El escritor novelista e historiador, Héctor Darío Pastora, afirmó que tanto Rubén Darío como José Martí, fueron dos guerreros invencibles que dejaron el más grande legado de lucha libertadora.

 Pastora, con ocasión del natalicio del apóstol cubano Martí, dijo que la historia sabrá algún día recompensar toda la lucha que libró este prócer tanto fuera como dentro de Cuba hasta el punto de que sacrificó su vida en aras de la libertad.

“Hoy estamos recordando a esos dos grandes pilares que nos enseñaron el verdadero amor de patria, hasta el punto, que murieron por sus países, pero dejaron para las futuras generaciones toda una leyenda de batallas patrióticas e inmemorables”, dijo Pastora.

“Ahora como Movimiento Dariano traemos a colación el encuentro del poeta Rubén Darío con José Martí en Nueva York, mayo de 1893, que dejó todo un recordatorio para la historia de Nicaragua y Cuba”.

“En mayo de 1893, hace 131 años, se produjo el histórico encuentro del apóstol José Martí y el poeta Rubén Darío en Nueva York, siendo el escenario una asamblea cívica en pro de la independencia de Cuba”, expresó Pastora. 

“En esa ocasión Darío viajaba a París, Francia, con destino a Buenos Aires, Argentina, en su carácter de cónsul general de Colombia. Pero dos años después con ocasión de la muerte heroica de Martí el 19 de mayo de 1895, Darío exaltó como nunca el patriotismo de Martí”, afirmó.

“El fraternal encuentro lo destacó Rubén Darío en su autobiografía que dictó en Argentina en 1912, con sentidas evocaciones de la lucha del apóstol por la emancipación de su patria del reino español”, resaltó.

“He aquí algunos párrafos del magistral escrito: “Oh Cuba! eres muy bella, ciertamente y hacen gloriosa obra los hijos tuyos que luchan porque te quieren libre; Cuba admirable y rica y cien veces bendecida por mi lengua”, destacó Pastora.

“Más la sangre de Martí no te pertenecía; pertenecía a toda una raza, a todo un continente; pertenecía a una briosa juventud, que pierde en él al primero de sus maestros; pertenecía al porvenir Martí”, expresó con vehemencia Pastora.

“Martí pensador, Martí filósofo, Martí músico, Martí poeta siempre, su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina, quien se acercó a él se retiró queriéndolo, ya sabrá el mundo lo que tú eras, pues la justicia de Dios es infinita y señala a cada cual su legítima gloria”, insistió.

“Es difícil señalar con precisión cuándo comenzó el magisterio de José Martí sobre la obra del nicaragüense, aunque sí sabemos cuándo se conocieron ambos poetas. Darío admiraba profundamente a Martí al reseñar que “su obra fue más grande de lo que piensa ahora mismo la humanidad”.

 “Yo admiraba altamente el vigor general de aquel escritor único, a quien había conocido por aquellas formidables y líricas correspondencias que enviaba a diarios hispanoamericanos, como La Opinión Nacional, de Caracas, El Partido Liberal, de México, y, sobre todo, La Nación, de Buenos Aires (2003, 66)”, añadió Pastora.

“Darío, precisamente, fue a escuchar la oratoria de Martí, su discurso revolucionario, y quedó tan impactado como el resto del público. En palabras de Darío: Cuando concluyó, los aplausos eran una tempestad”, sostuvo Pastora.

“Para el nicaragüense, lo más impactante del encuentro fue que aquel hombre cuya fama le precedía, lo tratara como un padre: “Pasamos por un pasadizo sombrío; y, de pronto, en un cuarto lleno de luz, me encontré entre los brazos de un hombre pequeño de cuerpo, rostro de iluminado, voz dulce y dominadora al mismo tiempo y que me decía esta única palabra: ¡hijo!” , recordó Pastora sobre ese histórico encuentro.

“Darío, acto seguido, describió la prosa de Martí como llena de vitalidad y de color, de plasticidad y de música», una prosa en la que se transparentaba el cultivo de los clásicos españoles y el conocimiento de todas las literaturas antiguas y modernas”, expreso emocionado Héctor Darío Pastora.

“En La insurrección en Cuba, el autor de Azul… exalta, asimismo, los valores patrióticos y revolucionarios, así como el alto valor moral y estético del que, “con sus encendidos discursos hacía centellear los ojos, fruncir los labios y crujir el corazón”. Darío no dudó de que Martí “era  el escritor amazónico”, “el escritor más rico en lengua española,  y  el Vanderbilt de nuestras letras”.

“Porque no hay sobre la tierra quien arriende mejor un periodo, no hay quien tenga un troj de adjetivos como la suya, ni un tesoro de adverbios, ni una ménagerie de metáforas, ni un Tequendama verbal como el suyo” , sintetizó.

“Al final del discurso e invocación, Darío no dudó de que, si Cuba consigue la independencia, sólo a José Martí, el apóstol de la revolución, corresponde ser el presidente de la República, porque como héroe, siempre se lo había merecido”, enfatizó.

“En dicho comentario, se nos aparece un Darío que tiene constancia de que Martí ya escribía en el diario El Porvenir, de Guatemala, así como de que éste habló del poeta José Joaquín Palma comentando que era «el mejor rimador de amores. Darío, ya en esta fecha de 1888 (el año de la publicación de Azul…), había asimilado plenamente el estilo martiano”, añadió.

 Y, posteriormente, en Los raros, de 1896, en conmemoración por la muerte de Martí, Darío realizó un retrato elogioso del héroe cubano, recordando su exilio y sus escritos a los diarios de México, Venezuela y Buenos Aires”.

“Con esto demostró el profundo conocimiento que el nicaragüense tuvo del poeta cubano. Asimismo, transcribió algunos de los Versos Sencillos, como “Los zapaticos de Rosa”. Darío se lamentó de la muerte del prócer, que vio como un martirio o una inmolación”, concluyó Pastora.

“Y ahora, maestro y autor y amigo, perdona que te guardemos rencor los que te amábamos y admirábamos, por haber ido a exponer el tesoro de tu talento… Cuba quizá tarde en cumplir contigo como debe. La juventud americana te saluda y te llora; pero ¡oh, maestro!, ¡qué has hecho!”, dijo finalmente refiriéndose a Darío y su admiración por el prócer cubano.