Por J. A. Albertini
La privación de los derechos humanos empieza por la privación de un lugar en el mundo.
Hannah Arendt.
Los agujeros negros es el título del libro de memorias, personal y generacional, que ha escrito y publicado (D’Fana Editions, 2022) el ex prisionero político cubano Vicente Fernández Roig.
Esta obra, testimonio vivo de una parte importante de su existencia y por ende de una faceta brutal e insepulta de nuestra historia reciente, es el primer libro que escribe Fernández Roig. El relato se inicia en la ciudad de La Habana, el sábado 21 de octubre de 1961 a las 11:35 p.m., cuando, arrancado del lecho matrimonial, es detenido, de manera brutal, por los esbirros del llamado Departamento de Seguridad del Estado (G-2). Los padres y la esposa, durante todo el humillante registro que practican en la vivienda, son tratados con grosera y coercitiva altanería.
A partir de aquella noche el narrador; testigo y actor obligado de un espacio de tiempo que toma un año, dos meses y diez jornadas, cuenta con talento de escritor innato los primeros 46 días que pasó, en los lóbregos calabozos de la implacable policía política. Primero en la siniestra nombrada “Villa Marista”. Luego en una dependencia que el G-2 poseía en la prisión Castillo del Príncipe. En ambos sitios es sometido a largos, inesperados y ultrajantes interrogatorios que, por lo regular, tomaban horas y eran conducidos, en ocasiones, por más de un oficial.
Entiéndase, por oficiales, esbirros que, sintiéndose arropados por la impunidad de un poder absoluto, emulaban en tratar de mellar, con promesas o maltratos, de todo tipo, la voluntad e integridad del detenido, carente de cualquier tipo de protección o recurso jurídico.
Y es en el Castillo del Príncipe donde lo enfrentan con Dalia, (a propósito se omite el nombre real) compañera de lucha clandestina que por haber sido, posiblemente, quebrada en su resistencia física y convicciones o en el peor de los casos, todo el tiempo, una infiltrada, a sus espaldas dice; ¡Todo está perdido! Es inútil que continúes negándolo todo”. Se miran de frente. La presintió abatida; desamparada… sintió pena por ella.
En diciembre, finalizada “la fase investigativa”, en compañía de otros penados es trasladado para la fortaleza-prisión del Castillo de San Carlos de La Cabaña. Baluarte construido, fundamentalmente, con carácter defensivo por el colonialismo español. La obra, a un costo de catorce millones de duros, entiéndase oro, comenzó en el año 1763 y concluyó en 1774.
En ese enclave, militar y penal, durante nuestras dos guerras de emancipación: la de los 10 años (1868-1878) y la última (1895-1898) a la cual José Julián Martí y Pérez calificó de “justa y necesaria”, las autoridades españolas encarcelaron, enjuiciaron, condenaron y fusilaron a muchos independentistas. Allí, en 1870 el propio Martí, estuvo detenido; enjuiciado el 4 de marzo del mismo año y sentenciado a 6 años de trabajo forzado. Meses más tarde el 25 de agosto de 1871 el poeta Juan Clemente Zenea, el que le cantó a la mensajera peregrina, es pasado por las armas.
Repito que a ese bastión de piedras vetustas; grávidas de violencia desmedida e historias tenebrosas, comenzadas contra los patriotas cubanos del siglo XIX; perfeccionadas y extendidas por el totalitarismo castro-comunista, llega Vicente Fernández Roig el miércoles 6 de diciembre. Es ubicado en la galera nueve de “El gigante de Piedra”, como bautizara el ex prisionero político y escritor Emilio J. León† a la prisión de La Cabaña.
Por su parte, Fernández Roig, califica a las húmedas mazmorras con el nombre que, décadas más tarde, le dará título a la obra que comentamos: “Los agujeros negros”.
En esa etapa de su cautiverio, en proceso arbitrario, le endilgan 20 años de encierro político. Este libro, tal vez el primero de otros, concluye en enero de 1962, con un nutrido traslado de prisioneros, incluyéndole, para el Reclusorio Nacional de Isla de Pinos.
Hasta aquí, ajustándome a lo básico de una reseña, me he referido a un tema que a lo largo de nuestra lucha contra el totalitarismo castrista, muchos cubanos hemos, abordado. Sin embargo, en este volumen Vicente Fernández Roig de manera directa y lúcida; ausente de retórica innecesaria, va narrando, yo diría, pintando, con palabras, de retentiva indeleble, situaciones y escenas de muerte que, por su contenido, recurriendo a una caprichosa asociación de ideas, hacen recordar algunas crónicas o crudos reportajes, escritos durante la Segunda Guerra Mundial por el italiano Curzio Malaparte y recogidos en libros como “El Volga nace en Europa”, “Kaputt”, etc.
Las noches en La Cabaña; la oscuridad húmeda de la galera nueve, en innumerables ocasiones, resulta fragmentada por las descargas de fusilería que llegan del cercano paredón…pausa y el tiro o los tiros de gracia que, arrancan exclamaciones de asombro o júbilo entre los hombre y mujeres “privilegiados del régimen”, que asisten, cual remedo del coliseo romano, a los espectáculos aterradores: Un mundo emocionalmente feroz, secuestrado de la felicidad, donde la muerte nos visita casi a diario.
Sábado 3 de febrero, de 1962. Después de haberse apagado las luces. Carnavales en La Habana. Fusilamiento de Guillermo Torres. ¡Estruendo! ¡Maldito estruendo de los fusiles! Descargas que rompen respiraciones pletóricas y suman nombres de rostros jóvenes que se burilan en el largo muro del martirologio cubano.
En la madrugada del 11 de agosto de 1962 es fusilado Tony Chao Flores. Cuenta 22 años de edad. A causa de una herida de bala tiene una pierna inutilizada. Camino al paredón le retiran las muletas; lo vejan y obligan a arrastrarse. Tony no se queja y al fin logra erguirse. Con mirada serena enfrenta a los fusiles. También, a su lado cae Hugo Rodríguez Soria. A Tony lo rematan dos veces.
Tony Chao Flores deja solo una carta. Es para su abuelita: “¡Tú, amada madrecita con trenzas de niña vieja!
Ya, a la luz del Sol, el sargento Franco, Jefe de Orden Interior, entra al patio central de la Cabaña. Finge invalidez y burlonamente se apoya en las muletas de Tony Chao: Un grito áspero y atronador ha roto la calma de la mañana. Como una tempestad, cientos de voces procedentes de las 10 galeras han comenzado a vociferar injurias y amenazas…”.
Cada párrafo, página y capítulo de “Los agujeros negros” es un llamado; grito, carente de rencores personales, para que la justicia histórica termine por brillar en nuestra sufrida patria. A estas alturas el avasallador, vivo o muerto, es un ente secundario que se sofoca en la justa sangre de las víctimas.
“Los agujeros negros” es un libro de lectura fundamental para historiadores e investigadores del comportamiento humano o toda persona que se interese en estos tópicos. En este texto aprendemos, empíricamente, como los regímenes de dictaduras totalitarias elevan en dignidad, a contrapelo de sus intenciones, a amplios sectores de la ciudadanía en tanto otros, que hasta la víspera aparentaban normalidad, se corrompen en abyección absoluta y vergonzante.
NOTA: Esta obra se encuentra disponible en Amazon Libros.
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