LO LLAMAN “BÁRBARO” … Y NO PROTESTA

Written by Libre Online

23 de mayo de 2023

Si Benny Moré supiera lo que significa ser un bárbaro, ya hubiera protestado. Quién así lo llamó por primera vez lo hizo, desde luego, de buena fe. Es más, en el argot criollo, «bárbaro» quiere decir gran dios, superior, fantástico. Se oye decir en la calle «es un salvaje cantando», y ya se sabe que no encontró quien así exclama, un elogio más elocuente. De esta forma nació el título, que hoy ostenta uno de los cancioneros populares más notables de Cuba: El Bárbaro del Ritmo. Y ya sabe: barbarizar es decir barbaridades o desatinos. Y Benny Moré con el ritmo, ¡no hace eso!

Por DON GALAOR 

(Fotos de CHARLIE SEIGLIE) (1954)

Desde hace mucho tiempo, el nombre de Benny Moré es repetido con simpatía por el público. Su voz se hizo familiar a los entendidos y amantes de los ritmos criollos lentamente, pero aumentando cada día el entusiasmo. Sus programas radiales y sus grabaciones inundaron de su voz después el ambiente.

La voz de Benny es inconfundible. Pero lo que más entusiasma de su canto es el estilo. Ya lo dijo alguien que no fue Buffon: el estilo el hombre. Y Benny Moré es ese estilo suyo de decir las canciones que no son suyas, a la manera única, fantástica, de Benny Moré.

Alguien que sabe lo que quiere decir «bárbaro», lo llamó un día «El Bárbaro del Ritmo» sin pensar que barbarizar es precisamente decir barbaridades o desatinos. Y Benny Moré no comete desatinos cuando se sale de lo que escribió el autor, para imprimir a la canción su estilo. Si afeara o viciara de ritmos extranjeros lo que canta, estaría merecido el calificativo, Pero todos convienen en afirmar que Benny Moré es un coloso porque floreando, alargando o repitiendo frases de la canción se mantiene justamente en el ritmo que el autor le ha puesto a su canción. Y en esto no cae en el barbarismo.

Yo sé. Por eso no quiero ponerme grave para tratar el tema, que le llamaron «bárbaro», como pudiéramos llamarlo “fantástico” o «tártaro». Como le gritan cuando acaba una canción ¡te la comiste! O ¡te la devoraste! Y enseguida: ¡eres un salvaje!

Para uso doméstico, no está mal. Pero fuera de nuestras playas, ¿cómo interpretarán ese título de bárbaro, si bárbaro quiere decir que viola las reales comúnmente observadas en el modo de hablarse una lengua, y Benny no hace eso con el ritmo?

Pero no es para discutir el título que todo el mundo le tiene aplicado, para lo que he venido a conversar con Benny Moré. Lo que importa es que el muchachito aquel que hace 20 años formó el conjunto “Avance” para recorrer los pueblos cercanos al central “Vertientes” tocando en los bailes, está en estos momentos en la cumbre de la popularidad.

—¿Es usted de Camagüey?

—¡No, qué va! Yo nací en Santa Isabel de las Lajas, en Las Villas. Lo que pasa es que mi padre trabajaba en el central «Vertientes» y para allá nos fuimos todos.

—¿Todos?

—¡Claro! Los viejos y mis 20 hermanos y yo. —¡Ya había que trabajar! —¡Mucho!

Conversamos en la terraza del «AliBar». De cuando en cuando se acerca Alipio a compartir la charla de Benny.

—¿Cómo se llama usted realmente?

Benny Moré mira a Alipio y sonríe.

—Díselo tú, que no me lo va a creer.

—Se llama Bartolomé Maximiliano.

—¿Y el apellido?

—El apellido es el mío. Yo me apellido Moré.

—No hubiera estado mal, «Bartolomé Maximiliano, el Bárbaro del Ritmo».

—¡Ah! ¿Me va a relajear mis nombres ahora? —Y su risa sonora, rítmica como su canto, dominó en el ambiente sobre la música que venía del interior.

En serio. Me alegro de traerles la interviú con Benny Moré. A medida que me cuenta su vida, se agiganta su figura intérprete popular de la canción.

Los 21 retoños hacían trabajar al padre de sol a sol en el central. Y algunos de los chiquillos, a medida que crecían también se aplicaban al trabajo para ayudar en la casa. Benny fue carretillero. ¿Lo están oyendo? Pero ya en su alma vibraba una música interior que se traducía en ganas de cantar. Benny, hacía menos dura la tarea rústica, cantando. Era un muchacho animoso, alegre, risueño.

—¡Canta algo, Benny! —Le gritaban los compañeros de trabajo, cuando el sol caía sobre ellos con más fuerza.

– ¡Sí, canta!

Y la carretilla quedaba un momento inmóvil mientras Benny cantaba.

Siempre hay muchachos dispuestos a cantar en medio de las rudas tareas campestres. En 

nuestros campos se escucha con frecuencia alguna canción que un trovero improvisado entona para su propia complacencia, aunque los demás le insten a entonarla. Y allá, en el central camagüeyano, el muchacho se llamaba Bartolomé y le decían Beny.

La popularidad entre los trabajadores le animó a formar el conjunto “Avance”, con el que recorría los pueblos cercanos.

—Así nació en mí la idea de andar. De correr mundo. Y, claro, Camagüey era la ciudad más cercana. Y allá me fui. De conjunto en conjunto pasé varios años. Hasta que, en 1940, pensé que era el momento de conquistar La Habana.

–¿Y le fue fácil la conquista?

–¡No me diga nada! Las que pasé no son para contar. Las estaciones de radio nos daban a los músicos para el pasaje. ¿Qué se podía hacer con 10 centavos diarios?

–¿Había venido con mucha ilusión?

–Calcule… Para un guajirito pensar en La Habana es la ambición más grande. Pero nada supera a la emoción de estar en ella. La pasaba muy mal. Es la verdad. Había noches que me acostaba con más hambre que sueño. Pero estaba en La Habana. Canté primero en el Cuarteto Cordel. Luego me fui con el Conjunto Cauto. Pero no resolvía nada en lo material

–¿Qué hizo? ¿Se volvió a Camagüey?

–Nada de eso. Yo había venido a conquistar La Habana, y no me daba por vencido. Había que oírme. Yo tenía fe en mí voz, en mis canciones. ¿Sabe lo que hice?

—¿Qué hizo?

—Me eché una guitarra bajo el brazo y me lancé a la calle. A cantarles a los turistas.

—No se avergüence de esto. Carlos Gardel cantaba por los cafés orilleros de su Buenos Aires querido. Y de los cafés saltó a los escenarios y se hizo famoso.

—No. Si no me avergüenzo. Me daba mejor resultado aquel peregrinaje por los bares y hoteles que los programas radiales.

—¿Duró mucho tiempo aquella situación?

-Más de lo que yo hubiera querido. Pongamos tres años.

—¿Qué pasó con usted, entonces?

—Me incorporé al conjunto Matamoros y formé parte de él durante todo un año. Con este conjunto me fui a México y cuando llegó la hora del regreso, decidí quedarme. Canté en varios cabarets, en bailes y en grabaciones. Hice cientos de grabaciones, con Mariano Rivera Conde, con Mercerón, Rafael Paz y con Pérez Prado, con quien me fui hasta Panamá.

—Ya estaba usted hecho. ¿Sentía usted que su oportunidad había llegado?

—No crea. Yo no las tenía todas conmigo. Quería cantar en La Habana. Triunfar en mi tierra. Desde Panamá me di un salto hasta «Vertientes» para, esperar el año con mi madre. Pero tuve que volver a México porque era donde me reclamaban. Estuve un año. Un año que me pareció muy largo. No pensaba más que en triunfar en Cuba. Hasta que conseguí regresar.

—Y ahora sí…

–Ahora sí. No fue un triunfo rápido. Pero considero que es mejor así. El triunfo hay que ganarlo. Y merecerlo. Primero el radio. Después, los bailes. Ahora la televisión y los cabarets.

–Pero todo fácil…

—Verá. Mi primer contrato fue con la Cadena Oriental de Radio, allá en Santiago. ¿Y sabe lo que me ocurrió?

– ¿Qué?

—Pues que el público no quería creer que yo era Benny More. Por allí había pasado “Yeyo” Estrada, con Pérez Prado, precisamente, que sabiendo que mis discos ya habían llegado a Cuba, quiso explotar mi nombre. Me mostraban los autógrafos de un Benny Moré que no era yo, sino “Yeyo”. Había quien me discutía a mí mismo: —¡Compadre, usted imita muy bien a Benny Moré, pero él es más gordito y más bajito!

Como Benny Moré es un hombre sencillo, apenas le da importancia a estas cosas. Su sencillez y su modestia le hacen más simpático. Y como a veces da la sensación de no estar enterado de su enorme popularidad, el incidente de Oriente acabó por divertirle.

—Cuando utilizaban mi nombre era señal de que yo era más popular que el que lo usurpaba, ¿verdad?

—Verdad.

—¿Y ahora?

—Pues ya lo ve. Debuto en «Montmartre» con la producción de Juan Herbello, titulada, “Solar”.

—¿Está usted contento de trabajar en «Montmartre»?

—¡Imagínese!

Y yo me imagino que sí. Que tiene que sentirse contento. El muchachito aquel de la carretilla del Central. El optimista cancionero ambulante de los bares y hoteles para turistas. El modesto muchacho que vino a la conquista de La Habana, cantando por 10 centavos que le daban las emisoras por una hora de trasmisión, acaba de escalar el peldaño que su nombre popularísimo estaba reclamando. ¿Ya lo saben en Vertientes, Benny?

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