Los carnavales de Santiago de Cuba

Written by Libre Online

28 de julio de 2021

Texto de Fernando Cuesta Mora. Fotos de Panchito Cano (1950)

Lo que más resalta y se destaca de estos Carnavales que Santiago de Cuba celebra en el verano es el entusiasmo desenfrenado, locura desbordante, con que todas las clases sociales disfrutan a plenitud de ellos, la ciudad entera se convierte en un pandemonio. Cada cual se divierte a su antojo, sin importarle poco ni mucho como lo hagan los demás. Materialmente: “se tira la casa por la ventana” aunque pasadas las fiestas no se tenga en donde vivir. Son días de un frenesí contagioso que rompe todas las fronteras y borra todos los límites. De la noche se hace día y del día se hace  noche, encadenándose las horas como en un collar inconcebible engarzado por las más costosas gemas y las baratijas de mayor relumbrón. Se desborda el champán y no bebe el ron “a pico de botella” sin paladeo. Mujeres en cantidad extraordinaria tornan sus prendas de gasa, seda y muselina por burdos pantalones hombrunos, camisas de “kaki” y overoles que lejos de rebelar, como antaño, los encantos femeninos, los ocultan y desfiguran. Todo es confusión, locura, algarabía. Pero con todo eso la gente se divierte, ríe, canta, baila, arrolla y goza. Y es, porque las almas desnudan sus ansias secretas, y en medio de la ardiente y bulliciosa bacanal sonríe con sonrisa misteriosa el Carnaval”.

Ya no son los Mamarrachos que eran antes

Apreciadas en conjunto, las fiestas del pasado Carnaval de Santiago de Cuba han superado a todas las anteriores en entusiasmo, alegría, suntuosidad y orden. Y ya va siendo hora de que los encargados de su organización sustituyan el remoquete de “Mamarrachos” con que pintorrean los Carteles de Propaganda, por otro que sea fiel expresión de su realidad. Mamarrachada es una acción ridícula, necia, mal hecha, y estas fiestas aparte de sus fallas y lunares que los tienen aunque en cantidad disimulable, resultan ya exponentes de un conjunto de hechos en los que privan el gusto más refinado y el arte más exquisito.

La Tradicional rivalidad de “El TivolÍ” y “Los Hoyos”

No se puede calcular el costo de esos trajes lujosos, brillantes y artísticos lucidos por los cientos y cientos de integrantes de las treinta comparsas y paseos que desfilaron por ante el Jurado a todo lo largo de la Carretera Central, desde la Avenida de Victoriano Garzón hasta la Avenida de Martí, durante los días 25 y 26, Santiago y Santa Ana. Los premios ofrecidos jamás habrían de compensar el elevado desembolso realizado. No se aspaba al triunfo en lo material, sino a la gloria del triunfo. Los dos barrios santiagueros de tradicional rivalidad. “El Tivolí” y “Los Hoyos”, concurrieron como en épocas anteriores a discutirse palmo a palmo la victoria. Pero esta vez no eran los “congueros” abigarrados de contorsiones libidinosas y lascivas de tantas otras veces, sino la reunión de voluntades afines en el empeño plausible de superación artística para arrancar, espontáneos y estrepitosos como los arrancaron al desfilar, aplausos interminables. Hasta los “bongoseros” vestían trajes con relucientes lentejuelas y lograban dominar su innata propensión al lujurioso contorneo.

Los Hoyos y El Tivolí fueron las últimas comparsas en el desfile. Una y otra tenían sus grupos de  partidarios ardorosos en la enorme mltitud que llenaba las tribunas, ocupaba las sillas enfiladas a ambos lados de  los bordes de la carretera, o permanecía de pie, tras de las sillas o en las aceras libres  o sentados en las laderas de las lomas aledañas, resistiendo valientemente los inmisericordes rayos de un sol que abrasaba. (Los palcos con seis sillas tenían como precio “oficial” ocho pesos por cada día;  los asientos  de preferencia, $1.25; los asientos de grada $1.00; las sillas de las aceras, 60 centavos. Este es uno de los “lunares” de las fiestas, a los que si les cuadra bien el remoquete de “mamarrachos”… para los que tuvieron que pagar tan elevados precios). Cuando se anunció el desfile de “Los Oriundos de Cuba”  se escuchó un clamor general y ensordecedor: “Abran paso que ahí vienen Los Hoyos!”. Después  desfiló “El Origen de El Tivolí”, lujoso y espectacular como Los Hoyos. Entre los componentes de la comparsa de El Tivolí marchaban del brazo  un paralítico y un sordomudo, que olvidando su infortunio por unas horas, se hermanaban para disfrutar de la alegría reinante.

Rumberos y Congueros

Con Los Hoyos y El Tivolí, como un tercero en discordia, alternó con su comparsa alegre y jacarandosa la barriada de San Agustín, que este año la tituló “Ritmo de hoy”, para llevar la contraria a los dos tradicionales bandos rivales: “El Origen de El Tivolí” y “Los Oriundos de Cuba”.

Por todo lo alto imperó la rumba en las “demostraciones” de las comparsas ante el Jurado. Cada grupo llevaba sus rumberos que realizaron maravillas con sus exhibiciones. Parejas de rumberos de todas las edades, desde cuatro hasta sesenta años, movieron las cinturas y “echaron un pie” hasta derretirse. También resaltaron los bailes de “congas” , al conjuro de los “bocuses”, aunque en las arrolladoras nadie se atrevió a salirse de la línea.

Remembranzas de un

“pasado Glorioso”

Hay un personaje en Santiago de Cuba que es popularmente conocido como el mejor organizador de una Comparsa artística de Carnaval”. Vive en Los Hoyos y se llama Juan Esparraguera. Ya se ha perdido la cuenta de cuántos primeros premios ha ganado en estos concursos. Al paseo que preparó para este año lo instituló “Remembranzas de un pasado glorioso” y constituyó, como de costumbre, la nota de mayor lucimiento y esplendor de todo el desfile. Bailes y  música del ayer que nunca muere, hicieron renacer en muchos corazones dormidos romanticismo.

Todas las comparsas llevaron su imprescindible corneta china. Los que en Santiago tocan esos instrumentos, son maestros consagrados en su ejecución. Por encima de los murmullos, de los aplausos, de los grito y de todos los demás instrumentos musicales que se tocan – hasta de los bongoses, los bocúses y las maracas y “los hierros”- la corneta china sobresale con sus ritmos enaltecedores.

Carrozas a todo lujo

Carrozas de mucha vista y lujo formaron parte del desfile. Unas en medio de las comparsas y paseos y otras independientemente. La Carroza de los tres cuerpos armados de la  República –Ejército, Marina y Policía- Fue muy aplaudida y celebrada. La ue desfiló conla comparsa de “Las Kimonos de China” puso una nota de exotismo en laa caravana carnavalesca. Y la típica de nuestra “Casita Criolla”, con el guajiro al pie, jinete de legítima guayabera, sombrero de yarey, y guitarra en las manos, constituyó un extraordinario éxito de la comparsa de que formaba parte. En todas las carrozas, muchas de ellas representativas de conocidas industrias, resplandecían por su belleza soberana mujeres risueñas y tentadoras que arrancaban expresiones de admiración.

La satisfacción del Alcalde Casero

Desde un palco, contiguo al que ocupaba el Jurado encargado de adjudicar los premios, el Alcalde de la ciudad, señor Luis Casero Guillén, recibía los saludos y los aplausos de todos los que desfilaban. Sonriente y satisfecho, el Mayor santiaguero, que ha convertido las típicas fiestas de “Mamarrachos” de la alegre capital oriental en fiesta de repercusión nacional, a la que concurren habitantes de todos los pueblos de la Isla, ansiosos de participar de estos festejos incomparables, tenía para todos una palabra o un gesto de gratitud.

Los de a Pie

Las  máscaras de a pie fueron incontable. Parecía que su desfile no se acabaría nunca. Allí estaba una “Mamá Dolores”, llegada de Camagüey, con su bata blanca amarrada por la cintura, los brazos y el cuello llegándole hasta las rodillas llenos de pulsos y collares de cuentas de colores y con un ramo de hojas de albahaca en la diestra, imploraba: “Misericordia, Señor! ¡Dale agua a los santiagueros que se mueren de sed!”.

Tras de haber desfilado en una de las comparsas, desfiló más tarde con las máscaras de a pie un representante de “Los Hoyos” luciendo vistosa capa pintada al óleo con la imagen de la Virgen de la Caridad en el reverso, que recibió estruendosos aplausos.

Nota de asombro y curiosidad puso en la concurrencia un auténtico enanito, de no más de dieciocho pulgadas de estatura, con indumentaria de príncipe oriental, que se negó obstinadamente a decir la edad que tiene.

Gesto duro en las facciones finas y delicadas, maneras y aire aristocráticos, prestancia de mujer engreída que se sabe interesante y bella, como para que nadie ignorara su rango y prosapia, pasó de la mano de dos manejadoras, criadas, ayas o esclavas risueñas, “la señorita bien”.

No faltó el payaso que hace reír, que se hizo acompañar de un jamelgo pintorreado, al que besaba con toda seriedad, en tanto los mayores reían o chiflaban y algunos niños se quedaban con la boca abierta no pudiendo comprender cómo aquel personaje –hombre vestido de mujer- se atrevía a besar a un caballo.

Cuerpos como para servir de modelos a dibujantes, pintores o escultores, rostros lindísimos no obstante la alcahuetería de los antifaces santiagueras pasearon disfrazadas de ese mamífero quiróptero y nocturno que ha hecho mundialmente famosa a una industria cubana.

Si hubo “Broncas” fueron esporádicas

No faltaron algunas broncas, pero fueron pasajeras o esporádicas. Las fuerzas del Ejército y de la Policía Nacional, lograban imponer enseguida el orden, actuando con discreción pero con firmeza, en dondequiera que asomaba la algarada. De una parte el Coronel Margolle, Jefe del Primer Distrito Militar, que muchas veces se le vio personalmente dando instrucciones a sus subordinados y de otra parte el Comandante Villa Romero, Jefe de la Policía, tomaron todas las medidas necesarias para evitar lo que era corriente en años anteriores: que muchos se aprovecharan de los carnavales para vengar viejos agravios y muchos “se pasaran de la raya” cometiendo desmanes y tropelías. Se puede afirmar, sin que en ello haya exageración, que el orden más perfecto imperó durante la celebración de “La Semana Santiaguera”.

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