Ya, desde el primero de septiembre de 1953, comencé a elucubrar lo que quería para mi cumpleaños y como era un fanático de la serie del cowboy Hopalong Cassidy llegué a la conclusión que lo que quería ese año eran unas espuelas de plata como las de él.
Cuando les expresé mi deseo a mis padres, mi madre puso cara de sorpresa, mi hermano se burló y mi padre lanzó una bocanada de humo de su tabaco Pita y me preguntó “Esteban de Jesús ¿Dónde tú tienes pastando a tu caballo?”
La pregunta me cogió “de atrás pa’lante”, pero como yo era un niño con “insistente y abrumadora precocidad” le respondí rápidamente: “Bueno, el caballo lo quiero para el día de los Reyes Magos”.
Y para ponérselas más difícil les dije: “Y… no las quiero rudimentarias como las que utilizan los guajiros de las zonas rurales sino como las que usa Hopalong Cassidy”…
Mi estoica madre no dijo ni pío, se sonrió sabiendo que sería un problema para resolver de mi padre, cogió un cubo de agua, le echó un poquito de creolina, lo vació en el portal, y se puso con un trapeador a darle brillo al cemento de la casita de Pinillos 463 casi esquina a Soparda. Le encantaba cuando yo se la ponía difícil a papi.
Al otro día mi padre se montó en la Ruta 33 y se fue para La Habana Vieja a ir de tienda en tienda buscando “unas espuelas como las de Hopalong Cassidy”. Siempre con la obsesión de complacer al que cariñosamente llamaba “un mojón muy atrevido”.
El día de mi cumpleaños fui abriendo poco a poco dos o tres regalos, un poco decepcionado no vi las espuelas, no me quejé porque sabía que era una labor semi imposible encontrarlas como yo las quería, pero… nada era imposible para mi padre.
El viejo me dijo: “Estebita, tráeme el Diario de la Marina que está en la saleta” y ahí envueltas ¡encontré mis espuelas¡ No eran de plata, parecían unas reliquias, pero agradecí eternamente el esfuerzo.
Me disfracé de cowboy, me las puse y me estuve más de dos semanas sin quitármelas, solo para ir al Colegio Americano porque el director, el Sr. Raúl P. Guitart, no me las permitió, pero así andaba por todo el barrio molestando a todo el mundo con el ruido que hacían mis espuelas, y desde luego, arrebatando a mi madre cuando andaba por toda la casa con ellas puestas.
Estaba mi padre sentado en el portal y le pregunté: “¿Las conseguiste en La Habana?” Y me respondió: “No, tuve que ir al viejo Oeste de los Estados Unidos y le supliqué a William Boyd (alias Hopalong Cassidy) que me las regalara, ¿ya estás contento?”
Me reí y le dije: “Sí, mucho, viejo, pero no olvides que ahora me tienes que conseguir el caballo, le vamos a poner «Topper» como el de Hopalong”.
EN MEMORIA
El 12 de septiembre de 1972, a los 77 años falleció William Boyd…¡Hopalong Cassidy!
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