LÓPEZ OBRADOR Y SUS ANSIAS DE PERPETUIDAD

Written by Adalberto Sardiñas

12 de enero de 2022

A  mediados de su mandato de seis años, se perfilan, con bastante claridad, las intenciones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de preservar su permanencia en el poder, directa, o, indirectamente, más allá del sexenio que determina la Constitución. Esta posibilidad, aunque remota, ha despertado una no infundada preocupación en la clase política del país, que, pese a todos los altibajos, ha mantenido, por más de ocho décadas, un clima de aceptable estabilidad político-social, desacostumbrado en Latinoamérica.

  Pero hay síntomas preocupantes en la conducta de AMLO, que traen a la memoria episodios traumáticos en la región, que desembocaron, tristemente, en regímenes despóticos amparados por la fuerza militar, a expensas de las reglas de derecho.

  En el momento, López Obrador sufre la misma fiebre perniciosa de poder que abrasó las sienes de Fidel Castro y Hugo Chávez. Ambos, se creyeron los nuevos libertadores, dueños de todas las virtudes, de las que carecían los demás, y capaces de acabar con todas las debilidades, defectos y corrupciones, que, endémicamente, han padecidos sus pueblos. Los clásicos sueños que preceden a las pesadillas.

  Existe un paralelismo en la personalidad de estos líderes, que promete, y ojalá que nunca suceda en México, un final desventurado.

   López Obrador, es, como sus antecesores de Cuba y Venezuela, populista, demagogo y de corte socialista, es decir, una muestra, deformada, del socialismo democrático europeo en su peor exposición, pero, inexorablemente, con los mismos fatales resultados.

  El patrón que está siguiendo el presidente mexicano, no se distingue mucho de los establecidos por los ejemplos anteriores. Asentado en su triunfo electoral, ahora busca el apoyo militar, e irónicamente, también, el de los carteles de la droga, que tienen tanto poder como los militares, aunque ejercitados en diferentes tonos. López Obrador pretende sentarse a horcajadas sobre estos dos pilares, para afirmar su poder político, y desde allí, gobernar a su antojo con poco reparo a las objeciones del Congreso y del poder jurídico.

  Ha de notarse que, en sus tres años de gobierno, López Obrador, no ha escondido, ni siquiera por recato moral, su simpatía por los regímenes totalitarios de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Le atrae un irresistible magnetismo sádico. Pero lo disfraza con la coraza de “la Doctrina Estrada” de “no intervención en los asuntos internos de los pueblos” La historia reciente ha venido demostrando que la excusa de “la no intervención”, más que una doctrina, se ha desdibujado en una ficción útil, un cantinfleo, para ser manejado en momentos oportunos, como Pilatos en la crucifixión del Justo.

  ¿No intervención?  ¿Y por qué le pide insistentemente a Biden que levante el pseudo embargo a Cuba y no le pide a la dictadura de La Habana que levante la opresión que mantiene sobre su pueblo? ¿Doble estándar? Es decir, la NO intervención sólo es aplicable cuando favorece a las dictaduras de izquierda, pero nunca debe emplearse en defensa de los pueblos que sufren el despotismo, ni el abuso de sus derechos inalienables.

  La excusa de “la no intervención” se ha convertido en un cacareo hipócrita por casi todos los gobiernos de México, en nombre de un principio serpentino, de ropaje mudable, de acuerdo con la etiqueta del momento. Sin embargo, le ha servido bien para justificaciones injustificables en situaciones embarazosas.

  Al comenzar la segunda mitad de su presidencia, López Obrador, mantiene un alto de nivel de popularidad, sobre todo en los sectores más empobrecidos, pero en general, los números de aprobación han comenzado a descender como resultado de ciertas medidas que no han recibido buena acogida, ni por la oposición, ni por los sectores inversionistas del país.

  Una de ellas es el decreto emitido el pasado noviembre que, por propia decisión, lo coloca por encima de la constitución. Esto, con toda probabilidad, será rechazado por la Corte Suprema dentro de corto tiempo. Uno tras otro, sus proyectos de control y dominio por el Estado, se les irán derrumbando bajo el rigor de la ley. Todavía en México, funcionan las reglas de derecho, y el Congreso representa un freno para los planes socialistas de AMLO.

  Entre sus ambiciosos intentos de control gubernamental de importantes sectores de la economía, se encuentran el de nacionalizar el mercado energético, comenzando por la electricidad, el sector de las comunicaciones, el agua, el turismo, los puertos, aeropuertos, y, otros proyectos de infraestructura, todo bajo el manto de “la seguridad nacional”. Es obvio, que el enfoque fundamental en la administración de López Obrador es impulsar una agenda basada en principios socialistas, ideología con la se encuentra plenamente a gusto, que la ha acariciado largo tiempo, al estilo de Bernie Sanders en Estados Unidos.

  El problema que confronta López Obrador, es que la nación mexicana está repleta de intereses que no siempre comparten sus puntos de vista. Y eso le irrita.

  No es desacertado afirmar que, como van las cosas, los próximos tres años de su presidencia, no serán de fácil navegación.

  La pregunta es, primero, si el presidente mexicano prevalecerá en su intento de socializar en grado mayor, la economía del país; y segundo, si podría llevar a cabo sus ilusiones de permanecer en el poder después de su mandato, de alguna forma, subrepticiamente, a través de uno de sus camaradas.

  Creo que le va a ser difícil, si no imposible. La sociedad mexicana, quiero decir, el pueblo, se ha acostumbrado, por cinco generaciones, a la periodicidad de una sucesión presidencial con una figura distinta cada seis años. No hay reelección. Ni imposición a espaldas de su gente.

   Además, si López Obrador, ofuscado por su populismo descontrolado, persiste en la estrafalaria idea de permanecer en control del gobierno mexicano, más allá de su término, por medios semi legales, pero ciertamente impropios, se enfrentará con los límites impuestos al poder ejecutivo por su Carta Magna, la autoridad del Congreso, y el incuestionable poder de la Corte Suprema.

  México, en estos momentos de turbulencia política global, nos presenta un caso interesante para mantener en el mero centro de la pupila.

  La cuestión, en resumen, se explica en simples términos: democracia vs populismo demagógico, y sus posibles consecuencias.

BALCÓN AL MUNDO

En los años 80s del siglo pasado, los chinos llegaron a la conclusión de que eran demasiado, y que había que limitar el número poblacional. Impusieron el plan de un niño/a por matrimonio, pero las cosas, con el correr del tiempo, han cambiado.

Ahora, el Partido Comunista, que es en efecto el gobierno, dice que las parejas chinas tienen que tener más hijos porque la población está decreciendo, mientras que la de su rival, India, está creciendo.

Pero la solución no es simple, porque la población china envejece a la vez que los jóvenes se resisten al matrimonio y a la procreación.

La fertilidad insuficiente es otro problema que aqueja a los chinos, unido a un debilitamiento económico en varios sectores, entre ellos el de la industria inmobiliaria.

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La ola inflacionaria que envuelve al país seguirá en tono ascendente durante todo este año 2022, y, de acuerdo a algunos analistas prominentes, abatirá para el 2023. No hay consenso. Otros opinan que no será hasta el 2024 cuando encontraremos una inflación apegada al 3 o 3.5%.

A la vez que la población espera mejores tiempos para los precios de su canasta básica, la inflación, literalmente, de la desaprobación del presidente Biden, va en aumento. La última encuesta de CNN en la primera semana de enero, nos dice que 56% del pueblo americano estima que no está haciendo un buen trabajo, ni en la economía, ni en la política exterior. Lleva uno y le faltan tres. Así va la cuenta.

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La crisis laboral de la nación nos ofrece un escenario confuso y complejo. En noviembre 4.5 millones de trabajadores dejaron sus empleos. Existen 10.5 millones de empleos disponibles, pero nadie los quiere. ¿Qué está pasando? ¿Es que la pandemia nos ha dejado un never work again síndrome?

Los salarios han aumentado, se les ofrece trabajar en los hogares, pero todo en vano.

Hay varias excusas, pero, en realidad, nada convincentes. Si se trabajaba antes de la pandemia, ¿por qué no ahora?

Así son las pandemias, destructivas, en más de un sentido.

Y ahí les va, otra vez, mi consejo cansón:

 ¡Vacúnese!

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