LOS DRONES ALCANZAN A MOSCÚ

Written by Adalberto Sardiñas

6 de junio de 2023

La guerra de Putin en Ucrania, ya en su segundo año, con tremendas pérdidas materiales y humanas para ese país, la semana pasada tomó un giro diferente. Ocho drones hicieron blanco en varios edificios matando a cuatro personas y otras dos resultaron heridas, con daños no de gran magnitud en el aspecto material, pero sí de considerables proporciones en el campo sicológico. Moscú, y su perrera del Kremlin, están preocupados.  Rusia siente los efectos de su absurda guerra en Ucrania y estos efectos reverberan en el seno de la población con preocupación y temor. Uno de los vehículos cayó en una refinería en el sur del país iniciando un incendio, mientras que otros hicieron blanco en ocho edificios de apartamentos, una casa y una escuela en la región de Belgorod.

Un día antes de este barraje, otro drone cayó en Moscú, para el asombro del servicio de inteligencia de Putin. El Ministerio de la Defensa reportó que ocho drones fueron destruidos y acusó a Ucrania de haberlos disparado. 

Por su parte el gobierno de Ucrania, tomando una página de la estrategia israelí, de ignorar la procedencia de episodios de esta naturaleza, expresó desconocer el origen de estos ataques. 

Entonces, ¿quién o quiénes, lanzaron la operación? La presunción lógica es que, en efecto, fueron los ucranianos. Pero, asumiendo que no fueran éstos, la siguiente sospecha cae en elementos desafectos a Putin y su régimen despótico.

Sin embargo, cualquiera que haya realizado la operación, permanece el hecho de enorme preocupación para el régimen ruso, de la vulnerabilidad de su seguridad interna.  

¿Cómo explicar a la ciudadanía, y al mundo, que un país que se autodenomina super potencia, no pueda evitar estos impactos en su territorio, antes de destruirlos en el aire? Los hechos hablan de por sí.  Rusia, no es, ni cercanamente, la potencia militar de la que hace gala para intimidar al mundo. Lleva 16 meses tratando de subyugar a una nación vecina, mucho más pequeña, y militarmente infinitamente más débil, sin poder lograrlo, aunque la ha devastado criminalmente atacando a su población civil.

Hasta la semana pasada Rusia atacaba al interior de Ucrania. Pero, al parecer, las cosas empiezan a cambiar. Ya los drones caen en Kiev, pero igualmente en Moscú, y otras ciudades rusas. No era justo impedir a Ucrania de atacar al interior de Rusia, cuando ésta lo hacía impunemente contra todo el territorio ucraniano.

Esta cadena de eventos pudiera representar una nueva fase en este conflicto que se está acercando gradualmente más al pueblo ruso.

Existe ya una realidad palpable, aunque Putin y sus consejeros se nieguen a reconocerla: Rusia no podrá ganar esta guerra. La ha perdido, y terminará profundamente dañada política y militarmente.  

Pero hay otro aspecto de la cuestión, que, por su extrema importancia, no debemos soslayar: Se trata de Estados Unidos, su presente intervención y las futuras consecuencias emanadas del conflicto y su participación.

Dentro de esta ecuación, tenemos a los que se oponen a la participación, o ayuda americana, y lo ven como una distracción en cuanto a China. Otros, se preocupan por una posible escalación y retaliación de Rusia, y existen aquellos que se resienten por el costo que estamos pagando por la ayuda a Ucrania. Todo esto es entendible y tiene su justo lugar en el análisis del conflicto.

Sin embargo, estos enfoques, aunque razonables, omiten un punto que sobrepasa todas estas preocupaciones, y es que, en el aspecto positivo, esta infortunada invasión de Putin ha encendido un nuevo despertar nacional en la conciencia ucraniana. El país emergente de la guerra de Putin será diferente. Ucrania surgirá como una nación formidable, una nueva fuerza en Europa, un nuevo miembro de la NATO, cuyos intereses estarán afianzados en su vecina Europa, y, en una alianza firmemente alineada con los Estados Unidos.  A corto plazo nadie sabe cómo terminará esta guerra. Pero a mediano, y largo plazo, una visión realista nos ofrece una nación formidable, con unas fuerzas armadas probadas en el rigor de la guerra, que marchará unida a Polonia, las repúblicas bálticas, y los países escandinavos en un bloque contra la expansión rusa.

Bajo el prisma del momento, cualquier estado en que se concluya la guerra, por la opinión de la mayoría experta, se percibe una derrota para Putin en lo político-personal, y un desastre para Rusia en todos los aspectos, incluyendo sus relaciones con la comunidad internacional.

Putin ha fracasado en su absurda y barbárica invasión de Ucrania y en los drones que han caído en Moscú y otras ciudades rusas, está recibiendo una dosis de su propia medicina.

Y, por último, para aclarar ciertos maliciosos malentendidos, debo reiterar algo que ya he expresado en varios artículos anteriores: la ayuda a Ucrania en su defensa contra la invasión rusa no es un proyecto de caridad desinteresada. Es, también, un esfuerzo en defensa de nuestros intereses, y, del interés común de la democracia y la paz mundial.  

BALCÓN AL MUNDO

El martes pasado, en una llamada “mini cumbre”, (no se le puede llamar de otro modo) se reunieron en Brasilia, capital de Brasil, unos cuantos presidentes y Nicolás Maduro, a quién el cargo de presidente no se le puede adjudicar por sus repetidos fraudes electorales. Fueron a cambiar impresiones bajo el paraguas de Lula Da Silva, quien pretende unificar a los países de América del Sur bajo una alianza antinorteamericana con el propósito final de crear una moneda regional que sustituya al dólar. Antes, había dicho en Beijing, que el yuan, debería sustituir al dólar como moneda de reserva internacional.

La idea peregrina del cambio de moneda no es algo nuevo. Fue una quimera soñolienta que compartieron 15 años atrás Lula, en el segundo periodo de su presidencia, y Hugo Chávez en sus primeros tiempos de locura bolivariana.  Pero todo quedó en el olvido, al estilo de Brasil, el país del eterno futuro. 

Ahora Lula, en el ocaso de su vida política, tan socialista y tan corrupto como en los tiempos de su liderazgo sindical y sus periodos presidenciales, quiere liderar la marcha antiamericana bajo la desteñida bandera del Unasur, proponiendo una nueva moneda, y, además, defendiendo los regímenes comunistas despóticos, como Cuba, China y Venezuela.

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Mike Pence y Chris Christie se han registrado ya como aspirantes a la nominación presidencial por el Partido Republicano. Otros les seguirán hasta llegar a 10 o 12. Se repetirá el teatro del 2016. Hoy, como ayer, el beneficiado será Donald Trump por tener la base más fuerte y leal entro todos los aspirantes.

Julio César fue el gran precursor: divide y vencerás.

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En una entrevista para una estación televisiva rusa, mostrada en parte, en Cuba, Miguel Díaz-Canel se desbordó en ridículos elogios en favor de Vladimir Putin y se solidarizó con Rusia en su invasión a Ucrania. En un alarde de lacayismo servil, llamó a Putin un gran héroe patriota ruso y gran amigo y benefactor de Cuba en sus momentos difíciles. 

Mientras decía estas guataquerías ante las cámaras, se sucedían los apagones en toda Cuba.

La desvergüenza de estos comunistas no tiene límites.                                          

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