LA VOZ DE LOS NÚMEROS

Written by Rev. Martin Añorga

2 de mayo de 2023

No es fácil la tarea de identificar de manera definitiva el origen de los números, ni determinar el sitio en el que surgieron porque se ha hecho evidente que hubo diferentes lugares en los que de una manera u otra se emplearon, casi de forma coincidente, aunque con características disímiles.

Una de las teorías más reiteradas es que fue entre los sumerios, los fenicios, los hindúes y los egipcios donde surgieron sistemas rudimentarios de contar, aunque cabe a los árabes la distinción de haber extendido por el resto del mundo el concepto de la numerología. De aquí que hoy hablemos de los números arábigos.  

Antes de existir el lenguaje escrito, los seres primitivos se comunicaban muy deficientemente de manera oral y en muchos casos optaban por dibujar y esculpir rudimentarias señales, muchas de las cuales han permanecido hasta hoy grabadas en rocas y piedras, como en los casos de Gobleki Tepe, en Turquía, y Stonehenge, en Inglaterra, por citar dos simples ejemplos. Los egipcios emplearon una escritura ideográfica que recibió el nombre de jeroglífica. Todavía andan los arqueólogos y los filólogos rastreando pirámides y descifrando signos en tumbas milenarias.

La numerología –así podemos llamarla- es la ciencia que se ocupa del estudio de los números, aunque para muchos eruditos se trata de una “semi” ciencia, debido al uso que han hecho de los números los llamados astrólogos que se dedican a “fabricar” horóscopos. los alquimistas (del árabe al-kimiya, “la mezcla”), los fanáticos religiosos, los agoreros y los adivinos y los que se arriesgan en los juegos de azar, la lotería y otros supuestos entretenimientos que se basan en acertijos vinculados con los números que suelen llamarse charadas.

Hay una teoría muy interesante que expone la idea de que los números arábigos se identifican por medio de los ángulos que cada uno contiene, desde el 1 hasta el 9. El cero, que proviene de una palabra árabe que significa “nada o vacío”, y cuya creación se las disputan varias civilizaciones, incluidas la maya en tierras de América, carece   de ángulos, y de ahí la ausencia de valor que se le asigna como unidad, a menos, por supuesto, que lo coloquen a la derecha de cualquier otro número, en cuyo caso determina su valor. 

Sin los números nuestra vida no sería tal como la vivimos. Para saber el dinero de que disponemos, las tallas de la ropa que usamos, el peso de los alimentos que compramos y de las millas que nuestro automóvil corre por galón, son indispensables los números. Hasta para contar nuestra edad, con la comprensible excepción de determinadas damas, los números son imprescindibles.

En días pasados un multimillonario predicador de apellido Camping hizo cálculos numéricos basados en La Biblia, y anunció que el fin del mundo se produciría el 21 de mayo, y dada su fallida interpretación, ha propuesto una nueva fecha. Ciertamente los números en La Biblia tienen un significado característico muy particular, aunque oportuno es aclarar que tanto en el hebreo,  como en el griego y en el latín, los números se representaban con letras. Por ejemplo, en las más antiguas versiones bíblicas, los salmos se numeraron alfabéticamente. Todavía usamos los números romanos en forma de letras para designar los siglos y las fechas históricas en documentos y monumentos.

Lo peculiar es que cuando a una palabra escrita es posible asignársele un número correspondiente de acuerdo con ciertas normas establecidas, puede llegarse a conclusiones de todo tipo. Por ejemplo, la cábala (del hebreo cabbalah, “tradición”), un sistema interpretativo practicado dentro del judaísmo antiguo consiste en valerse de anagramas, transposiciones y combinaciones de las letras hebraicas y de las palabras de Las Sagradas Escrituras con el fin de descubrir o averiguar su supuesto sentido oculto. La cábala, al correr de los tiempos, ha servido de instrumento para la práctica de la astrología, la nigromancia y otras ciencias ocultas. Debido a que cada letra tiene un número equivalente, podemos unir los números y obtener valores que son conocidos como “gamatría”.

Se nos hace evidente, sin embargo, que en La Biblia los números se usan de forma ideológica. Por ejemplo, el número “40” es muy sugerente. Jesús estuvo 40 días en el desierto y los israelitas peregrinaron durante 40 años por el desierto con destino a la tierra prometida.  Moisés estuvo en el monte 40 días, y en el libro de Jonás se anuncia la profecía de que en 40 días la ciudad de Nínive sería arrasada. Para los estudiosos de Las Escrituras, el número 40 es la representación de un período de prueba.

Basándonos en algunos textos sobre el interesante tema de la numerología bíblica podemos llegar a la definición de temas teológicos básicos para la fe cristiana, y citamos, dada la limitación de espacio, brevemente a algunos de ellos. Los números en La Biblia hay que mirarlos con devoción, teniendo en cuenta que reflejan tres fundamentos de los que no podemos desprendernos: cantidad, simbolismo y mensaje.

El número de la unidad: el Padre. En Deuteronomio 6:4 se dice: “Oye, Israel, Jehová nuestro Dios uno es”, y siglos más tarde se expande el concepto en Efesios 4:5, cuando se habla de “un  Señor, una fe, un bautismo”. El número 1 es el del principio, el que proclama la singular soberanía de Dios.

 El número de la división: el Hijo, que tiene dos naturalezas, la humana y la divina. Hay 2 Testamentos, el Antiguo y el Nuevo. El ser humano es masculino y femenino. En el capítulo noveno de Romanos se habla de “dos vasijas, una para uso honorable, y la otra para uso deshonroso. El número dos es el principio de la diversidad.

El número de la divina perfección: la Trinidad consiste en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hay tres cualidades en el Universo: tiempo, espacio y materia. Para existir son necesarias las tres. Según San Pablo, poseemos “alma, espíritu y cuerpo”.  La trilogía es una manifestación creativa de Dios. En el tiempo hay tres dimensiones, el pasado, el presente y el futuro. El espacio, siendo uno, es a la vez tres: altura, anchura y profundidad… La materia es una, pero tres:  sólido, líquido y gas.

Tenemos el mundo de la creación: norte, sur, este y oeste. El cuarto mandamiento es el que se refiere a la tierra. La cuarta cláusula de la Oración del Señor es la primera que menciona la tierra. Cuatro son los elementos que conforman el escenario en que vivimos: aire, tierra, fuego y agua. El número cuatro, pues, simboliza el Cosmos. Debido a que no podemos referirnos, a todos, vamos a concluir mencionando dos que son de especial importancia.

El número 7 conlleva el simbolismo más conocido. Representa la perfección. Por eso Jesús dijo a Pedro que debía perdonar a su hermano hasta 70 veces siete. En el Apocalipsis se usa más que en cualquier otro libro bíblico el número 7. Siete son las iglesias de Asia, siete los espíritus del trono de Dios, son siete las trompetas y siete los candeleros y los cuernos, etc. Para ser exactos, 54 veces se menciona el número 7 en el Libro de la Revelación. La tradición cristiana continuó este simbolismo, siendo así que siete son los sacramentos, siete los dones del Espíritu, y siete las virtudes.

El número 12 significa “elección”. Por eso son doce las tribus de Israel, 12 los Profetas Menores en el Antiguo Testamento y doce los apóstoles de Jesús. Añadimos que el Apocalipsis habla de 12 estrellas que corona a la mujer, 12 ángeles y 12 frutos del árbol de la vida.

Verdaderamente, internarse por el camino de los números es una aventura que nos abre los ojos y nos ensancha el corazón, porque a los números también hay que oírlos. Tienen voz.

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