LAS OBLIGATORIAS TRES HORAS DE ESPERA

Written by Esteban Fernández

23 de noviembre de 2021

A finales de los años 50’s… Mi adorada madre a toda costa intenta evitar que mi hermano Carlos Enrique y yo entremos en las cristalinas aguas de Guanabo, en una mano un cinto y en la otra un reloj que observaba repetidamente. ¡Había que esperar tres horas para meterse en el mar!

La más dulce de las mujeres parecía un guardia rural defendiendo una fortaleza. Su única arma era el cinto de mi padre que años después me di cuenta que jamás me caería encima.

Hacía dos horas que me había servido mi desayuno – un café con leche, pan con mantequilla, y un panqué que había comprado el día anterior en el pueblo de Jamaica.

Teníamos que esperar inmundas horas más para poder meternos al agua porque mi madre vivía absolutamente convencida de que eso podía ser mortal e imponía a capa y espada esa regla de oro en Cuba en esa época.

Yo me sonreía, protestaba y acataba. Y lo cierto era que mi madre llegó a convencerme de ese gran peligro.

Si hubiera sido solamente en la bella playa -a la cual solo íbamos un par de veces al año- no hubiera sido nada del otro mundo, pero esa regla se imponía diariamente en mi corta vida en Güines.

Desde luego, mi madre predicaba con el ejemplo. Esperaba tres horas para bañarse después de haber planchado. Y planchaba todos los días.

No era mi mamá solamente, todas las madres estaban de acuerdo en eso. Y yo pensaba que “tantas madres” buenas y abnegadas no se podían equivocar.

Cuando llegó la hora de interesarme por el sexo con terror descubrí que para eso también había que esperar las reglamentarias tres horas.

Me di cuenta porque todas las noches algunos hombres – como a las 9 de la noche- le preguntaban a sus esposas : “¿Tú crees que debo comer algo ahora o espero a más tarde?”

Un amigo llamado Tony “Capitolio” Hernández me acompañó a visitar un prostíbulo en el barrio La Victoria en La Habana, pero fuimos antes a una cafetería llamada Los Parados, nos cominos dos sándwiches y sendos batidos.

Con pavor recordé la enseñanza de mi madre. Salí corriendo para la Sambumbia, y me monté en la Ruta 33 rumbo a Güines.

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