LOS QUE MANDAN EN CUBA TIENEN MIEDO

Written by Libre Online

3 de noviembre de 2021

Acabamos de comenzar  a transitar por el mes de noviembre. Un mes que se espera ha de ser desafiante para la tiranía castrista, tan desafiante como ocurrió el pasado 11 de julio. La expectativa mayor está centrada en el próximo paso de desobediencia civil, anunciado con fortaleza de espíritu y valor por esa parte de la oposición que en nuestro país se niega a continuar aceptando con resignación que continúen pisoteándose sus derechos y se les anuden con cadenas las alas a sus ensueños de vivir en libertad. Todo parece indicar que ha llegado el momento de emprender la marcha definitiva contra los que niegan a Cuba su derecho a la paz. Contra quienes encadenan los anhelos de alcanzar un destino mejor. Las promesas engañosas, el falso discurso de un supuesto renacer de prosperidad y radiantes alegrías, luego de más de 6 décadas de rotundos fracasos, no dejan nada más a la esperanza que la multiplicación de la miseria y la escalada progresiva  en el uso de la violencia gubernamental.

Puede que el próximo 15 de noviembre sea una fecha histórica para el pueblo de Cuba. Tal vez no. Todo dependerá de la voluntad y del coraje de esa parte de la población ya cansada de soportar pasivamente la tortura del látigo flagelando sus dolientes espaldas. Dependerá del grado de conciencia con que se acabe de entender, de una vez y por todas, que la libertad tiene un precio el cual se impone que estemos dispuestos a pagarlo o nos resignemos a vivir si ella. Aspiramos a que la participación de los que ese día salgan a las calles reclamando sus derechos sea masiva.

Sé que es difícil alzar la voz convocando a la rebeldía desde la otra orilla del Estrecho de la Florida. Pero también es difícil continuar contemplando el sufrimiento, la miseria impuesta, la perversidad de un régimen sanguinario y cruel, depredador de todo lo que signifique respeto a la dignidad humana. Si algo hoy me mueve a dar ánimos a quienes tratan de encontrar el camino más corto hacia el ansiado final de la tiranía, es el haber sido parte de los que cerraron el puño y entregaron con estoicismo su juventud a la causa por la libertad de su pueblo, sin importarles el precio a pagar.

Tengo plena conciencia de que en estos momentos una buena parte de la juventud cubana sufre persecución y cárcel. Son ellos parte fundamental de nuestras preocupaciones de cada día. De nuestras angustias, porque al igual que ellos durante largos años, como prisioneros políticos  sufrimos encarcelamiento y torturas, la orfandad de nuestros hijos, el desgarro sangrante en nuestra piel, lacerada por el filo de la bayoneta.

Ojalá nuestro país durante estas más de seis décadas de confrontaciones hubiese tenido la oportunidad de ser dueño de su propio destino. De vivir en democracia, no como un pueblo en eterno sacrificio, sujeto a la voluntad caprichosa de un tirano diabólico, cuya mente, enferma de poder y de gloria, era como una fuente surtidora del mal, alimentada por  caudalosos ríos de trampa, de odio y de violencia. Fue la vida de este tiranuelo un legado de maldad. Un océano de vergüenza que perdurará como una mancha imborrable en la historia de Cuba. Un naufragio económico, filosófico y moral la filosofía política que se empeñó en imponer valiéndose de los métodos más perversos de sometimiento aniquilador del derecho al libre pensamiento, a la espontánea creación, a la paz y a la prosperidad de la familia cubana.

Abundantes han sido los intentos, y los fracasos, de quienes a través de los años, sin hurgar en la historia de otros pueblos que sufrieron también las angustias impuestas por regímenes comunistas, creyeron de buena fe en la posibilidad de un diálogo armonioso con los que imponen en nuestro país la doctrina del derecho exclusivo para los incondicionales de la tiranía; para los que demuestran ser fieles y dan su apoyo en vergonzosa sumisión a quienes los someten y privan de sus derechos.

 “Las calles son de los revolucionarios”, no se cansa en pregonar el aprendiz de payaso, arropado en su disfraz de improvisado presidente, el arrogante Miguel Díaz-Canel. El momento es oportuno para sacarlo de su error.

La respuesta que puede conducir a la victoria, no es secreto. Se abrió paso la consigna del cambio y dio sus frutos en los astilleros de Gdansk. Jaruzelski no entregó el poder por voluntad propia. Se lo arrebataron los polacos ganándoles las calles. En Rumania, Nicolae Ceausescu no accedió a la abdicación de su imperio comunista: la insubordinación popular de los rumanos puso fin a sus excesos de gobernante con amplia historia de criminalidad y corrupción. En nuestro país no va a ser distinto. Para extirpar idéntico cáncer hay que aplicarle idéntico bisturí.

Los que mandan en Cuba tienen miedo. ¡Sí, tienen miedo! Se demostró durante los históricos acontecimiento del pasado 11 de julio. Temen al desafío popular, a la disposición de esa parte mayoritaria de la población que, más temprano que tarde, le pondrá fin a su ciclo de autoritarismo. A su festín de sangre. A su vocación de arrogantes esclavizadores. Saben que su temible maquinaria represiva está perdiendo fuerza. Está perdiendo brillo. Comienza a entrar en pugna el engañoso mito de la supuesta invencibilidad de la “Revolución”. Ustedes, los que no se doblegan, los que suelen empinarse con espíritu de vencedores sobre las adversidades tienen en sus manos la verdadera fuerza, el poder necesario para obligar el cambio hacia la felicidad, hacia el progreso, hacia la paz que tanto anhela y por la que tanto ha luchado el pueblo de Cuba.

¡Ánimos y adelante! A la calle, con decisión y coraje el próximo 15 de noviembre. Nada es más poderoso que la fuerza de la razón.

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Ernesto Díaz Rodríguez, ex prisionero político cubano,

con más de 22 de encierro cumplidos,

Secretario General de Alpha 66

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