LÓPEZ OBRADOR PIDE OTRO BOTÍN DE LA ALIANZA PARA EL PROGRESO

Written by Adalberto Sardiñas

23 de enero de 2024

Se lo propuso a Joe Biden como medio de atajar la descontrolada invasión migratoria que amenaza la frontera sur de Estados Unidos. En su opinión, la epidemia migratoria se cura con dinero. Era parte de una larga lista de demandas que el presidente mexicano, AMLO, le presentó a la administración de Joe Biden, en los momentos que éste, perturbadamente afectado por el surgimiento de una nueva caravana de migrantes, otra de tantas, penetraba el territorio mexicano con la intención de ingresar a Estados Unidos de forma ilegal.

Se produce este grave acontecimiento cuando Biden, acorralado por los republicanos, e incluso por varios de sus colegas demócratas, necesita mostrar alguna señal de progreso en el tema de inmigración a la vista de unas elecciones presidenciales a las cuales se enfrenta con un bajísimo nivel de aprobación y unos alarmantes números de desaprobación que amenazan sus posibilidades de reelección. 

López Obrador, en pleno conocimiento de la situación casi desesperada de Biden, se lanza, chantaje en mano, ofreciéndole su cooperación, condicionada, en el levantamiento de ciertas sanciones a Cuba, y, además, que Biden, como lo hizo John Kennedy, hace 60 años, apruebe un fondo de 20 mil millones de dólares, en otro ampuloso botín como aquella Alianza para el Progreso, para ser invertidos en Latinoamérica, con el fin de combatir el origen de la emigración. También demanda AMLO que Estados Unidos extienda 10 millones de visas para los hispanoamericanos residiendo indocumentadamente en este país. Ésta, es la fórmula mágica del presidente mexicano, para resolver, de una vez por todas, el complicadísimo problema migratorio que Joe Biden, en sus tres años en la Casa Blanca, no ha podido descifrar.

Pero la realidad sobresaliente en toda la cuestión migratoria es que, López Obrador, y no Biden, es el que tiene la palanca en sus manos. Es México, y no Estados Unidos, el que controla el flujo migratorio, desde Tapachula en su borde con Guatemala, hasta la frontera Norte con Estados Unidos. Es Joe Biden quien necesita la cooperación de México, y no a la inversa, para mantener, al menos, cierta semblanza de una precaria, y hasta quizás, ilusoria disciplina. Y ambos presidentes lo saben, pero prefieren seguir el juego por puro ejercicio político por lo que resta del año, hasta que concluyan las elecciones en ambos países para preservar la estabilidad en las dos democracias de América.

Parece oportuno aquí, elevar una pregunta obligada: ¿está la demanda de López Obrador de los 20 billones de dólares dirigida al fortalecimiento de la democracia en América? En oposición a esta creencia, resalta el hecho, irónico, en su interpretación lógica, de que es, precisamente su gobierno, el principal defensor de los regímenes de Caracas, Managua y La Habana, las tres dictaduras más abusivas de los derechos humanos, de donde escapan millones de sus ciudadanos buscando refugio en esta nación, y que el señor López Obrador ampara tan ardorosamente. ¿Se compra la democracia y la libertad de esas tres naciones con 20 billones de dólares? ¿Cree el presidente de México que en Cuba no hay libertad, ni democracia, por culpa de un tal llamado “embargo”? En todo caso, ¿qué tiene que ver ese sofisma del “embargo” con la libertad? Los términos libertad y pobreza no son por naturaleza excluyentes. Se puede ser pobre y a la vez libre. Hay muchos países pobres que viven en libertad. 

De la emigración de estos tres, y de otros muchos Estados despóticos, se establece la clara interrelación de represión, y las largas olas de emigrantes, como innegables factores vinculantes. A como van las cosas, existe, en mi opinión, el criterio sostenible, de que, el último, y tal vez remotísimo pensamiento que alberga López Obrador en sus planes, es una coalición de democracias en las Américas lideradas por Estados Unidos, y no por él o Lula da Silva. Sería un ensayo sobre el absurdo, donde se conjuguen, sobre una base irracional, dos grandes porciones de conductas repelentes entre sí: la lealtad a la democracia y la defensa a las dictaduras. 

Mi imagino que cuando el presidente de México habla de los 20 billones de dólares, para ser invertidos en Latinoamérica, esté desempolvando aquel despilfarro llamado la Alianza para el Progreso, puesto en práctica bajo la administración de Kennedy.

Pero aquel proyecto de mediados del siglo pasado evaporó más de 20 mil millones en América Latina sin consecuencias apreciables; ni éstos que propone López Obrador tendrán resultados diferentes a los de 60 años atrás, porque la ecuación en la que entran la educación, los valores, y la seriedad política, que generan la producción y el desarrollo, todavía no está presente en la mayoría de nuestros pueblos latinos.

No hay duda de que resulta moralmente adecuado contribuir al fin de la pobreza en el mundo. En eso estamos de acuerdo con López Obrador, aunque por rumbos diferentes. Por un largo rodeo, a través de una presunción gratuita, el presidente mexicano parece sugerir, como en el caso de Cuba, por ejemplo, que, a las naciones poderosas, les conviene la existencia de naciones pobres. ¡Enorme disparate! 

El problema de cómo ayudar a las naciones de Latinoamérica a desarrollarse no consiste en mandar 20 o 30 billones de dólares. Ese camino se recorrió hace muchas décadas sin resultados prácticos. Los dólares de la Alianza para el Progreso se esfumaron casi inútilmente en proyectos minuciosamente mal administrados y muchos fondos hallaron el fácil camino de la corrupción. 

Para los que mantenemos una suerte de principio democrático, el credo ético del presidente mexicano nos luce más apartado de esos principios, y demasiado cercano a su acostumbrada demagogia populachera con la intención de destacar la frivolidad de Estados Unidos con la pobreza latina, y enaltecer su propio interés mesiánico en la salvación de los pobres latinoamericanos.

Sin embargo, dicho lo anterior, el redentorista López Obrador debería revisar sus prioridades y ordenarlas de manera práctica para beneficio y disfrute de su propio pueblo.

Mientras su mandatario, AMLO, se esfuerza en ofrecer mal guiadas propuestas y demandas al presidente americano, México, un pueblo humilde y noble, ve como su democracia se deteriora rápidamente. Los derechos a la propiedad se tornan más inciertos. El crimen, a toda escala, avanza a todo lo largo y ancho de la nación. Los militares, como en Cuba y Venezuela, ganan cada día más poder político y económico, y los carteles de la droga actúan por la libre con plena impunidad.

De estas calamidades que afectan a su gente, debería preocuparse el presidente mexicano, y no demandar de Estados Unidos un subsidio a fondo perdido de 20 mil millones de dólares, como si éste fuera la solución mágica para matar el monstruo de la pobreza y el dantesco fenómeno migratorio.   

BALCÓN AL MUNDO

Al Speaker de la Cámara, Mike Johnson, no le queda otra alternativa, para evitar un “cierre” del gobierno, que pactar con los demócratas y ajustar los gastos para lograr un budget “aceptable” para el próximo año fiscal. No tiene los votos republicanos suficientes para aprobar un presupuesto al gusto de los conservadores. Si navega con suerte, el Speaker tendrá 215 votos republicanos que no tendrán peso determinante y de hecho necesita el apoyo demócrata.

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En Davos, Suiza, en el Foro Mundial Económico que se llevó a cabo la semana pasada, un presidente latinoamericano, Javier Milei, habló con lenguaje claro, sin tapujos, sobre los efectos del socialismo en Occidente calificándolo de seria amenaza para el progreso de sus pueblos. 

Milei cada día va marcando la diferencia entre un presidente serio y los que gobiernan en Latinoamérica con la careta de la hipocresía mentirosa adosada al hocico, al estilo de Gustavo Petro, de Colombia.

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No es un secreto para nadie que la mayor amenaza a la paz mundial se halla en el Medio Oriente. Y tampoco es secreto que el agente perturbador e instigador de la desestabilización del área y sus alrededores, es Irán. Pronto, el conflicto, por el momento limitado a Israel-palestinos, se extenderá, por agresiones directas de Irán, a Siria, Irak, Afganistán y fuerzas armadas americanas en mar y tierra. Será una guerra entre países del área hasta que a Irán se le ocurra, para su desgracia, atacar directamente a Israel, lo que constituiría el fin de Irán como lo conocemos hoy. Además, no debemos ignorar la posibilidad, real, de otra guerra entre Irán e Irak, dos archienemigos eternos por conflictos primordialmente religiosos.

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Ecuador sigue bajo el asedio asesino del narcotráfico armado. En el momento en que se escribe esta columna ya van diez días de violencia en las principales ciudades de la nación andina con cientos de muertes. La última fue la del fiscal César Suárez que investigaba el mortal ataque a una cadena de televisión durante los primeros días de los disturbios y que fue ultimado el pasado miércoles a manos de los carteles de la droga.

Hace muchos años el escritor peruano Eudocio Ravines dijo que América Latina era “un continente en erupción”. Hoy, 70 años más tarde, la lava continúa corriendo.  

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