La semana pasada comenzó a exhibirse en las salas oscuras francesas el documental «Le procès Goldman» del realizador Cédric Kahn. Tiene casi dos horas de duración, ya fue exhibido en mayo durante el Festival de Cannes y desde entonces la polémica referente a su argumento comenzó. Enfrentamientos un poco estériles que han llegado a un clímax en los últimos días, a pesar de que Kahn aclaró desde un principio que hizo «una obra de ficción basada en hechos reales». Pese a las casi seis décadas transcurridas desde aquel juicio, ni la viuda del acusado ni la pléyade de quienes en su momento hicieron comparsa de una u otra manera con el acusado han querido dejar pasar ciertos enfoques acerca de la personalidad del acusado; de los hechos que se le imputaban; y del entorno reinante en el momento todo lo cual entrelazándose menoscaba según ellos la controversial figura que desean preservar.
Por su vinculación con Cuba, con la vivida por mí siendo joven desde un punto de vista cronológico y porque vi desfilar por La Habana a muchos extranjeros como Goldman, venidos a la isla a beber en el manantial del internacionalismo patrocinado hábilmente por el castrismo, corrí a ver el film en pre-estreno, aprovechando una invitación destinada a la prensa.
Primero parte de los hechos. Pierre Goldman, nacido francés en 1944 de padres judíos inmigrantes de origen polonés implicados en la resistencia contra el ocupante nazi militó siendo joven adulto, léase a principios de la década 1960, en organizaciones juveniles de izquierda y de extrema izquierda. Estuvo en el cogollo de varios de los grupos que protagonizaron el movimiento de revueltas conocido como el mayo 68 francés, tres semanas que pasaron a la mitología de este país como una «revolución». Después del fracaso y la neutralización del movimiento y en medio de contradicciones que finalmente se revelaron como irreconciliables, muchos de aquellos jóvenes idealistas buscaron en otras tierras inspiración para proseguir sus luchas, a manera de intermedio para retornar a proseguirla aquí. Como la muy mediatizada muerte de Che Guevara era reciente, intentona en la que había participado el francés Regis Debray entonces preso en Bolivia, muchos de ellos tornaron la mirada hacia la América Latina con lo cual comenzaron por irse a Cuba. Fue el caso de Goldman que en 1969 estaba en las selvas venezolanas iniciando una experiencia guerrillera después de cuatro meses en La Habana
Aquella etapa no duró, conociéndose de ella en parte las razones del abandono de la intentona. Eran momentos complejos, otros movimientos habían echado a andar en países del área y convergían factores exógenos yuxtapuestos a facciones que no por «revolucionarias» dejaban de ser enemigas entre sí. Como siempre en este tipo de asunto las informaciones sensibles que lo rodean están celosamente embastilladas en los archivos de la contrainteligencia cubana. Lo cierto es que en 1970 Pierre ya estaba de vuelta en París siempre con la idea fija de dinamitar la injusta sociedad capitalista. Entre sus camaradas solo unos pocos estaban en la misma onda. A comenzar por los militantes del partido comunista institucional que siguiendo instrucciones de Moscú habían entrado en los rejuegos de la política politiquera o estaban en las aulas estudiando para infiltrar la sociedad que aborrecían. Paralelamente, sin embargo, algunos grupos extremistas estaban proliferando en Francia, al tiempo que en otros países como Alemania, Italia, España y Japón actuaban grupos homólogos muy radicalizados. Para imitarlos, y hasta para asociarse con ellos, era necesario obtener dinero, columna vertebral de toda guerra. Pierre emprendió esa vertiente.
Después de varios asaltos de poca monta Goldman, que en su bautismo cubano se había aficionado a la música antillesa, centroamericana y cubana -solía vérsele en fiestas donde sonaba la salsa, alternaba con ellas tocando tumbas junto a intérpretes recién llegados a Europa como el panameño Azuquita, un desconocido entonces – tuvo un día muy malo, horrible para sus víctimas inocentes: entró en una botica casi al mismo tiempo que dos policías que venían a comprar aspirinas. En la huida mató a las dos farmacéuticas e hirió a los dos guardias. Fue capturado, juzgado y condenado a cadena perpetua. En prisión, siempre apoyado por sus antiguos correligionarios, escribió dos libros, se dijo inocente y sus abogados consiguieron en Casación la anulación de la condena. Posteriormente, en dos sucesivos juicios basados en errores de procedimientos sobrevenidos en el original, obtuvo una liberación provisional. Es acerca del segundo de ellos que gira la película.
Mientras estuvo preso escribió un libro autobiográfico que tuvo gran resonancia. Integró la redacción del cotidiano Libération y mal que bien llevaba una vida agradable entre intelectuales de izquierda y músicos del ambiente antilléss. Pero el 20 de septiembre de 1979 fue asesinado en plena calle por un comando supuestamente de extrema derecha que lo acribilló por la espalda. El pretendido «ajusticiamiento» fue reivindicado por un grupo que dijo llamarse «Honor de la Policía», desconocido totalmente. Hasta hoy no existe certeza de la autoría real del cobarde homicidio, aunque no han faltado rumores jamás confirmados.
Al entierro de Pierre Goldman en el cementerio de Père Lachaise concurrió medio París. El cortejo que lo acompañó fue encabezado por las figuras más conspicuas del mundillo artístico, intelectual y mediático del momento. Para muchos fue el acto final de una serie de ilusiones truncas que habían florecido antes y después de mayo de 1968. El personaje ambiguo que encarnó Goldman por momentos idealista, pero lastrado por una violencia ciega y nihilista, llevó la acción revolucionaria que se inventó por un camino sobre el cual el gesto viril se mezcló con la delincuencia común, siguiendo torpemente ejemplos copiados entre los agentes del comunismo internacional contemporáneo a partir de Lenin. Parte de aquellas perspectivas, si alguna vez existieron, fueron ultimadas no por las balas que liquidaron a Goldman sino por la inviabilidad de un proyecto que iba más allá de sus posibilidades y de las aspiraciones de sus probables titiriteros cubanos, siempre en el pérfido papel de «gatica de María Ramos». De esto la película nada dice y a estas alturas es cosa comprensible.
0 comentarios