La voladura del “Maine” sigue siendo un misterio

Written by Libre Online

23 de febrero de 2022

Por Ramón Vasconcelos (1958)

Con análogo fervor que otros años venimos a ese glorioso monumento levantado en memoria de las vícimas del “Maine” para conmemorar una fecha que cada día adquiere más relieve por sus ejemplar significación en la historia de las relaciones interamericanas dio el Presidente de la República doctor Grau en este aniversario.

Hace justamente cincuenta años que ocurrió la explosión  y todavía no se ha aclarado el misterio, si es que lo hubo en aquel hecho, que precipitó la intervención armada de los americanos en la guerra de Cuba, iniciada tres años antes contra España por la independencia de la isla.

El doctor Alfredo Zayas, hombre discreto, había inaugurado en 1925 el monumento con palabras extrañas a la enconada controversia internacional y en que se doblaba la hoja con un gesto de grandeza, y cordialidad, aunque sin poner nuevas iluminaciones sobre ella.

Eternamente  memorable

“Asistimos en estos momentos al acto solemne, que será eternamente memorable – había dicho ante el general Pershing y el almirante Dayton de la inauguración del monumento que la República de Cuba, en representación de su pueblo, dedica a las víctimas del acorazado de la marina de guerra norteamericana “Maine”, víctimas, repito, de un accidente fortuito ocurrido en las aguas de nuestro puerto”.

Y enseguida aparece el Zayas de las imágenes que le abrieron el camino de la presidencia entre las actuaciones de las multitudes, en las que se producían un efecto infalible: “Aquí se yergue, frente a la sábana líquida y ondulante del mar, de ese mismo mar que en fecha no lejana los envolvió en sus aguas como en última mortaja, al descender a su húmedo sepulcro; aquí se levanta altivo y erguido el monumento que para eterna memoria dedica el pueblo de Cuba a las víctimas del “Maine”.

Concurrió el Ministro de España. Era la ocasión de liquidar la querella… “pero me cabe la satisfacción más profunda aún al poder contemplar que no es solo el tributo de la piedad de dos naciones hacia aquellas víctimas del “Maine” este acto, sino que también a él se une muy cordialmente, en un rasgo brillante de genialidad política, la noble nación progenitora. Son, pues, en estos instantes, tres nacionalidades es las que rinden tributo de piadoso recuerdo a las víctimas de aquel accidente , accidente que influyó de tal manera en los destinos políticos de Cuba, que nosotros no hemos podidos dejarlo pasar a la historia sin consagrar un recuerdo perenne, sobre el territorio de la República, a tan luctuoso acontecimiento”.

Discurso breve

El discurso, contra su costumbre, fue breve. Duró exactamente diez minutos “General Pershing: al retornar a vuestra patria, llevad un mensaje de afecto, de  amistad, de cariño y de admiración, envuelto en las ondas espirituales de la gratitud inagotable del pueblo cubano para el pueblo de los Estados Unidos, noble, generoso justiciero”.

Y volviéndose hacia el ministro de la nación: “Y vos, dignísimo Ministro de la nación española, haced saber a vuestro monarca y al noble pueblo de la península ibérica, que no luchamos un día por odio y por rencores, que no caben en nuestros corazones; que luchamos por ansias de personalidad y de libertad propia; ansias que heredamos de nuestros antecesores, y que estrechados en abrazo cordial, queremos siempre ver flotar, sin altiveces ni hostilidad vuestra bandera y la nuestra”.

Las causas misteriosas

Eran los días de la ingerencia y la indirecta daba en el blanco, pese  a su aparente gentileza. Pero las causas del hundimiento del “Maine” continuaba siendo tan misteriosas como antes.

Son necesarios los antecedentes para explicar la tragedia del 15 de febrero de 1898 calificada por Zayas de “accidente fortuito” con amable eufemismo diplomático y por Enrique Piñeyro de hecho intencional, lo mismo que por Tiburcio Castañeda. Solo que Piñeyro lo atribuye a un torpedo eléctrico colocado por os voluntarios  y Castañeda a un corto circuito intencional para hacer saltar la santabárbara, creando el motivo del rompimiento de relaciones con España.

La tensión

La tensión comenzó realmente el 12 de enero, cuando los voluntarios se echaron a la calle con gritos a favor de Weyler, y en contra de Blanco y  la Autonomía. Llegaron en su estúpida exaltación a amenazar al Cónsul americano, Fitzhugh Lee, sobrino del general confederado Robert Lee, quien pidió el envío de una unidad de guerra para el caso de que se agravase la situación.

El 24 Lee recibió un mensaje del Secretario de Estado americano, Mr. Day que decía: “Es la opinión de este gobierno reanudar las visitas navales amistosas a los puertos cubanos; haga, el favor de arreglar todo lo concerniente  al cambio amistoso de visitas entre las autoridades”.

Temeroso de que se produjeran choques en La Habana con el desembarco de marinos americanos el cónsul Lee se apresuró el mismo día 24 de enero a cablegrafiar a su gobierno: Aconsejo que la visita se retrase siete u ocho días a fin de dar tiempo a que desaparezcan las últimas excitaciones de la opinión. Me entrevistaré con las autoridades y comunicaré con usted; el Gobernador General se ha ausentado por dos semanas, conviene que yo sepa el día y la hora de la visita”. (Tiburcio Castañeada, “La explosión del “Maine” y la guerra de los estados Unidos con España”. Los volunarios ya habían asaltado “El Reconcentrado”, “La Discusión”, el “Diario de la Marina” y “La Nación” acusados de desafectos al régimen integrista.

En La Habana

El 25 de enero entró el acorazdo “Maine” en el puerto de La Habana.

Saludó la plaza. Le contestó La Cabaña. Igual hizo el buque insignia de a marina de guerra española, el crucero “Alfonso XII”, cuyo comandante, el teniente de navío Alberto Medrano, fue a saludar al comandante Sigabee. Menudearon las salvas y los brindis. Pero el 15 de febrero, a las nueve y media de la noche, estallaba el “Maine”.

Era la guerra. Una guerra deseada por los insensatos voluntarios y temida por los poderosos americanos. La ignorancia de unos con respecto a los otros era pintoresca. Los españoles, excepto los mejor enterados, que no eran escuchados, creían que los Estados Unidos carecían de ejército y marina, y que con enviar unos cuantos barcos sobre sus costas y ordenar el desembarco, la victoria era absoluta. Por su parte los americanos creían bastante en esa posibilidad de invasión y evitaban enredarse en una guerra de problemáticas consecuencias.

El hundimiento del “Maine” – escribe Gregory Mason en “Remember the Maine”- trastornó mucho al presidente McKinley y a sus conciudadanos. Pero mientras estos ironizaron en cólera, McKingley se entristeció.  El no quería la Guerra con España, ni la querían tampoco los Grandes Negocios, que él representaba. En aquella época el hombre de negocios era nuestro héroe nacional. Mejor se era cuanto más dinero se tenía”.

Y explicando los temores de invasión, dice: “Ese miedo dio por resultado que se diseminaran  varios barcos, permaneciendo impotentes alrededor de los puertos domésticos, cuando eran muy necesarios en las Antillas. El temor a una invasión de los Estados Unidos era más intenso en oda nuestra costa del Atlántico. Pero aún los residentes en Washington, Oregón y California, dejaron que el pánico los persuadiera a que cada vapor que veían en el horizonte pertenecía al débil escuadrón que el almirante Montojo estaba tratando de salvar de Dewey detrás de las anticuadas fortalezas que hay a la entrada de la bahía de Manila. Después que los despachos de prensa informaron al público norteamericano de que Cervera había partido de las Islas de Cabo Verde rumbo al Oeste, un verdadero diluvio de rumores aterradores inundó nuestras aldeas y estaciones de veraneo desde la Florida hasta Maine”.

Escrito de Roosevelt

Teodoro Roosevelt, campeón del aumento de la Marina, describía la situación con mucha gracia: “Los miembros del Congreso que se habían opuesto activamente a la construcción de una Marina clamaban cada uno de ellos por un barco para algún fin especial de protección relacionado con su distrito”.

Veamos ahora el extremo opuesto. La célebre carta de Dupuy de Lome por ejemplo: “El Mensaje ha desengañado a los insurrectos, que esperaban otra cosa, y ha paralizado la acción del Congreso, pero lo considero malo.

Voló el “Maine”. Se estremeció La Habana. De su dotación de 379 marineros y 54 oficiales, perecieron dos oficiales y 205 marineros. Empezaron las investigaciones. Pero estalló la protesta contra los peritos  americanos.

¿Fue Volado?

Han pasado cincuenta años ya, medio siglo, y aún nadie sabe la verdad. ¿Fue volado el “Maine” por los voluntarios de fuera a centro; lo fue por los americanos, de dentro a fuera; lo fue por pura casualidad, o para producir el estallido que precipitaría la guerra?

De todo ese episodio queda el bello monumento del Malecón, obra del escultor Cabarrocas, en que se renuevan cada 15 de febrero los votos de amistad de americanos y cubanos, con el consabido discurso presidencial y el consiguiente desfile de las fuerzas armadas de la República, de una República, jamás comprendida por don Tiburcio Castañeda, Marqués de las Taironas.

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