El éxodo del Mariel marcó época como una de las mayores violaciones de los derechos humanos. Fue un “masacre” al estilo Fidel Castro. Gracias a este joven escritor que conjugó las inmundicias de aquel éxodo en un libro que quedará como uno de los testimonios más fehacientes de una de las mayores desgracias en el continente americano.
“Al pie de las montañas”, título aparentemente simple, lo será para aquellos que no usan la imaginación (si Dios les dotó de ella). Aunque algunos lectores crean que la trama ocurre junto a una serie de montañas, formadas por ese elemento de la naturaleza que es la piedra, personalmente (lo he leído en dos ocasiones), he sentido el cansancio que produce el peso de “sus” montañas que, para mí, simbolizan las desgracias que componen el exilio cubano, más, en cómo el autor tuvo que enfrentarlo: ¡Es un superviviente del éxodo del Mariel! Quizá a los insensibles les “suene” como una simple anécdota.
Con esta obra, De la Paz, colabora (¡y de qué forma!) a que el genocidio comunista no se quede en la “cola” de la historia del siglo XX. El propósito del comunismo. Nos aporta el “retrato” de un panorama desgarrador, (uno de los más dramáticos en Latinoamérica) desde que pisa la lancha que lo salvó de la Hoz y el Martillo, hasta que fue “lanzado” en un lugar que, exagerando la comparación, hubiera podido ser un campo de concentración, no porque fueran torturados y menos a trabajo forzoso, sino por el encierre hasta verse impedido de reflejarse en las “montañas” de pesares, angustias y preguntas sin respuestas. Escritor y poeta desde su adolescencia, Luis de la Paz encontró en el sórdido mundo en el que la vida lo había arrastrado, un material fantástico que merecía escribirlo, para demostrarle a los que creen en el comunismo, hasta qué punto tan fratricida ideología puede arrastrar una “caravana” de hombres que no han cometido delito.
Ser creador de cualquier manifestación artística, y no dejarles a las futuras generaciones, un material que denuncie cuán víctima fuimos los cubanos, así como los que, en diferentes rincones del mundo, siguen siendo prensados por tan malévolo sistema, es erróneo. Más, si el protagonista es escritor, como en este caso. Como cubano que ha sentido en sus carnes el fusilazo de tan siniestro régimen, ha cumplido con nuestra historia; nos ha regalado un testamento que seguro, donde exista la democracia, su libro estará en las bibliotecas para que las generaciones venideras no se dejen engañar y reconozcan hasta qué punto los cubanos fuimos víctimas de un destino que no merecíamos.
La retahíla de personajes con los que trabajó es elogiosa; cómo los mueve y le inyecta a cada uno los frascos adecuados a su (a veces) frustrada personalidad; a sus sentimientos (enormemente dispares) y hasta la falta de sensibilidad de muchos. A él le tocó convivir con decenas de esos personajes bajo el mismo techo; a encontrárselos en las improvisadas callejuelas (supongo) de aquella ciudadela convertida en un “cuartel general” para víctimas del comunismo.
NUESTRA HISTORIA
El éxodo del Mariel marcó nuestra historia, como una de las mayores vejaciones y violación de los derechos humanos. Fue otro “holocausto” estilo Fidel Castro, enviando como merienda a los tiburones a centenares de seres, entre ellos deficientes mentales, vaciando los psiquiátricos, así como las mazmorras en las que tenía centenares de delincuentes, asesinos y parásitos que le estorbaban. Gracias a Dios, tenemos al joven escritor Luis de la Paz, que acumuló todas las inmundicias de ese éxodo plasmándolas en un libro que quedará como uno de los documentos más fieles a una de las mayores desgracias ocurridas en el continente americano. El autor logra escenas tremendamente conmovedoras, entre ellas, cuando el personaje (breve) de una monja intenta enseñar a un “marielito” cómo se pronuncia en inglés la palabra “papel”, y otra cuando un grupo de ellos sostienen en sus manos una lata de “Coca-Cola” y no saben cómo abrirla. ¡Ejemplo de la crueldad y analfabetismo del comunismo!
“PEN CLUB…”
El autor, como el resto de sus personajes, se preguntaría diariamente por el futuro incierto, por la catástrofe que perfora la mente de todo aquel que le obligan a renunciar a su “madre patria” (aunque este dúo de palabras resulte manido), considero que encajan perfectamente.
Como un “Titán de Proyectos”, Luis de la Paz se debatía las 24 horas de todo el tiempo que permaneció en aquel ¿infierno?, pero jamás despojándose del ramalazo de esperanza que le pertenecía. Le constaba que más allá de aquel espacio limitado había un rayo de luz, y que él sabría soportar con ahínco porque sus experiencias lo habían convertido en un ser con una humanidad triplicada. Jurándose que, en cuanto pusiera un pie fuera de aquel “cortijo”, emprendería una batalla con el propósito de reafirmar su ideología que no era otra que la de vivir como hermanos, ayudar a que la democracia arrebatada volviera a sus cinco sentidos que tanto puso en práctica para soportar tantas dudas y miedos.
Radicado en Miami, para orgullo de nuestro exilio, ha publicado varios libros entre ellos cuentos, memorias, teatro, poesía, ensayos, etc. Una obra joven, pero madura y con callos en la responsabilidad que Dios le confió como escrito. Es un ejemplo de superioridad, además de haber tenido la suerte de rodearse de amigos “colegas”, y artistas de todas las facetas, desde que piso suelo estadounidense juró dejarse la piel por su hermosa isla que sigue agonizando tras 63 años. Su lucha por superarse, le ha llevado a merecer la presidencia del “PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio”. Cargo que merece y que con pasión desempeña a favor de nuestra cultura en el destierro. Está en posesión de más de una decena de premios internacionales y estadounidenses. Es editor y fundador de la revista literaria “Ateje”. Tiene su columna en el diario “El Nuevo Herald”, y fue (no sé si lo sigue siendo) un pilar en las páginas del “Diario las Américas”.
Tras el “parto” de esta necesaria obra, Luis de la Paz puede dormir tranquilo, sabiendo que muchos exiliados como él, le están eternamente agradecidos.
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