LUIS CASAS ROMERO el famoso autor de “El Mambí”

Written by Libre Online

3 de enero de 2023

Por Luis Ángel Casas (1952)

Luis Casas Romero fue el creador de la “criolla” género de canción cubana que marca la época de transición de nuestra música, en que se arraigó un nuevo estilo romántico. 

Este gran compositor escribió “Carmela”, que fue la primera “criolla” a principios de 1909.

“Tu mirada angelical

embriaga, Carmela,

cual suave licor;

y encierra

tanto ideal,

que sueño un mundo

en gozar tu amor”.

“Carmela” influyó poderosamente en toda una generación de músicos cubanos. Puede asegurarse que le dio forma al movimiento nacionalista.

A esta “criolla” siguieron “Hortensia” y “Lola”. Don Anselmo López, editó, la trilogía inicial.

Algún tiempo después, ante el triunfo conquistado por Casas, Jorge Anckermann concibió una “criolla” titulada “Nena mía” y, a partir de ese momento el género de canciones creado por Luis Casas Romero empezó a tener continuadores.

Para corroborar lo anteriormente expuesto, léase la contestación al discurso del ingreso del académico electo Maestro Luis Casas Romero, en la que Eduardo Sánchez de Fuentes dijo de manera terminante:

“El maestro Casas se fue moldeando en el ambiente de la música cubana y su talento dio a nuestro acervo folclórico fruto estimable, cultivando él primero el ritmo de la criolla que Jorge Anckermann, Gonzalo Roig, el que os habla, (es decir, el propio Sánchez de Fuentes) y otros compositores de entonces reafirmaron dentro de nuestra música representativa”.

Luis Casas Romero legó a la posteridad más de un centenar de bonísimas “criollas” y entre ellas mencionaremos “Juanita”, “Quisquellana”, “Estela”, “Camagüey”, “Habanera”, “Bajo el Palmar”, “Guajirita”. Pero sin lugar a dudas la obra cumbre del género es “El Mambí”, con letra de Sergio Lavilla:

“Allá en el año 95

 y por las selvas de Mayarí,

una mañana dejo el bohío 

y a la manigua salió un mambí.

Una cubana que era mi encanto 

y a quien la noche llorando vio

al otro día con su caballo, 

busco mis huellas y me siguió.

Aquella niña de faz trigueña

 y ojos más negros que la maldad,

unió sus fuegos a mi fiereza 

y dio su vida a la libertad. 

Un día triste cayó a mi lado 

su hermoso pecho sangrando vi

y desde entonces fue más ardiente,

Cuba adorada, mi amor por ti.

“¡Y desde entonces fue más ardiente,

Cuba adorada, mi amor por ti!

 Su célebre bolero “Si llego a besarte”, como señala Orlando Martínez, es “uno de los más felices y hermosos de cuantos se han compuesto en Cuba. Los versos del propio Luis Casas Romero son dodecasílabos de seguidilla:

“Dicen que tus caricias no han de ser mías, 

que en mis amantes brazos no he de estrecharte 

y yo he soñado anoche que me querías, 

y aunque después me muera, quiero besarte.

Dame un beso y olvida que me has besado

y te ofrezco la vida si me la pides, 

que si llego a besarte como he soñado. 

Ha de ser imposible que tú me olvides”. 

Igual fama han conquistado sus caprichos cubanos, sus serenatas, sus conciertos, guajiras y guarachas, sus zarzuelas, sus operetas, sus revistas, sus marchas militares, sus poemas sinfónicos, sus oberturas. De sus números más populares recordamos: “Soy cubano” (versos de Manuel Serafín Pichardo), “Amor”, “Entre Sombras”, “Soy Guajiro”, “Ya Vivo el Amor”, “Viviendo el Dolor”, “Adiós”, “Mi Casita”, “Al pie del Coco”, “A orillas del Tinima” etcétera, etcétera.

De sus producciones para el teatro no es posible ni siquiera intentar la reseña en unos como estos breves datos biográficos.  Los habaneros del 1906 recuerdan perfectamente aquellas estampas del género criollo, aquellas revistas y aquellas zarzuelas cubanas que tan brillante éxito alcanzaron y tan aplaudidas fueron por el pueblo y por la crítica de entonces. 

Su obertura “Martí” constituye un selecto trabajo descriptivo de melodía y armonía. A la misma altura lírica y técnica, se hallan sus marchas fúnebres “Patria” e “Inocentes”, dedicada esta última a los estudiantes fusilados en el 71. Así como el “Himno de la Misericordia”, el “Himno Universitario” y el poema sinfónico “La vida”, en el que está incluida su bellísima “Avemaría”.

El capitán Luis Casas Romero nació en la ciudad de Camagüey el 24 de mayo de 1832 y murió en La Habana el 30 de octubre de 1950. Comenzó sus estudios musicales por vocación a la edad de 9 años y a los 10 ya mereció figurar en la orquesta de la Sociedad Popular de Santa Cecilia de la que fue nombrado Miembro de Mérito a los 12 años. 

Provocó la admiración de sus oyentes con la ejecución en la flauta de muy difíciles obras de concierto, interrumpió sus estudios que realizaba en las Escuelas Pías de Camagüey, a la edad de 15 años para lanzarse al campo de la revolución a combatir por la libertad de la patria. A los veintidós llegó a ser considerado uno de los flautistas más grandes de América y del mundo. Cuando se trasladó a La Habana el alcalde Dr. Cárdenas, organizó un concurso para discernir los premios nacionales de Composición, Orquesta y Banda.  Luis Casas Romero obtuvo los tres primeros premios. 

Fundó, organizó y dirigió la Banda Infantil de Camagüey; recorrió la isla como director de compañías de zarzuela, en los teatros habaneros, alcanzó los más envidiables y ciertamente envidiados éxitos como autor, director y concertador de muy notables piezas líricas dramáticas de asuntos populares. De aquí saltó a México al frente de una compañía.

En este país, tuvo toda clase de venturas para su alma de artista. La crítica reconoció entonces la belleza del arte musical cubano, así como nuestro más preciado teatro Vernáculo. 

Durante varios años fue Primer Flauta en las orquestas de las más importantes compañías de ópera italiana que actuaron en esta ciudad y acompañó a las más eminentes sopranos que desfilaron por nuestros coliseos. 

El capitán Casas fue asimismo profesor de Teoría de Música, Solfeo, Armonía, Composición e Instrumentos de Banda y Orquesta en el Conservatorio Nacional, hasta que ingresó en el Ejército de la República entre 18 aspirantes por oposición con el grado de Primer Teniente.

Fundó y organizó la Banda de Música del Campamento de Columbia y su labor al frente de la Banda de Música del Estado Mayor General del Ejército es bien conocida de todos. 

Si valiosa y plausible fue su actuación como instrumentista y pedagogo, más lo fue su tarea de director y compositor. Fecundísimo obtuvo varios primeros premios en concursos internacionales, diplomas y medallas ganados en buena lid tanto en Cuba como en el extranjero y diversas condecoraciones por múltiples servicios hechos al Ejército y a Cuba, entre las cuales ostentó la de Veterano y las de Mérito Militar. 

Fue miembro de Número de la Academia Nacional de Artes y Letras e Hijo Predilecto de la ciudad de Camagüey. 

El auge de su música es cada día mayor, sus “criollas”, que son las más criollas, llevan el alma cubana incrustada en sus giros y en toda su constitución armónica. 

“En los últimos años– escribió el maestro–ha influido poderosamente en nuestro desenvolvimiento cultural la radio, ese vehículo etéreo que entra en todos los hogares, desde el más humilde hasta el más elevado y que tanto bien podría suministrar a la sociedad cubana si se le prestará mayor atención”.

Y para ilustrar con ello sus palabras, llegó a ser en su tiempo el más eficaz de la radiofonía en Cuba, uno de sus primeros propulsores, ya que, desde los momentos iniciales de este avance de la civilización, la música y las corporaciones musicales cubanas fueron del dominio universal gracias a la gran difusión que de nuestra música vernácula hizo el maestro Casas en sus transmisiones por la estación de radio que fundó un día la COCO. 

“Llene el artista su papel –nos dejó dicho– premie al mundo con obras de arte; piense seriamente que es una obra de arte y que es un artista; vea al Arte como una emancipación, no como garfio, que sujete al vicio; téngase por artista, no al ser que, de espaldas a la fama por la codicia desmedida, se entierra en la infamia, sino a un pebetero humano que quema poesías y no percibe otra cosa en la existencia que la fúlgida estrella del ideal estético que pasa por el cielo de la vida rasgando su envoltorio de tinieblas. 

Sí, su labor como pionero de la radio en Cuba no puede mirarse con ojos de comerciante, pues él nunca lo fue. Hay que mirar esa labor con ojos de artista y de patriota, que es lo único que él quiso ser y fue íntegramente.

 Algunos años antes de morir, el maestro nos hizo una singular advertencia de la más palpitante actualidad todavía:

“Hoy en nuestra Patria estamos viendo la ausencia casi absoluta de nuestros verdaderos ritmos y melodías. Esto nos obliga a la meditación más acuciosa sobre el particular y a insistir más y más cada día dando el alerta para que la mistificación apuntada no siga tomando mayor incremento y retornemos a lo que parece ya perdido, olvidado y a lo que es una necesidad imperiosa al reino de lo nuestro, dulce y confortable, al cultivo del arte. En la canción cubana, tierna y espiritual como los inte-riorizaron, nuestros antepasados que entonaban sus melodías y sanos versos. Inspirados en la ternura y sencillez de nuestras costumbres como tierna y sencilla era aquella época en que se producía lo puro de nuestro sentir y en la que nuestros músicos y poetas supieron legarnos glorias infinitas sin haber tenido necesidad de recurrir a influencias extrañas, utilizando sí lo que es imprescindible: talento para producir y estudio y amor para sentir el Arte”.

Sería conveniente que los cubanos no olvidaran la biografía de este gran artista que se llamó Luis Casas Romero, ya que de la esencia de estos propulsores se sirven los pueblos para sus empresas culturales y espirituales.

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