Por Esteban Salazar Chapela (1953)
Este año las Navidades inglesas se hallarán como presididas por una ausencia: por la ausencia de la soberana Isabel II, que en esos días andará por Nueva Zelandia en compañía de su marido. Sin embargo su ausencia no será completa del todo, pues el día 25 de diciembre —a las tres en punto de la tarde-la reina hablará desde allí a todos sus súbditos y la oiremos en Londres tan claramente como si lo hiciera desde su palacio de Buckingham.
¿Por qué se elige esa hora —las tres de la tarde? Porque a esa hora todos los habitantes de estas islas están en la sobremesa de la comida de Navidad, esto es, están en las mejores condiciones de cuerpo y espíritu para escuchar un discurso regio y por lo mismo apolítico, paternal (maternal en este caso) y optimista. ; Y por qué se ha elegido —preguntemos también, elevándonos un poco al plano histórico y religioso— la fecha del 25 de diciembre para la celebración en el mundo del nacimiento del Hijo de Dios? Una tradición cristiana antiquísima nos dice que Jesús nació en la noche del 24 al 25.
El martirologio romano lo expresa de esta solemne manera: «El año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo, cuando en el principio creó Dios el cielo y la tierra; en la olimpiada ciento noventa y cuatro; el año noventa y dos, del Imperio de Octavio Augusto; estando en paz todo el orbe; en la sexta edad del mundo. Jesucristo. Dios eterno, e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su santo advenimiento, concebido del Espíritu Santo, y pasados nueve meses después de su concepción, en Belén, ciudad de Judá, nació de la Virgen María hecho hombre”. Es de advertir que todas estas fechas —y otras que no se citan para no alargar el documento— han merecido la crítica de muy doctas autoridades cristianas, entre ellas la del monje Dionisio el Exiguo, quien señala cuando menos dos años de exceso. La muerte del cruel Herodes fue en 750 de la fundación de Roma; Jesucristo no pudo haber nacido después de 1a muerte de su primer perseguidor.
Lo más probable es que naciera antes —antes de 750— o a lo sumo en 750. El portentoso acontecimiento lo relata San Lucas (capitulo I versículos del 1 al 20) con una sencillez admirable: «Y estando allí (en Belén, la Virgen) aconteció que se cumplieron los días en que había de dar a luz, y parió su hijo primogénito y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos (para José de Galilea y la virgen María) en el mesón.
Este hecho tan asombroso -Dios mismo que baja a la tierra hecho hombre – determinó la fiesta de la Natividad, cuya celebración es permanente -todos los años- en el mundo cristiano. La fiesta y sus motivos son siempre los mismos; lo que varían son sus atributos, pues estos están impuestos por el clima, por las tradiciones locales, por 1os comestibles de cada sitio y hasta por las bebidas. Es inevitable que las Navidades en La Habana y las Navidades en Londres, aun teniendo como tienen el mismo régimen devoto, sean siempre -ya sea por motivos climatológicos— dos fiestas de apariencias completamente distintas. En Londres esos días son los más fríos del año. Nunca o casi nunca hay niebla en Navidad.
El cielo está pardo y la tierra aparece helada todas las mañanas. A lo sumo hay un sol amarillo sin calorías, muchas veces cruzado por jirones de nubes frígidas, aunque éstas tengan en ocasiones el color del fuego. El gran ensayista Addison dijo en 1710 que «siempre había pensado estaba bien que las Navidades cayerán en pleno invierno».
La razón de esta aprobación se halla en que las Navidades inglesas —sin dudas como las de muchos sitios son fiestas eminentemente de hogar, (hogar viene de fogar, de fuego) como en pleno invierno.
Todo en Inglaterra converge en Navidad hacia la casa, concretamente hacia la mesa, donde ese día se ponen los platos tradicionales: el pavo (gallinácea de oriundez americana), el Christmas pudding (que se ha venido elaborando todo un mes), el Christmas cake (que es una suerte de mazapán y así mismo de elaboración larga). En este aspecto comestible las Navidades inglesas serán este año algo más felices que las que hemos tenido a partir de la segunda gran guerra.
Habrá más pavos, aunque a precios muy altos (cinco, seis libras por pieza); no habrá racionamiento de azúcar y se podrán hacer por tanto todos los dulces que se quiera: habrá frutas de todas clases. Los vinos – ese capitulo tan importante en toda fiesta— no tendrán para cada cual otra limitación que sus precios… (Los vinos constituyen el artículo de mesa más caro de Inglaterra debido a sus onerosos impuestos).
Precisamente porque la Navidad es una fiesta de hogar es una fiesta muy consagrada a los niños — en el hogar en que los hay. En este aspecto infantil las Navidades Inglesas— y en general sajonas y anglosajonas, como sabe muy bien el lector cubano por su contacto con las costumbres de los Estados Unidos— se diferencian de las Navidades latinas.
En el mundo latino los niños son obsequiados en enero por los Reyes Magos; en Inglaterra lo son el día de Navidad por San Nicolás, por Santa Claus. La tradición cristiana de los Reyes Magos (mago, en persa mogh, significa sacerdote) viene del Evangelio de San Mateo, fue confirmada en el siglo VI por Cesáreo de Arlés y fue representada gráficamente — primera vez en las Catacumbas de Roma. Los nombres Melchor, Gaspar y Baltasar no son del todo primitivos, pues se habían citados por vez primera en un códice de la Biblioteca Nacional de París, del siglo VII. El venerable Beda describe así a los tres Magos: «Melchor era anciano, de barba luenga y poblada; Gaspar era joven, lampiño y rubio; Baltasar era negro y de espesa barba». Así se han venido representando a los Reyes Magos desde el Renacimiento y así los siguen soñando los niños de los países latinos, cabalgando en sus camellos veloces cargados de juguetes.
En Inglaterra (como en toda la Europa central y del norte) la tradición cristiana eligió a San Nicolás de Barí o de Myra. Se le llama de Bari (Italia) porque allí fueron llevadas sus cenizas en 1087, y se le llama de Myra (Asia Menor) porque de allí fue obispo. (La denominación de Santa Claus viene del holandés Sint Klaas, San Nicolás).
Entre las muchas bondades de este santo estaba la muy simpática de proveer juguetes y golosinas a todos los niños que encontraba a su paso. De ahí se ha seguido que el mismo santo no deja de acordarse de la infancia y baja rápidamente del cielo una vez al año -en la noche del 24 al 25- para seguir obsequiando a los niños.
Ahora mismo hay en Inglaterra -especialmente en Londres -centenares de Santa Claus, todos representados en la misma tradicional manera; rostro de nariz abultada y muy colorada, barbas y bigotes tan abundantes como blancos, capa roja con capucha y vueltas de armiño, y grandes botas negras para andar cómodamente por la nieve.
Estos Santa Claus están en las grandes tiendas. Algunos son mucho más grandes del tamaño de una persona, porque son muñecos, pero los más son de carne y hueso y andan de un lado para otro. Por regla general se hallan colocados, o andando, a la entrada del departamento de juguetes, que en estos días se encuentra lleno de compradores. Pero el Santa Claus verdadero como los Reyes Magos verdaderos, pocas veces lo ven los niños: viene de noche por los tejados, entra sigilosamente por una ventana o se desliza con gran agilidad por la chimenea… El niño sabe una mañana -la mañana de Navidad- que ha estado allí Santa Claus únicamente por su obra: por los juguetes que ha dejado.
Como ocurre sin dudas, en todas partes, las Navidades representadas en Inglaterra son un paréntesis en los trabajos de la vida diaria. No se da aquí en las oficinas ni en las fábricas el doble sueldo que se da en otros sitios (España por ejemplo), aunque también es verdad que algunas entidades ofrecen a sus empleados un pequeño plus en proporción de las ganancias del año o el salario de una semana.
Este año varios asuntos son de preocupación para los ingleses. En los salones habrá bailes menos suntuosos, pero no menos divertidos.
Ese día, el día de Navidad- Londres parece desde por la mañana hasta la caída de la tarde una ciudad más bien muerta que viva. Muy poca gente circula por la calle; los autobuses y los taxis son bien escasos; el metro funciona pobremente. La razón de ello es que todo el mundo está en casa y sólo se hallan en la calle los que están obligatoriamente de servicio o tienen un asunto urgente que ventilar ese día.
Al anochecer ya se ve un poco de trajín por el centro. Piccadilly brilla como un ascua. Trafalgar Square no brilla tanto como Piccadilly, pero también brilla. Pasan bandadas de gente joven riendo estrepitosamente (cosa que nunca se hace aquí en la calle) o cantando (también desusado). El borrado es frecuente esa noche.
De todas formas lo que predomina en esta fiesta, por virtud sin duda del clima, es la casa, “el home”, donde chisporretea y llamea el fuego, verdea el árbol de Noe, se acumulan las tarjetas de Navidad (el Christmas card) y nunca falta el barroso cake ni la botella de whiski.
Pero este paréntesis festivo no dura aquí más que dos días (este año durará tres por ser el 27 domingo), pues enseguida todo cobra su marcha habitual de trabajo. Ni siquiera tiene el inglés el nuevo respiro- la nueva fiesta- de año nuevo.
El primer día del año no es festividad en Inglaterra, los comercios están abiertos y todo el mundo va al trabajo. En cambio es festividad en Escocia, donde el año flamante -el primer día del año- es recibido con el alborozo y la holganza que en los demás países de Europa.
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