LAS CONCESIONES, Y NO LA GUERRA, ES EL PELIGRO EN UCRANIA

Written by Adalberto Sardiñas

19 de enero de 2022

M ientras el mundo se encuentra agitado por una posible invasión de Rusia a Ucrania, cosa que, probablemente, no ocurrirá, Putin continúa su plan de prueba sobre el liderazgo de Joe Biden. Le ha tomado la medida. El traje le queda ancho y los pantalones no son de su talla. Es un anciano débil, indeciso, y su desempeño en la presidencia da prueba de ello. En el terreno doméstico no ha podido dar fin a una crisis migratoria que él contribuyó a crear. En el ámbito internacional no inspira respeto. Sus desaciertos han sido graves. Primero el incidente con el portaviones nuclear en Australia que ofendió a Francia, un aliado de suma importancia para esta nación. Segundo, la retirada vergonzosa y humillante de Afganistán, que creó una imagen de desconfianza entre los aliados, y, por último, los cientos de continuos vuelos provocadores de China sobre Taiwán que sólo han recibido palabras condenatorias, sin una promesa fuerte y seria, de más ayuda y protección militar, como una advertencia impactante y creíble para los chinos.

  Todos estos eventos han ido creando, en la mente de Putin, y de Xi Jinping, una mansa imagen del presidente de la nación más poderosa del mundo.

  Y ahora, para corroborar estas percepciones, Putin coloca, en reto amenazante, más de cien mil tropas en la frontera de Ucrania reclamando derechos sobre esta liberada nación; y, como un chantaje a Occidente, para no invadir, exige, como primera condición, la promesa de que Ucrania nunca pasaría a ser parte de la OTAN.

   En realidad, ¿estaría Putin dispuesto a Invadir Ucrania? No lo creo. No por las amenazas de severas sanciones. No largo tiempo en el pasado anexó parte de Crimea, y el costo de las sanciones le salió barato.

   Pero no creo que invada Ucrania porque con sólo esta amenaza, ha logrado varios de sus objetivos. Y si Occidente, especialmente Estados Unidos, sigue cediendo a sus demandas, es, precisamente en esas concesiones, donde radica el peligro ante la renaciente ambición rusa.

  Con la intimidación del momento, apoyada con miles de tropas y cientos de tanques, Vladimir Putin ha fijado su posición ante Biden, y ha logrado importantes propósitos, como, por ejemplo, la atención de éste, llevándolo a dos teleconferencias solicitadas por él, mostrando de hecho a Rusia como un gran poder con el que tiene que lidiar directamente, y no a través de otros organismos como la OTAN.

 También, otro objetivo dentro del plan de Putin, era, descubrir la reacción de Biden ante la amenaza bélica, y obtuvo la respuesta en la renuencia de éste a comprometerse a una ayuda militar en caso de una invasión a Ucrania, limitándose a enfatizar las sanciones económicas, que como es sabido, nunca le han arrebatado el sueño a Putin. Biden, y esta señal le quedó clara a Putin, está renuente a una intervención militar americana en apoyo de Ucrania, y esto es un mensaje peligroso que puede ser interpretado por ambos, Putin y Xi Jinping, como un síntoma de errática indecisión en la presente administración.

  Las conversaciones que se están llevando a cabo en Ginebra, en los momentos en que escribimos este artículo, tienen dos propósitos: fijar posiciones y ver, hasta dónde, cada parte es capaz de ceder en las mismas. Para Putin, el traer a EE.UU. a estas conversaciones, con la amenaza de una guerra terrible en Ucrania, ya es un triunfo. Si, en adición, obtiene algunas otras concesiones, la victoria será esplendida en su objetivo final de debilitar el liderazgo de esta nación en el sistema de seguridad europeo. Ése es el dilema y el peligro que confronta este país con una presidencia que es universalmente concebida como errática y frágil, aunque la nación, per se, no lo es. Éste es el patrón que rige el arsenal estratégico de Putin, puesto exitosamente en ejecución en el Medio Oriente, donde Rusia reemplazó a Estados Unidos como la primera fuerza externa en la región, durante los peores años de la guerra en Siria. Entonces, era Joe Biden, el vicepresidente a las órdenes de Barack Obama. Una concesión que elevó el rango de Rusia en el área, marginando la presencia y autoridad de esta nación en la región.

  La guerra en Ucrania, si llegara a cristalizarse, sería costosa y muy peligrosa para otras naciones que antaño formaban parte de la Unión Soviética -las llamadas satélites- pero, para Estados Unidos, las concesiones a las demandas rusas, serían aún peor, porque terminarían erosionando la cohesión de una alianza vital para la preservación de una Europa libre y democrática. Ése es el sueño de Putin. Y su objetivo primordial en esta esta estrategia guerrera amenazante, es debilitar, lasca a lasca, la roca que representa la OTAN.

  Sin embargo, no creo, a pesar de la esencial importancia de Ucrania para Rusia, que Putin se decida a una acción militar. Y baso esta opinión en recientes acontecimientos que harían esa acción más difícil que lo que luce a simple vista.

  En 2014 las fuerzas armadas ucranianas, ayudadas por grupos paramilitares, repulsaron una ofensiva rusa en Mariupol y forzaron a los rusos a retroceder a sus fronteras. Desde entonces, con más experiencia de combate, y mejores armamentos, y una sociedad totalmente hostil a los rusos, se le haría mucho más costosa y sangrienta la aventura, sin contar con la posible, -aunque no muy probable- potencial intervención de la OTAN.

  La sombra de una invasión rusa a Ucrania estará siempre presente. Ucrania no puede escapar al poderoso magnetismo de la geopolítica, de la misma forma que Taiwán algún día, sufrirá el mismo destino. Este es un desafío, que, para fortuna de ambos, estará compartido por Estados Unidos.

  El presidente Biden tiene ante sí, un reto inevitable. La estratégica cooperación en la que han entrado Rusia y China para el total dominio de Eurasia, no es una competencia por dos hemisferios, sino una ambición por el control mundial.

   Estados Unidos debe estar preparado, en todos los sentidos, para una desagradable eventualidad que pudiera presentarse más temprano que tarde.

BALCÓN AL MUNDO

L a inflación, nos dicen las cifras oficiales emanadas de Washington, se elevó al 7% en diciembre. Pero ese no es el número que ve la población cuando enfrenta la bomba de gasolina o cuando va a hacer las compras al mercado. Allí los números lucen diferentes, algo así como 10,15 o 20 %.  Sí, sí, ¡ya sabemos! Los economistas tienen su propio lenguaje y sus propios números que la gente común no entiende. Pero sus bolsillos sí. Y cuando se paga a veces hasta el doble de lo que se pagaba hace apenas dos años, importa poco la interpretación sofisticada de los economistas, lo que habla con elocuencia es la queja del bolsillo común.

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  El presidente Joe Biden se fue a Georgia a promover su proyecto de ley sobre el derecho al voto y lanzó insultos, se quejó de todo, llamó traidores a un grupo de senadores, y él, que tanto ha criticado a Trump por sus desplantes retóricos, terminó luciendo igual que su antecesor. El que habló, en síntesis, no era un presidente, sino un político desesperado, inhábil para pasar legislaciones teniendo una mayoría, exigua, pero mayoría, al fin. El problema de Biden, en menor escala, es el mismo de Trump: No tiene los votos para sus proyectos, como aquel no los tuvo para ganar la presidencia. Todo se reduce a una cuestión de votos ¡Y quejas!

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  A China le tocó la segunda ronda del Coronavirus, que salió de sus laboratorios en Wuhan para atormentar al mundo con cientos de millones de enfermos y 5 millones de muertes. Varias de sus ciudades están en cuarentena y la economía empieza a sentir los rigores.

  Definitivamente el Covid-19 no discrimina.

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  Corren rumores, en círculos políticos creíbles, de que Hillary Clinton se está preparando para aspirar de nuevo a la presidencia en el 2024. La motiva la profunda división existente en el Partido Demócrata y la ausencia en el presente de figuras de peso disponibles para llenar el vacío. Ha criticado, en privado, y en público, la política de Biden y a la pandilla radical que se auto titula “progresista”.

  Según los rumores de los bien enterados, se propone correr desde el centro.

   Pero del 2022 al 2024, hay un largo trecho, y el panorama político pudiera cambiar. Y también, por supuesto, los planes de Hillary.

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  Las “esferas de influencia” en el contexto global geopolítico, son importantísimas. Cada potencia reclama la suya y la protege incluso tomando grandes riesgos. La política exterior de esta nación ha sido, por los últimos 15 años, tan deplorable, que ya es difícil precisar cuál es, y dónde está, la esfera de influencia americana. Teníamos una “esfera de influencia” en el Medio Oriente y Obama se la cedió a Rusia. América Latina era, históricamente nuestra legítima “esfera de influencia”, y la estamos perdiendo. Ahora China, Rusia, e Irán, la comparten, mientras el Departamento de Estado americano contempla, impasible, con una desconcertante omisión, la erosión de nuestra influencia política en nuestro traspatio tradicional.

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