Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Este 9 de octubre se cumplieron 56 años de la muerte de este personaje diabólico, aunque para grandes masas de estúpidos ¡hasta lo consideran santo!
La CIA había enviado a Bolivia a tres de sus agentes cubanos a realizar labores de inteligencia para lograr la captura del invasor argentino y sus guerrilleros marxistas. Ellos eran: Julio Gabriel García, Gustavo Villoldo Sampera y Félix Ismael Rodríguez Mendigutía.
Cada uno de ellos debía de realizar una labor específica y coordinada con el ejército boliviano.
La guerrilla estuvo integrada por 51 hombres y 1 mujer (29 bolivianos, 16 cubanos, 3 peruanos, 3 argentinos y 1 francés) aunque realmente los que combatieron fueron 44.
El 31 de agosto de 1967 acabaron con la retaguardia de la guerrilla en Vado del Yeso, al mando de Joaquín (cubano Juan Vitalio Acuña) murieron 8 (Tania entre ellos) pero hubo un boliviano capturado, Paco (José Castillo Chávez). Félix (alias Félix Ramos Medina) logró que el general David LaFuente le entregara al prisionero Paco, que hasta ese momento no había cooperado.
Luego el 26 de septiembre mataron a tres guerrilleros cerca de La Higuera y uno de ellos era el cubano Miguel (Manuel Hernández Osorio). Durante el interrogatorio a Paco, Félix se enteró que la guerrilla estaba formada por una vanguardia, un centro (donde iba el Che) y una retaguardia. Si Miguel era el jefe de la vanguardia, el Che tenía que estar a un kilómetro.
El 29 de septiembre, Félix logró con el coronel Joaquín Zenteno traer hacia la zona de Vallegrande, a sus comandos que estaban siendo entrenados en el campamento La Esperanza, un antiguo ingenio azucarero situado a 300 km al NE por el mayor Ralph “Pappy” Shelton (1930-2010) y por el puertorriqueño capitán Margarito Cruz (quien trabajó con algunos en la recopilación de inteligencia proporcionándoles pistolas y relojes de pulsera y los envió a buscar todo tipo de información sobre los insurgentes. También preparó francotiradores).
La tropa movilizada era la Compañía “B” al mando del capitán Gary Prado (1938-2023), a La Higuera, donde se puso a órdenes del Mayor Miguel Ayoroa. La Compañía “A” en patrullaje por la región Norte del Río Grande y la Compañía “C” como reserva. Fueron 650 los Rangers entrenados, pero no todos participaron en combate ese día.
El cerco comenzaba a cerrarse entorno al comandante Fracaso.
El viernes 6 de octubre, alrededor del mediodía, una campesina viejita estaba buscando a su chiva extraviada cuando entró en un cañón y descubrió sin querer al campamento guerrillero, la viejita no sabía o no quiso darles ninguna información, dos la acompañaron hasta su casa y le dieron 50 pesos y el encargo de que no hablara, aunque sabiendo era normal que todos los denunciaran. Como a las 12:30 pm del sábado 7 la viejita y sus cabras chocaron con uno de los soldados de inteligencia quien la interrogó, la anciana cantó y hasta le enseñó el dinero.
Ese mismo día, Pedro Peña, uno de los soldados de los servicios de inteligencia, infiltrado de los que había preparado Gustavo Villoldo regresó a la sede de la compañía que comandaba el capitán Gary Prado con la información que un campesino del área le dijo haber oído voces en la Quebrada del Yuro (Churo) dónde se suponía no debía haber nadie.
El domingo 8, a las 6 de la mañana un campesino de apellido Herrera se presentó frente a los subtenientes Carlos Pérez y Mario Eduardo Huerta del ejército boliviano que estaba estacionado en la supuesta zona donde creían podrían estar los guerrilleros guevaristas. El campesino les contó que había visto como a las 9 de la noche a los guerrilleros pasar por su casa cerca de la quebrada del Churo.
Pérez y Huerta van al mapa y analizaron que el sitio, estaba a unos 2 a 3 km de La Higuera y entraron en contacto con su comandante de compañía: capitán Celso Torrelio Villa que estaba en Pucará informándole y pidiéndole su consentimiento. Les contestó destacar una sección a Chañaral y la otra en San Antonio, pero los autorizó ir primero al Yuro a verificar la información del campesino.
El reloj marcaba las 6:30 am, había mucha neblina y los dos pelotones de la compañía “A” estaban listos para partir hacia la zona en cuestión. 80 soldados bajo el mando de ellos dos salieron a las 7 de la mañana para hacer una observación temprana en “Punta de La Higuera” como han llamado a esta operación. A las 9 enviaron un equipo de inteligencia que regresó enseguida con un cigarrillo Astoria fresco, lo que les indicó tomar acción de forma inmediata.
Pérez le dijo a su compañero Huerta que necesitan armas de apoyo, como morteros, pero ninguno de los dos pelotones los tenía por eso se comunican con la compañía “B” al mando del capitán Gary Prado que estaba cerca y le dijeron que necesitan sus morteros para atacar a los “sapos”, nombre clave de los guerrilleros. Prado se presentó con dos piezas de morteros más la sección del sargento Huanca.
Según Inti Peredo en su Diario, a las 8:30 de la mañana, los 17 hombres estaban sentados al centro y a ambos lados de la Quebrada, esperando. El gran dilema del Che y de ellos era saber si el ejército había descubierto su presencia o las posiciones que estaban tomando eran maniobras similares a las de otros días. Benigno estaba herido y la posición de ellos era frente a unos soldados, ellos los veían, pero los soldados no a ellos. La situación de Pombo y Urbano era más difícil, estaban ocultos detrás de una roca recibiendo fuego continuo, pero cuando les tiraron una granada de mano, el polvo fue suficiente para poder escapar y acercarse un poco a Ñato.
La batalla continuaba, pero disparaban solo cuando los soldados lo hacían, para no delatarse y para ahorrar municiones. Dice pudieron dejar fuera de combate a algunos soldados. Al anochecer bajaron y se juntaron con Pombo, Urbano y Ñato. Preguntaron por Fernando (alias del Che) pero ninguno sabía de él. Caminaron toda la noche y al amanecer se sorprendieron al ver que estaban cerca de La Higuera, pero sin saber lo cerca que estaban de su jefe. Entonces fue que comenzó la gran escapada de estos seis.
El Che había divido el grupo de 17 guerrilleros en tres grupos. Un grupo de 4, tres bolivianos: Pablo (Francisco Huanca Flores), Chapaco (Jaime Arana Campero), Eustaquio (Lucio E. Galván Hidalgo) y Moro (cubano Octavio de la Concepción de la Pedraja). Estaban más adelantados del resto, los cuatro murieron el 12 de octubre de 1967 y con seguridad nunca se enteraron lo que había pasado cuatro días antes.
El segundo grupo, de siete (Che, Aniceto, Antonio, Arturo, Chino, Pacho y Willi) era el que estaba en el centro de la Quebrada del Yuro.
A las 13 horas (1 pm) los soldados nerviosos y sudorosos estaban atentos cuando los vieron y comenzaron los disparos de sus armas automáticas, los Garand y los morteros. Cinco granadas estallaron en la quebrada, hubo silencio, los guerrilleros no responden, eran siete y los boinas verdes bolivianos eran unos 182. Un soldado vio a 30 metros a su izquierda a un guerrillero le disparó y lo mató era Antonio (cubano, Orlando Pantoja Tamayo), luego cayó el segundo Arturo (cubano, René Martínez Tamayo).
Durante el intercambio de disparos murieron cuatro soldados bolivianos; Mario Characayo, Mario Lafuente, Sabino Cossio y Manuel Morales. Otros tres resultaron heridos.
Se pidió apoyo aéreo con los dos aviones T-6 portadores de bombas de napalm y ametralladoras, pero por la cercanía de los soldados era muy arriesgado y regresaron a su base, sin disparar.
El cabo Balboa y los soldados Encinas y Choque observaron una figura difusa, era un barbudo que intentaba parapetarse detrás de una enorme piedra, pero no logró esconderse, le dispararon, estaba prácticamente acorralado, levantó su arma por encima de su cabeza, muy cerca de él cuatro fusiles le apuntaron, alzó la cabeza y gritó: “No tiren, no tiren, soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto” El soldado Tomás Choque reaccionó y le gritó “Cobarde, te mataremos”. Con su carabina M2 en alto, el guerrillero argentino, cojeando, caminó hacia los soldados.
El Che estaba herido en el tercio medio de su pierna derecha y su carabina estaba perforada por un proyectil que le arruinó el metal y la madera. Pidió sentarse, uno de los soldados le gritó: “Cobarde, quieto donde estás, no te sientes”. Otro de los soldados se le acercó y le quitó la cartera o morral de cuero donde entre otras cosas estaba su diario de campaña, libros de historia, un mapa de la zona guerrillera, su identificación y unas libreticas con claves, cuatro relojes Rolex, una pistola alemana de 9 mm, Walther PPK 45 con cargador, un cuchillo daga Solinger, dos pipas, 2,500 dólares y más de 20,000 pesos bolivianos. En su cuello colgaba un altímetro.
Era las 15 horas (3 pm), el Che se quejaba, un soldado reaccionó y le dio un culatazo. Sintieron un ruido cerca, un soldado disparó dos veces su arma y de pronto de los matorrales salió otro guerrillero sin armas, con pánico en sus ojos y alzando las manos se entregó, era Willy (boliviano Simón Cuba Saravia) y con él había dos mochilas, una de él y la otra del Che. Los soldados por radio PRC-10 dijeron: “Tenemos a Papá”. Les respondieron: “Llévenlos al Filo donde está el capitán Prado”.
Cuando llegaron frente al capitán Gary Prado éste se aproximó para observarlo de cerca y le vio las protuberancias de la frente, le pidió le mostrara la mano izquierda y así pudo ver la cicatriz en el dorso, ya casi convencido de su verdadera identidad empezó a revisar sus pertenencias junto a su segundo Alejandro Ortiz. Le preguntó si podía caminar y el Che respondió: “tengo que hacerlo”.
Prado ordenó los amarraran de pies y manos y los recostaran a un árbol con dos soldados apuntándoles permanentemente con sus fusiles. Cuando estaban ejecutando estas órdenes, el Che le dijo: “no se preocupe capitán, esto ya se acabó”.
Para Ud. sí, pero quedan por ahí todavía algunos de sus hombres y no quiero correr riesgos, le respondió el capitán.
Es inútil… hemos fracasado, fue la nueva observación del argentino.
Le pidió permiso a Prado para beber de su cantimplora, pero el capitán temiendo que se pudiera envenenar le dio la suya y bebió con avidez. Luego pidió fumar y un soldado le dio de la marca Astoria.
Prado anunció la novedad por radio a La Higuera a “Morocho” (subteniente Totti Aguilera) quien operaba el equipo de comunicaciones GRC-9 y ordenó que se le comunique la novedad al mayor Ayoroa en La Higuera, jefe de los rangers bolivianos entrenados por la CIA, y se transmita al Comando de la Octava División en Vallegrande donde se encuentra “Saturno”, el comandante de la Octava División, coronel Joaquín Zenteno Anaya (1921-1976).
Luego de pedir confirmación de tamaña noticia, “Saturno” ordenó a “Flaco” (capitán Prado) trasladarse con muertos, heridos y prisioneros a La Higuera, distante dos kilómetros. A su vez Prado ordenó levantar la operación militar hasta el día siguiente dejando guardias apostadas para impedir la fuga de los 9 guerrilleros (3 del grupo del Che y los 6 del tercer grupo que estaban algo retirados) que aún estuviesen ocultos en la quebrada y regresó a La Higuera, eran las 4:30.
Los oficiales temían una contraofensiva de los guerrilleros para liberar a su jefe.
Unos nueve soldados empezaron a recoger los documentos y artículos de valor dispersos en la zona de combate o entre las pertenencias de los guerrilleros muertos y capturados. Según el oficial Selich, le correspondía organizar el traslado de los guerrilleros muertos y los soldados heridos hasta La Higuera. Antonio y Arturo son transportados colgados de palos.
El Che caminando y cojeando, utilizando como bastón a su arruinada carabina y apoyándose en el hombro de un soldado. El trecho era largo y la caravana militar llegó a las 20:00 (8 pm) a La Higuera.
En la cumbre y la entrada del poblado se reunieron vecinos y campesinos, hombres y mujeres, llenos de curiosidad.
Al Che lo internaron en la escuelita construida con barro, paja y madera. Eran dos pequeñas aulas.
A eso de 8:30 pm, el mayor Miguel Ayoroa (comandante de boinas verdes), el capitán Prado, los subtenientes Carlos Pérez y Eduardo Huerta además del coronel Andrés Selich (del Batallón de Ingenieros de Vallegrande) y del suboficial Mario Terán, se trasladaron a la casa del corregidor Aníbal Quiroga. Comenzó el recuento de los documentos y enseres guerrilleros que habían sido encontrados. Los ordenaron precariamente y los guardaron en dos cajas de munición M-1. Posteriormente y tras la cena, trasladaron casi todo su contenido a la morada del telegrafista Félix Hidalgo, que ofrecía más comodidades, y donde los oficiales Ayoroa, Prado y Selich tenían alojamiento.
Se terminó el inventario y Selich quedó como responsable de todas las pertenencias capturadas. El subteniente Huerta llegó un poco más tarde con un monto de dinero en dólares y pesos bolivianos que acababa de hallar, un monto que fue objeto de controversias. Luego en un nuevo registro en la casa del Corregidor, hallaron una cantidad indeterminada de dinero entre bolivianos y dólares. Asunto espinoso, nadie estaba de acuerdo en su monto. Fuese la cifra que fuese, repartieron pesos y dólares entre los oficiales, algunos soldados y algo, la parte más pequeña, se destinó a los campesinos colaboradores.
Guevara estaba amarrado en el suelo de una de las aulas junto a los cuerpos de Antonio y Arturo, dos guerrilleros cubanos muertos, en su rostro un rictus de tristeza, cansado, angustiado, vistiendo una camisa verde y pantalón kaki verde olivo muy sucios y raídos. No tenía botas sino unos pedazos de cuero amarrados a sus pies. Todo su cuerpo apestaba a tabaco.
A las 9 de la noche lo interrogó el coronel Selich, pero se desconoce el texto del diálogo. Después llegó el teniente Espinosa y como el Che dio vuelta a su cara para no verlo, Espinosa se enojó, al acercársele le agarró la cabeza “¿Qué te pasa?” le preguntó. El Che encogió su pierna izquierda y le descargó una patada, Espinosa se marchó sin decir nada.
La primera guardia dentro le tocó al soldado Aliaga, que fue quien contó la mayoría de estos datos.
A la una de la madrugada del lunes 9 entraron varios oficiales entre ellos, los tenientes Huerta y Pérez Panoso y cuando este se acercó al prisionero sentado en el suelo, le pellizcó la cara y le dijo: ¿Dónde está el mito del Che? Un arrebato de ira invadió al Che y le lanzó un escupitajo a la cara del oficial. Pérez se abalanzó sobre él para golpearlo, pero los otros lo aguantaron.
Lo estuvieron vigilando toda la noche, el capitán Prado iba cada cierto tiempo a verlo. En una de ellas le preguntó ¿cuántos hombres le quedaban?, él contestó no saber, luego ¿dónde se iban a reunir? y el Che contestó “no teníamos estábamos perdidos” (por supuesto no le dijo que era el Río San Lorenzo el punto de reunión) Entonces el Che le preguntó ¿cuántos de sus hombres habían caído?, Prado le contestó mañana volveremos a buscarlos en el interior de la quebrada.
A las 3 de la mañana Prado regresó y estaba de guardia el subteniente Carlos Pérez y el Che despierto, no podía dormir y le pidió café.
La maestra de la escuelita Julia Cortés de 19 años también estuvo hablando con el prisionero.
El capitán Prado a las 6:30 ordenó le llevaran café y pan a los prisioneros. Luego alistó dos pelotones con los subtenientes Totti Aguilera y Espinoza para continuar el rastrillaje de las quebradas y se quedó a esperar la llegada del comandante de División.
A las 7 del lunes 9, llegó el helicóptero de Jaime Niño de Guzmán, con el coronel Joaquín Zenteno y Félix Ramos (Félix I. Rodríguez), el espirituano de la CIA, que estaban en Vallegrande. Zenteno se reunió con Prado y escuchó con calma todo el parte y los detalles de la operación del día anterior. Le dijo no había hasta su partida ninguna instrucción sobre los capturados. Luego pasó solo a ver al prisionero y de esa conversación no se supo nada, pero al salir se veía incómodo. Después fue al Puesto de Comando para observar la documentación capturada. Cuando el mayor Ayoroa le explicó la operación que estaban poniendo en ejecución ese día, Zenteno quiso acercarse hasta el Churo (Yuro) para observar el trabajo de la tropa. La operación dio fruto porque cayeron Pacho, Aniceto y Chino.
Luego entró Félix, tuvieron una conversación algo extensa, cuando le preguntó la causa de su fracaso, el Che contestó: “las comunicaciones y los contactos en las ciudades fallaron y el campesino no respondió sino al contrario, nos delataban”.
Félix retrató más de 300 páginas del Diario, ayudado por un soldado que se las aguantaba, por eso en muchas sale su dedo. En eso llegaron unos rangers bolivianos con el cadáver de Chino (peruano Juan Pablo Chang Navarro) y el boliviano Aniceto Reynaga Gordillo, herido en la cara que le afectó nariz y un ojo, se quejaba constantemente. Luego trajeron el cadáver de Pachuco (cubano Alberto Fernández Montes de Oca), con este eran cuatro los muertos del segundo grupo.
Como a las 12 del mediodía del lunes 9 de octubre, se recibió la orden de su ejecución dada por Barrientos y Ovando, fue Félix el que la recibió y tuvo que esperar el regreso del coronel Zenteno para decírselo. Félix le planteó llevárselo vivo para Panamá, pero Zenteno dijo cumplir órdenes superiores y le pidió los matara antes de las dos de la tarde.
El coronel Joaquín Zenteno habló con los 7 soldados y todos se ofrecieron voluntarios para dispararle, Zenteno que no los conocía realmente eligió al suboficial Mario Terán Ortuño y al sargento Bernardino Huanca, para ejecutarlos.
De Guzmán en su helicóptero estaba dando viajes llevando guerrilleros muertos además de soldados muertos y heridos. Zenteno regresó con él a Vallegrande.
En la mochila del Che, hamaca, mosquitero, ropa, utensilios de cocina y algunos huevos duros.
Félix le dio su cámara Pentax a Niño de Guzmán para retratarse ellos cuatro con el Che, es la última foto del argentino vivo. Luego Terán le pidió la pipa del argentino y Félix se la dio. Un soldado le había quitado el Rolex GMT Master al Che, Félix le pidió verlo y sin que se diera cuenta lo cambió de pulsera y se lo devolvió, pero con el Rolex de él, Félix se quedó con el del Che. La otra pipa se quedó en el bolsillo del sargento Huanca.
Guevara le dijo al soldado Aliaga “¿Tienes alimento para patos?”, refiriéndose al mote, una especie de maíz cocido que la tropa suele llevar en sus mochilas. Como el soldado no tenía, sacó 50 centavos para comprar una pequeña porción de mote. Durante las 15 horas que estuvo prisionero dentro de la escuelita, fumó bastante y ésta fue su última comida.
Primeramente, Terán le dio un tiro en la cabeza a Willy con su M1, igual hizo Huanca con Aniceto.
Seguramente el Che al oír los disparos ya sabía le quedaban pocos minutos de vida. Terán salió y le pidió al teniente Pérez Panoso su M2.
Estando de jefe en La Cabaña, el Che solía mandar a los reos al paredón escribiendo en una nota: “dale aspirina”.
Era la 1:10 pm cuando Terán le dio aspirina al argentino fanático, dogmático, racista, rencoroso, envidioso, arrogante, soberbio, mentiroso, violador de sirvientas, inmoral, provocador, guarango, homófobo y asesino de cientos de cubanos, que la estupidez izquierdista ha convertido en héroe y hasta en santo.
Según cuenta uno de los soldados que estaba allí, después de Terán, le dispararon a Carlos Pérez Gutiérrez y otro de apellido Cabero (por haber matado a su amigo Manuel Morales). En total fueron 8 las balas en su cuerpo, pero ninguna en la cabeza, según la autopsia realizada luego en el hospital de Vallegrande.
Félix le lavó el rostro, le cerró los ojos y trató de cerrarle la mandíbula, luego entre Niño de Guzmán, dos soldados y Félix lo sacaron de la escuela en una lona y lo ataron al patín derecho del helicóptero. Llegó entonces el padre Roger Schiller un sacerdote de origen alemán y le dio la bendición al ateo. Luego fue a la escuelita y limpió la sangre de las paredes.
Volaron hasta Vallegrande, llegaron a las 5 pm y allí estaba Villoldo (alias Eduardo González) y Julio G, García quienes pasaron el cadáver a una vieja ambulancia que lo llevó al hospital Ntra. Señora de Malta, donde estaban los cuerpos de los otros seis guerrilleros. Desgraciadamente para Gustavo, hubo muchos fotógrafos tomando fotos sobre todo en la lavandería del hospital y en muchas de ellas le confundieron su rostro con el nombre de Félix Ramos. Pero Félix ya no estaba ahí y tuvo mucho cuidado de no mostrar su cara.
Por tanto, entre el 8 y el 9 de octubre murieron los siete del grupo central donde estaba El Che.
En Vallegrande permaneció el cadáver esperando una comisión argentina que debía identificarlo. La tarde del lunes 9 el teniente Roberto Quintanilla le tomó las huellas digitales. En la noche del martes 10, como no llegaba la comisión se dispuso del entierro de los siete cadáveres porque ya estaban entrando en descomposición, Quintanilla apareció con yeso de dentista, hizo un emplasto y le tomó una mascarilla al Che, resultó perfecta, quedando adheridos todos los pelos de su barba, pero sin cejas. Quiso cortarle la cabeza por orden del ministro del Interior, Antonio Arguedas, pero como ellos se opusieron, el Dr. Moisés Abraham le cortó las manos.
El Dr. José Martínez Caso no quiso hacerle la autopsia, indicando que estaba de más, pero Quintanilla insistió hasta convencerlo. El miércoles llegó la comisión argentina y reclamó el cadáver, pero ya había sido enterrado por la madrugada por Villoldo bajo las órdenes del coronel Selich.
Disponer del cadáver y evitar que Cuba lo recuperara, se convirtió en el problema de Villoldo. Los funcionarios bolivianos prepararon un plan para enterrarlo secretamente en una pista aérea en construcción.
A las 2 de la madrugada del miércoles 11, Gustavo Villoldo sacó los tres cadáveres de la morgue del hospital y acompañado por 3 bolivianos los metieron dentro de un camión, los taparon con una lona y se fueron a enterrarlos secretamente con la ayuda de una excavadora. Era el cadáver del Che con otros dos guerrilleros, aseguró Gustavo. Esa noche, le cortó un mechón del cabello a Guevara y anotó las coordenadas geográficas exactas antes de echar los tres cadáveres en una misma tumba. Esas coordenadas las sabe él solamente.
Villoldo contó su historia por primera vez a Luisa Yánez el viernes 23 de marzo de 2007, para asegurar que los restos de Guevara siguen enterrados en Bolivia y no en Santa Clara como han mentido los comunistas cubanos.
»Estoy seguro de que del pelo se puede sacar una muestra de su ADN, y estoy dispuesto a permitir que lo analicen y comparen el resultado con los restos que hay en la tumba de Cuba», dijo Villoldo. “Nosotros enterramos a tres hombres esa noche”, dijo Villoldo. “Treinta años después, empiezan a cavar y encuentran siete hombres enterrados, los muertos no se reproducen, no se multiplican”
Finalmente, seis lograron huir el día 9 de octubre, pero a Ñato (Julio L. Méndez Korne) lo hirieron en la columna vertebral 38 días después, y fue rematado por Benigno (cubano Dariel Alarcón Ramírez), Urbano (cubano Leonardo Tamayo Núñez), Pombo (cubano Harry Villegas Tamayo), Inti (boliviano Guido A. Peredo Leigue) y Darío (boliviano David Adriázola Veizaga) lograron entrar a Chile, ayudados por Salvador Allende. El 6 de marzo de 1968 llegaron a La Habana los 3 cubanos. En 1969 murieron en Bolivia durante acciones terroristas urbanas, Inti y Darío. Ese fue el final de la guerrilla boliviana.
Nota. –
De acuerdo a comentarios en un diario, si los 17 guerrilleros no se hubieran detenido esa noche del 8 en la Quebrada del Yuro y hubieran seguido caminando, por lo menos ese día no los hubieran capturado, pero creo estar seguro el problema era el asma del Che, sin medicamentos, le obligó descansar.
Los cubanos guerrilleros murieron 13 y 3 escaparon a Cuba. Los 16 eran oficiales del ejército cubano, 3 con grados de comandantes, 9 con grados de capitanes y 4 eran tenientes. Fíjense hasta donde llegaba la incapacidad y la arrogancia del Che, que el mismo Benigno (Dariel Alarcón) reconoce en su libro, siendo ellos oficiales, jamás el Che se reunió con alguno de ellos para intercambiar estrategias. Un día Marcos (Antonio Sánchez Díaz) y el Che discutieron fuertemente, Marcos le dijo: “soy tan comandante como tú”, luego el Che lo degradó a simple soldado, lo sustituyó de jefe de la vanguardia y nombró a Miguel.
¡Solamente él y nadie más que él!
Benigno estuvo huyendo por casi toda Bolivia hasta entrar a Chile por Camiña el 20 de febrero de 1968. Estando exiliado en París explicó que, durante esos 135 días, tuvo muchos encuentros con el ejército junto a los otros 5, luego 4 logrando sobrevivir, por eso se consideraba con capacidad militar para haber sido tomado en cuenta por el arrogante argentino.
El ejército se apoderó de otros cuatro diarios de campaña después que fueron capturados o muertos en combate sus dueños: Rolando (Eliseo Reyes), Braulio (Israel Reyes), Moro (Octavio de la Concepción), Pacho o Pachuco (Alberto Fernández), y Pompo (Harry Villegas) que no fue capturado y huyó a Cuba. Parece había uno con fecha final de mayo 1967 que lo perdió dentro de su mochila, en el combate del Río Rosita el 31 de julio. El que publicó en Cuba tiene anotaciones diferentes y corregidas sus múltiples faltas de ortografía. Además de párrafos eliminados donde, habla mal del Che.
Por uno he podido saber que el traidor ministro boliviano Antonio Arguedas Mendieta le entregó al abogado y reportero boliviano Víctor Zannier, el Diario, la mascarilla y las manos cortadas. El 5 de enero de 1970 las llevó a La Habana, después de haber recorrido medio mundo.
Rafael Cerrato, escritor cordobés, en su libro Amanecer en La Higuera (2012) entrevistó en París a Félix I. Rodríguez y a Dariel Alarcón Ramírez (Benigno). Benigno (1939-2016) quería hablar con Félix para saber el por qué el Che no se suicidó de acuerdo con su orden que todos ellos debían tener una bala guardada para matarse antes de caer prisioneros. Félix le aseguró el Che tenía balas en su pistola, pero no las uso.
Otras cosas que Benigno ya había comprendido cuando se fue a París, sin regreso, era el por qué no habían ido al Alto Benny como aconsejó Debray.
¿Por qué se dedicaron a aprender quechua, cuando el dialecto más hablado en la zona era el guaraní? ¿Por qué los mapas eran escala 1:500.000 cuando los usados en operaciones militares deben ser de escala 1:50.000? ¿Por qué la radio recibía, pero no transmitía? ¿Por qué no tuvieron las armas adecuadas, como Fidel les había prometido? ¿Por qué Renán Montero o Iván (verdadero nombre Andrés Barahona López 1930-2009) fue sacado de Bolivia en mayo de 1967, dejándolos aislados, sin medicinas y sin dinero?
Benigno estaba seguro, el Che sabía desde el primer día, que estaban condenados al fracaso.
Benigno conoció en el aeropuerto de Moscú a Ángel (un miembro de la KGB) que era uno de aquellos niños llevados a la URSS durante la Guerra Civil Española 1936-1939. Ángel le fue aclarando que Fidel los había engañado y que todo cuanto les había dicho en el entrenamiento era, mentira. También le contó que Mario Monje nunca había ido a Bulgaria, como dijo, fue realmente a Moscú a informarle al Comité Central de la presencia del Che y de ustedes allá.
El capitán Gary Prado, que murió el pasado 6 de mayo, en sus videos siempre dijo que el Che no tenía a donde ir después que Fidel leyó su carta de despedida el 3 de octubre de 1965, estando en El Congo, a pesar de haber acordado leerla solamente después de su muerte.
De acuerdo con esta acción traicionera Fidel le dio aspirina al Che aquel 3 de octubre de 1965…735 días antes de los tiros del soldado Mario Terán en la escuelita de La Higuera.
Esta y otras historias más verifican que no ha existido en Cuba una persona más maquiavélica, manipuladora y traicionera que el hijo de… Lina Ruz.
Otra paradoja sobre el Che: Habiendo sido un casi médico y el juramento hipocrático dice velar con el máximo respeto por la vida humana, disfrutaba matando como le dijo a su padre en una carta después de haber ejecutado a Eutimio Guerra en 1957: “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente… me gusta matar.”
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