Los Reyes Magos

Written by Libre Online

2 de enero de 2024

Por Eladio Secades (1951)

No es preciso pasar frente a una juguetería para comprender que ha llegado el día de los Reyes. Bellísima leyenda de calidoscopio usada por los padres para creer que engañan a los hijos. Y por los hijos para engañar a los padres, diciéndoles que todavía creen. 

El hijo viene a confesar que no cree en los Reyes Magos, cuando ya no le interesan los juguetes de los niños y empieza a divertirse con los juguetes de los hombres. Que es cuando empieza a divertirse con la mujer. Sin que el concepto tenga la pretensión de demostrar que la mujer se parece al juguete, bien que al principio distrae y luego aburre. Todo padre tiene la aspiración inhumana de que se prolongue la candidez del niño, hasta más allá de donde empieza el hombre. 

El hombre empieza cuando el niño ya no tiene necesidad de vivir de los padres. Por eso los hijos de pobres, o son hombres enseguida; o enseguida son sinvergüenzas. Y por eso hay casos de hijos de ricos que ligan la infancia a la vejez, y esperando el peso del domingo para ir al cine. Cuando al hijo grande se le da un peso para ir al cine, ya se sabe que se le da un peso para que no vaya al cine. Que es el mismo engaño de los Reyes Magos. Pero al revés. Porque en este caso es el padre quien se finge engañado. Las relaciones entre padres e hijos son una sucesión de engaños mutuos. El más cándido de todos es el padre que quiere hacernos ver que para su hijo no es un padre, sino un amigo.

No acabamos de comprender que el niño es la gran lógica del reino animal y nos obstinamos en llenar su vida de creencias ilógicas. Y le decimos que los Reyes Magos, con los camellos cargados de juguetes, vienen del desierto. Y que los recién nacidos vienen de París. Cuando la malicia natural del niño le induce a pensar que si el baby, efectivamente, vino de París, porque gritó tanto la señora. La piñata es otro gran error de la educación de los infantes. Porque en la piñata el niño desde muy temprano aprende a dar palos a ciegas. Que es hábito y privilegio de hombres.

En Cuba la pedagogía anda por los suelos. No hay derecho a torturar la mente de la niñez con pesadas e inútiles enseñanzas. Para la puntuación de terminales, y maldita la falta que el día de mañana les hará a nuestros hijos saber de memoria los ríos de Asia.

Los Reyes Magos llegan cuando se va al circo y la Secretaría de Hacienda pone en vigor los nuevos presupuestos. Es decir, cuando se desarma una cuerda floja y se arma otra. Interesante parangón entre dos equilibrios que erizan a la multitud.

Estos días tienen de original que convierten el juguete en el artículo de primera necesidad. Y el pueblo,  por una sola vez, mira el dependiente de la juguetería con el mismo respeto que le inspira todo el año el bodeguero. El bodeguero simboliza un propósito de superación económica, para el cual hace falta un carácter y un sobrino. 

Después de la carta del soldado a la novia, la del niño al rey mago diciéndole que se portó bien todo el año, es la cosa más simple y preciosa que posee el género epistolar. Ambos tienen la genialidad y el humorismo de demostrar que se puede hacer una carta prescindiendo de él “muy señor mío” lo que es todo el espíritu del corresponsal de comercio perpetuado en un molde.  El corresponsal de Comercio es una persona importante que muere sin enterarse que se pasó la vida escribiendo la misma carta.

Hay quienes gozan cuando los Reyes le traen al hijo un uniforme de oficial de caballería. Porque se hace la ilusión de que el muchacho es militar en serio y lo montan en un caballo de palo y lo retratan con el pecho lleno de reflejos. Sin comprender que todo niño vestido de oficial parece ser un botones. El botón es un aprendiz de portero a propina. Aunque por el uniforme siga pareciendo un militar de mentiras.

Tampoco creo en la quiromancia, que es la ciencia de las gitanas, que son mujeres que se visten como cortinas y que huelen como palo de gallinero. Sin embargo, acepto que en el estudio de unos zapatos viejos pueda radicar una nueva escuela filosófica. Y que algún año haya que darle el Premio Nobel a un mozo de peletería.

Solo hay una edad de verdadera y sublime inocencia. Cuando creíamos que el Rey Mago se desmontaba del camello y estremeciendo al andar el oro y la pedrería de su túnica, nos dejaba de su cofre ubérrimo el premio que nuestro comportamiento mereciera. De esa única niñez no hay otro recuerdo más lindo, ni más profundo, y más estimulante que el recuerdo de los Reyes Magos. El pincel incomparable que es imaginación del creyente, el lienzo de la noche en el desierto y la caravana que ilumina la luna y que sigue la ruta de una estrella, entre tantas estrellas que hacen claro y transparente el azul del firmamento. El camino a Belén es largo y los camellos están llenos de lentitud y de jorobas el camello debe ser el precursor del reumatismo. El camello es el fracaso de un animal que quiere ser sistema montañoso.

Era la fe de aquellos Reyes que atravesaron las arenas, desafiando las distancias, vencieron el hastío y llegaron al establo, para depositar a los pies del niño redentor mirra, incienso y oro. Con la historia de esos viajeros dulcificamos la vida de los niños. Que empiezan a ser intelectualmente independientes, y cuando saben que los Reyes no vienen y los siguen esperando. Es decir, cuando ya no les podemos engañar más y comienzan ellos a engañarnos a nosotros.

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