Aún se recuerdan aquellos tiempos en que todavía no había llegado la revolución a Cuba y Don Zacarías Elías, cargando telas al hombro, recorría las casas del poblado de Cárdenas vendiendo de puerta en puerta sus productos.
Pero lo irónico era que, muchas veces, los clientes no pagaban pero él les hacía firmar un pagaré para recuperar luego el dinero como un comerciante que quería vivir de su negocio para mantener a su familia.
Muchas veces, en aquellos tiempos, Don Zacarías creía en la buena fe de las personas y, por eso, a muchos de sus clientes les “fiaba”, porque sabía que luego ellos le iban a pagar el producto, el cual compraba al por mayor para obtener algunas ganancias.
Pero este comerciante, de ninguna manera, se quedó de brazos cruzados, ya que por el contrario, compró luego un jeep y se fue también a atrapar el mercado regional vendiéndole a los campesinos en las fincas sus telas que tenían muy buena acogida en todos los mercados.
En una libreta, con una letra perfecta y bien detallada, Don Zacarías iba anotando los nombres de aquellos clientes a quienes les “fiaba” las telas y, posteriormente, pasaba por las casas de estos para cobrarles su dinero, lo cual lo hizo antes en una bicicleta y luego en un vehículo.
SE CASAN
Después, cuando ya tenía unos pesitos en el bolsillo, decidió contraer matrimonio con la señora María Elías, a quien había conquistado a punta de “verdadero amor”, sentando ya la base de una futura familia bien cubana.
Decidió entonces también comprar una casa en el poblado de Cárdenas, donde la familia se unió más que nunca, porque ya allí vivían, no solos los padres, sino el resto de la familia, como algunos hermanos, o sea, tíos y tías.
Y lo más sabio que pudo hacer Don Zacarías en aquella casa fue abrir, en un garaje, su primera tienda de venta de telas. Después nacieron sus tres primeros hijos. Pero, como a todo el mundo le pasó en Cuba, vino después la revolución, y sacó corriendo a todo el mundo de la isla.
Como Don Zacarías, no comulgaba con esas ideas comunistas de la revolución de los Castro, supo de muy buena fuente, que el régimen ya lo “tenía en la mira”, por lo cual decidió huir del país con su familia hacia los Estados Unidos.
En el transcurso del año 61 la familia Elías llegó a Miami con “una mano delante y otra detrás”. Don Zacarías se estableció en el área urbana de Miami. Un amigo de él (José Abifael) descendiente de libaneses, ayudó a la familia a venir a este país.
Se establecieron en un apartamento pequeño con un baño y una cocina, solo con dos camas, pero allí en medio del amor y los deseos de triunfar, la familia comenzó a cosechar su futuro en los Estados Unidos.
Don Zacarías empezó a trabajar y, entonces, decidió conseguirse dos puestos. Trabajaba en un garaje en Hialeah. Y en otro en la noche. Se consiguieron en arriendo una casita. Y en el frente había un garaje que también alquiló para montar allí su empresa de telas.
Un amigo de Cuba, quien tenía telas y se las vendía, ayudó a im-pulsar el negocio de Elías. La fa-milia pasó momentos muy difíciles porque, habían días, en los que solo vendían un carretel de hilo. Por lo que Don Zacarías, inclusive, llegó a pensar algún día en cerrar la tienda.
La señora María, en aquel entonces, estaba embarazada. Pero Don Zacarías no se dio por vencido y decidió, asimismo, comprar luego un terreno en Hialeah donde en el futuro levantó su negocio sobre la 4ª avenida y la calle 20 del East.
Pero por estos días la familia anunció que el negocio, definitivamente, se iba a cerrar. Lo que aún queda de inventario de productos de telas está siendo ahora rematado. Y el edificio ya fue vendido. Hay un poco de nostalgia en la familia.
Don Zacarías con la señora María tuvieron estos hijos: María Teresa, Mercedes, John, Milagros, Jorge y José.
MARÍA TERESA TAMARGO
“Cumplimos con el deber y dejamos muy en alto el legado de mi padre”, dijo con tremendo orgullo María Teresa Tamargo, quien está al frente del negocio que está en liquidación.
“Fueron más de 50 años en el negocio. Fue muy próspero. Y exitoso. Hicimos muchos amigos. Algunos clientes, inclusive, han llorado al saber que decidimos cerrar el negocio. Fue el sustento de muchos clientes que se beneficiaron con nuestros productos”, recalcó María Teresa.
“Le dedicamos mucho tiempo a este negocio todos los hermanos. Y ahora es apenas justo que nos retiremos para acabar de vivir nuestras vidas con salud y sin preocupaciones. Porque nuestra familia, como nuestros hijos y nietos, ya tienen también definidas sus vidas” sintetizó.
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