Cuentan que en Cuba, durante la época colonial, vivió una muchacha de familia muy decente llamada María Manuela. Esta joven poseía un carácter muy agrio, hasta el punto en que nadie soportaba su presencia y siempre huían cada vez que ella se les acercaba. Una vez, su madre vino a verla para pedirle un poco de dinero prestado, y ella le contestó:
-¿Dinero? Siete legiones de demonios es lo que tengo dentro de mi cuerpo.
Dicen que María Manuela, desde ese día no tuvo ningún día bueno, pues comenzó a padecer de enfermedades muy raras y de unos muy extraños ataques de histeria.
Los años fueron pasando y María Manuela comenzó a cambiar su carácter y su manera de ser, y sus ataques y enfermedades comenzaron a ser historia pasada.
Ella tenía, según cuentan, mucha gracia para hacer peinados, y una tarde, mientras ella peinaba a una joven que se preparaba para ir a un baile, mientras le recortaba los bucles le dijo:
-¿Sabes? me entran deseos de sacarte los ojos con estas tijeras que tengo en mis manos.
Y la muchacha, sin asustarse le dijo:
-Si Dios te da permiso para hacerlo, hazlo.
Cuando María Manuela escuchó estas palabras se calmó.
Ella murió al cabo de algunos años luego que sucedió este incidente, y cuentan que cuando abrieron su cuerpo al morir, en lugar de encontrar sus órganos vitales, hallaron una masa dura y compacta.
La gente, al recordarla, en lugar de llamarla por su nombre, le decían La Endemoniada.
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