Vaquita, el Castillo de Peñas Altas, y una variedad de paisajes imposible borrar de mis recuerdos a pesar de mis 58 años de exilio, y sin haberla pisado jamás, exceptuando en mis sueños. El panorama que vislumbré desde la altura del Parque Central, formado por la ciudad en primer término y, a continuación, la impresionante vista de la bahía, que recuerdo como una de las bellezas más impactantes que, me basta con cerrar los ojos un minuto para verla tal como la primera vez, entrando a la ciudad procedente de Ceiba Mocha, en una de las Guaguas de Fernando Tirse. La Plaza del Mercado, mis años de adolescencia recorriendo sus calles repartiendo “cantinas” (comida a domicilio); mi trabajo en la tienda “La Estrella”, en la calle Cuba esquina a Dos de Mayo, del asturiano Manuel Campa. Me veo subiendo las escaleras del Instituto Mercurio donde estudié secretariado, situado en la calle del Medio y Santa Teresa, el Ten Cent, lugar de cita de los jóvenes. La casa del edificio de la calle Zaragoza Nº 5, en la que habitaba también la familia de Antonio Medero, y que visitaba el hoy abogado y hombre de letras Mario Tápanes Jr. (Mayito para sus amigos) entonces novio de Gloria Medero, pareja que, hasta hoy, se mantiene unida y creadores de una familia ejemplar, residentes todos en Los Ángeles (Estados Unidos).

“Matanzas, bendigo aquí / tus malecones mojados, / los árboles desterrados/ del Paseo de Martí/ y el eco en el Yumurí/. Y van mis lágrimas, van/ como perlas con imán/ o como espejos cobardes/ a vaciar todas las tardes/ sus aguas en el San Juan”.

Siempre que leo este sublime canto, que solo pudo inspirar una ciudad como Matanzas, me brotan lágrimas que de tanto padecer el exilio, me humedecen los latidos del corazón.

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