Siento tristeza y alegría al unísono. La tristeza la causa el ver de lejos la masacre que están realizando la peor jauría de criminales y abusadores que ha azotado a nuestro país y a todo el continente americano.

Desde aquí puedo sentir el olor a sangre, el dolor de los palos, el miedo en mi estómago, veo cabezas rotas, los gritos de ¡Libertad! en mis oídos, e imaginarme lo oscuro y fétido de las mazmorras castristas donde están enviando a lo mejor de mi país.

Nada me sorprende, todo lo esperaba de esa gentuza que desde 1959 han azotado a las Patria que tanto queremos y añoramos.

Sin embargo, la tristeza a mi corazón la traía que pesimistamente imaginaba que no teníamos relevos, que con nosotros, como dinosaurios, al morir desaparecería la causa de la libertad de mi Isla adorada.

Pero he comprobado que no es así, en Cuba los que están dando la batalla, peleando y recibiendo golpes, es una juventud que no le tiene nada que envidiar a nuestros mambises.

Y en el exilio la misma cosa, he estado cada vez que he tenido un chance frente al Versailles, y me he llenado de regocijo, he visto a mis contemporáneos rodeados de una pléyade enorme de muchachos que son la última generación de mi nación, JOVENES cubanos y cubano-americanos, enardecidos y desesperados por colaborar en la liberación de nuestra nación.

Ahí se acabó mi tristeza, pude sonreír -como ven en la foto- con la plena seguridad de que serán los PINOS NUEVOS los que den al traste con la tiranía.

No puedo terminar estas líneas sin condenar enérgicamente a todos los inmundos esbirros que están ensangrentando a mi pueblo desde San Antonio a Maisí.

Y al gobierno norteamericano quienes con cinco drones: Al Ministerio de las Fuerzas Armadas, al Ministerio del Interior, a las residencias de Raúl y de Alejandro, a Punto Cero, acabarían con el castrismo en cuestión de horas.

¡VIVA CUBA LIBRE!