LA RAMPA Y SUS CINCO CUADRAS INOLVIDABLES

Written by Alvaro J. Alvarez

16 de abril de 2024

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

El explosivo desarrollo urbanístico que se produjo en La Habana y sobre todo en El Vedado se debió a las tres leyes implementadas por el dictador Fulgencio Batista, quien el 10 marzo de 1952, a escasos 83 días de las elecciones presidenciales, rompió el orden constitucional creado 50 años atrás.

La primera fue en septiembre de 1952, cuando Batista firmó el Decreto Ley 407, que reglamentó el sistema de construcciones llamado de Propiedad Horizontal, luego en marzo de 1953, refrendó el Decreto Ley 750, por el que creaba el Fomento de Hipotecas Aseguradas (FHA). 

Modificando la antigua Ley que regulaba, en El Vedado, a 4 pisos la altura máxima de un edificio. Ambos plantearon la posibilidad de construir edificios más altos en y estimularon un boom constructivo, financiados por los bancos de capitalización y ahorro. 

También fue común que las Cajas de Retiros de Compañías y Gremios (Sindicatos) financiaran sus construcciones, cabe mencionar: el Retiro Radial (Calle 9 entre E y F), el Retiro Médico (calle 23 y N), el Seguro del Abogado, el Sindicato Gastronómico (dueño del Habana Hilton), el Fondo de Retiro Odontológico (L entre 21 y 23), el Retiro de Ingenieros (calle 17 y O).

La tercera fue promulgada en 1955 y se le conoció como la Ley de Hoteles 2074, ofreciendo disminución de impuestos, contratos del gobierno y licencias de Casinos a quien construyera un Hotel que costara más de $1,000,000 o un Club Nocturno que costara $200,000.

La calle 23 entre Malecón y la calle L y sus alrededores se vieron favorecidos por: el Hotel Habana Hilton (1958); el Edificio FOCSA (1956); el Edificio del Retiro Odontológico, en L entre 21 y 23 (1953);  el Edificio del Seguro Médico (1958); el Hotel Flamingo en la calle O y 25 (1957); el Hotel Saint John’s en la calle O y 23 (1957); El Hotel Vedado en O entre 23 y 25 (dic-1952) y el Hotel Capri, en la esquina de 21 y N (dic-1957).

En 1946 visitaron La Isla unos 115,000 turistas, en 1951 aumentaron a 189,000, en 1956 fueron 223,000 y en 1957, llegaron 272,000.

Entre 1952 y 1958 las habitaciones hoteleras se incrementaron en 2,867. La Habana de 1909 terminaba cerca de Infanta y hasta 1916, la calle era de tierra a partir de Carlos III. La Avenida 23 llegó hasta la calle L durante el mandato del presidente Mario García Menocal.

Cuentan los cronistas que hasta la década de los años 20 en los aproximadamente 500 metros que hoy ocupa La Rampa existía un camino rodeado de hoyos de gran profundidad y de terrenos baldíos que le daban un desolado y triste aspecto al lugar.

En aquellos tiempos el señor Bartolomé Aulet (1856-1938) era el propietario de los terrenos a lo largo de La Rampa y construyó su vivienda cerca de 23 y M. Tras su muerte, dejó a su sobrina (la hija de su hermano Carlos José, 1869-1937) Evangelina Aulet Fernández (1907-1992) como única heredera, pero según una cláusula del testamento, ella no podría disponer de las propiedades hasta 1975. 

La joven, sin esperar hasta esa fecha, junto con la ayuda del coronel José Eleuterio Pedraza (1903-1989), convenció a un juez para que invalidara la cláusula del testamento de su tío que restringía el acceso a sus propiedades. 

Gracias a esta artimaña, Evangelina y sus colaboradores se enriquecieron rápidamente.

Realmente todo se inició cuando la familia Mestre con Goar al frente comenzaron el 3 de marzo de 1946 a construir el Edificio Radiocentro en la calle 23 entre L y M. Fue concebido como un complejo de cine, radio y televisión, con una galería de tiendas y un teatro, modelado libremente según el Rockefeller Center.

El 16 de diciembre de 1947, en La Habana, Herbert Copeland y Pietro Collins de los Estudios Warner y los máximos ejecutivos de Publicidad Mestre, firmaron un contrato que estableció entre otras cláusulas, la denominación de Teatro Warner.

El acaudalado magnate cubano de los medios de comunicación Goar Mestre fue el artífice de su creación, apoyado por varias firmas norteamericanas como RCA-Victor y Warner Brothers, dotando al edificio con los más modernos y costosos equipos de grabación.

Fue inaugurado el 12 de marzo de 1948 como sede del Circuito CMQ S.A. y fue bendecido por el arzobispo Cardenal Manuel Arteaga.

Fue el primer edificio cubano que tuvo aire acondicionado centralizado.

Ese edificio fue el comienzo de La Rampa, versión de los downtowns norteamericanos iniciada por Goar Mestre, un santiaguero graduado en Administración de Empresas en la Universidad de Yale que al poner la primera piedra del edificio Radiocentro, en 1946, dijo: “este será el corazón de La Habana”.

La Rampa recibe su nombre porque en L, la calle 23 comienza una pendiente o inclinación que llega hasta las calles Infanta y Hospital.

Entre los primeros compradores en la parte más baja de La Rampa se encontraba Amadeo Barletta, un italiano cónsul de Italia y representante de la General Motors. El empresario estableció el 19 de enero de 1949, Ámbar Motors (Am x Amadeo y Bar x Barletta) el edificio ocupaba la cuadra desde Infanta hasta la calle P.  

Al tener muy buenas relaciones con el Partido Auténtico en el poder (Prío era el presidente) le permitieron vender sus autos Oldsmobile para los carros patrulleros, los camiones Chevrolet para el ejército y los Cadillac para los altos dirigentes (fueron los mayores vendedores de Cadillac fuera de EE.UU). En el edificio de 9 pisos estaba Telemundo Canal 2, la embajada de Canadá y las oficinas del famoso abogado Mario Lazo, entre otras muchas. 

Al cruzar la calle P, estaba el edificio del Cabaré Montmatre (entre 23 y Humbolt), fue una agencia de autos y camiones Dodge, hasta que el ciclón del 26 destruyó el edificio, luego se usó para carreras de galgos. Remodelado a mediados de los años cuarenta, se le dio una decoración afrancesada y se logró el ambiente lujoso necesario para la nueva función de club nocturno. No solo funcionaba como cabaré, tenía dos fastuosos bares y un casino que abría sus puertas desde la tarde, los siete días de la 

semana. 

Se volvió visita obligada de personalidades de la farándula, la política y la aristocracia habanera.  

Aquí fue donde Rolando Cubela, Juan P. Carbó Servia, Miguel A. Domínguez y José Fernández Cossio, un comando del Directorio Estudiantil mató a Antonio Blanco Rico, Jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) la madrugada del 28 de octubre de 1956. (Hacia 1945, en 23 entre O y P, el Club Toyo tenía la única 

bolera reconocida entonces por la Asociación Nacional del Deporte y en sus afueras, una cafetería tenía mesas, vitrola y bares al aire libre). 

Antes de llegar a O en el #111, estaba la cafetería y el Arte y Cinema La Rampa, diseñado por el arquitecto Gustavo Botet Dubois, con capacidad para 900 personas, uno de los más modernos de Cuba, propiedad de Francisco G. Cajigas García-del Prado. Desde allí podías pasar a la cafetería que estaba sobre 23 y a la cafetería Wakamba en calle O #155 y si bajabas las escaleras entrabas a un acogedor Night Club La Gruta.  Grandes símbolos de La Rampa.

Al lado del cine Arte Cinema, un diseñador de ropas, el catalán Fernando Ayuso (1931-2004) abrió su taller Corinto y Oro. Tenía el propósito de diseñar una moda a la cubana, empleando lienzo y algodón, coloridas rayas y cuadrados cosidos sobre la tela original. Como lo indica el nombre de su taller, había algo griego en su trabajo, ropa holgada, simple, clara, acorde con la luz y el calor de Cuba. Fue Ayuso quien lanzó en Cuba, desde esa vidriera, la minifalda.

De lo más logrado de su taller era la ropa infantil. Ayuso diseñaba modelos únicos. Sus confecciones eran más bien artesanales, realizadas por 2 y 3 empleados. Nunca produjo en serie, y fue de los primeros en llevar a la práctica desfiles con 

modelos previamente entrenados.

Cruzabas la calle O hasta llegar a la calle N estaba el Karabalí y si bajabas unos cuantos escalones podías disfrutar de un tremendo espectáculo artístico musical en La Zorra y El Cuervo. Luego Maraka’s y el Tikoa.

Entre las calles N y M el edificio del Retiro Médico construido en 1958 por Antonio Quintana Simonetti (1919-1993), diseñado para albergar la sede del Colegio de Médicos de Cuba y las oficinas de la compañía de seguros médicos, incluyó además un área de comercio y la parte superior de su torre era el piso 23. Los 70 apartamentos eran para ayudar a la rentabilidad del edificio. 

El vestíbulo por la calle 23 tenía el mural “Abstracción”, realizado por el artista Wifredo Lam y el vestíbulo residencial entrando por la calle N, el mural “Boomerang”, de Mariano Rodríguez.

En uno de sus pasillos estaba la Sala Teatro Arlequín, propiedad de Rubén Vigón, escenógrafo de la televisión, pero un apasionado al teatro que invirtió sus ahorros en esa sala, larga y estrecha. 

La Funeraria Caballero en la esquina de M, construida por el arquitecto español Joaquín Rallo. Aunque propiedad de Federico Caballero Alzamora y de sus 3 hijos: Federico, Javier y Rafael Caballero Castillo. Fundada en 1857 como Casa de la Calle Concordia. Tenía 9 capillas.

Ocupando toda la acera entre M y L el Hotel Habana Hilton y a mitad de cuadra el restaurante el Trader Vic’s (luego Polinesio).

Otra de las atracciones de la popular y transitada calle son sus amplias aceras de granito, con sus mosaicos polícromos que las adornan, donde están incrustadas, como legado a todos los ciudadanos, pinturas de más de 20 famosos artistas de la plástica cubana, entre ellos Cundo Bermúdez, Amelia Peláez, René Portocarrero y Wifredo Lam.

En 23 entre L y K estaba el hospital Reina Mercedes (llamado así en honor de la primera esposa del rey Alfonso XII, tatarabuelo de Felipe VI, actual rey de España). Dicho hospital funcionó hasta agosto de 1958 que fue demolido. Sus 

terrenos, que en 1886 costaron 7,000 pesos, se vendieron entonces en $300,000. Al parecer la Compañía Constructora Monterrey S. A. tenía el proyecto de edificar en el lugar un hotel de 600 habitaciones, pero llegó la triste tormenta de 1959 y así se quedó todo. (Luego allí se construyó Coppelia)

En la acera oeste y comenzando en la calle L, el maravilloso edificio Radiocentro. Para la construcción de este edificio se le otorgó un permiso en 1947 ya que desde 1931 se prohibía la construcción de edificios de más de 3 plantas, acuerdo modificado 6 años después para ampliar la construcción hasta 4 plantas.

La obra iniciada el 3 de marzo de 1946 sumó la experiencia de los ingenieros estructurales de la firma estadounidense Purdy & Henderson y de los arquitectos Martín Domínguez Esteban, Miguel Gastón y Emilio del Junco, sus 21,802 m² se inauguró el 22 de diciembre de 1947, como propiedad de la familia Mestre Espinosa con intereses en otras 23 firmas valoradas en $15 millones. 

La cadena de radio CMQ ocupaba una parte de las oficinas del edificio de diez plantas y 3 ascensores que estaba adosado al bloque de oficinas de alquiler. En esta área se había reservado, además, una parte del terreno para las futuras instalaciones de televisión, que todavía no se habían construido. En uno de sus estudios, el Estudio # 2 era sede no solo de transmisiones de programas radiales sino también dicho estudio fue lugar de todas o la mayoría de las grabaciones musicales del sello disquero RCA Victor desde 1948 a 1959.

Fue el primer edificio multifuncional construido en Cuba y concebido especialmente para televisión, adjunto a Radiocentro, que como es sabido además de los estudios y oficinas de CMQ, está integrado por un teatro de lujo y un edificio de oficinas, un restaurante (Mandarín), una cafetería (La Arcada), un salón de exhibición de automóviles, una farmacia, una sucursal del banco The Trust Company of Cuba y 10 establecimientos más de distintos tipos. Radiocentro representó una inversión total de más de $3 

millones. Fomentado y construido por los hermanos santiagueros, Luis Augusto, Abel y Goar Mestre Espinosa. Financiado en Cuba en un 100%. El costo del nuevo edificio de televisión asciende a más de $350,000 sin incluir, desde luego los equipos de televisión y cinematografía, que se encuentran instalados en el mismo y que representaron una inversión adicional de $450,000.

El cine se llamó Warner porque hubo un contrato con la Warner Brothers, buscando un estilo parecido al Radio City de Nueva York.

Por el lado de la calle L, el edificio se retiró unos 5 metros del borde de la acera, añadiendo luego 4 metros de soportal, que permitía distanciarlo de la calzada, y salvar la pendiente pronunciada de la calle 23. Allí estaban las jardineras que además de agradar la vista con sus flores, permitían a los caminantes sentarse a descansar en su muro. 

De esta manera el soportal se convertía en una amplia galería que dividía el basamento del edificio prismático de oficinas. La galería se convertía en el vestíbulo cubierto del cine Warner, situado en la esquina con L, que tenía una fachada curva típicamente racionalista. Esta misma escala se adoptó en el restaurante Mandarín que estaba situado en la esquina opuesta en la calle M, la amplia galería techada que da acceso al vestíbulo del edificio de oficinas.

G. Caín era el seudónimo de Guillermo Cabrera Infante en su columna como crítico de cine en Carteles y tuvo la originalidad de escribir estos versos dedicados al cine Warner.

“Si tú me la movietoones,

y a mí se me paramount,

yo te metro el goldwyn meyer

por la columbia cartoons…”

En junio de 1953 al terminar el contrato con la Warner, se cambió el nombre para Radiocentro y en junio comenzaron las películas en “3Dimensión”, con sus dos grandes murales en hierro forjado del artista plástico cubano Luís Martínez Pedro, que decoraban originalmente la sala de proyección y de los que hoy casi nadie se acuerda, o ni siquiera se sabe que existieron.

El cine, con una capacidad para 1,700 espectadores, tenía un escenario en el que se podía ofrecer espectáculos de corta duración, para así entretener a los asistentes en los intermedios de las películas. 

El 24 de febrero de 1958, se reinauguró después de varios meses cerrado tras una reconstrucción costo de $250,000 para instalar el sistema cinematográfico Cinerama En esta ceremonia, una vez más, un locutor de la talla de Germán Pinelli Vázquez, realizó las entrevistas.

Fue preciso modificar el proyecto original al reducirle su capacidad inicial de 1,659 lunetas, porque implicaba la existencia de tres cabinas de proyección, que al unísono emitían la imagen fragmentada que se convertía en una sola en la pantalla.

Con su cámara de tres ojos, sus siete bandas de sonido y su enorme y envolvente pantalla de 25’ de radio. 

Cuba fue el primer país del Caribe y el tercero de América Latina que estrenó esta tecnología.

La primera película exhibida fue “This is Cinerama” y en los 182 días siguientes, hasta el 25 de agosto fue vista por más de 200,000 personas. Luego se proyectaron: Holiday, Las 7 Maravillas del Mundo y Aventuras en los Mares del Sur. Pero en noviembre de 1960 el dueño absoluto de Cuba les permitió a los rusos (copiadores y jamás inventores) llevarse el sistema Cinerama para Moscú.

En el extremo norte y sobre la calle M estaba La Farmacia y encima el restaurante Mandarín, donde el camarero Polo te atendía amablemente, era un tremendo personaje. 

En la otra acera de M, estaba el edificio Alaska construido en 1927 con 5 pisos y más de 50 apartamentos de 4 ó 5 habitaciones donde muchos artistas y empleados de CMQ residían.

En 1953 se construyó un edificio, para oficinas fundamentalmente en la calle N que abarcaba desde 21 hasta 23 (luego en 1963 

construyeron El Pabellón Cuba).

Caminabas por la amplia acera entre las calles N y O y allí estaba el Club 23, pero tenías que bajar por unos cuantos escalones, porque estaba bajo el nivel de la calle.

En el #252 de la calle 23 estaba la agencia distribuidora de autos, jeeps, camiones y accesorios Willys y Kaiser, con sucursales en toda la Isla. El gerente era Fernando Ovies Cantero.

Ya al final de esta acera de La Rampa estaba el extenso edificio del Centro Comercial La Rampa, aunque solamente tenía dos plantas, cubría más de una cuadra hasta terminar muy cerca del Malecón. Allí había varias agencias de carros, tanto para ventas como de alquiler (la Hertz) una cafetería, una bombonera, la peluquería Dubic, oficinas de diversos tipos y la pareja de artistas Olga y Tony Álvarez, tenían una tienda de ropa para jovencitas. La compañía Mitchell que vendían aparatos de Aire Acondicionado y su gerente era Leiba Garmizo. 

En los alrededores de La Rampa había muy buenos hoteles como el Nacional, en 21 y O con su cabaré El Parisien, su restaurante Arboleda y su casino.

Muy cerca en 21 y N el Capri con su casino y su cafetería con vistas a la calle N.

En la calle O estaban el Saint Johns, El Vedado y El Flamingo, en la misma esquina de 25.

Para ampliar los sitios para comer muy cercanos a La Rampa, en la calle 21 estaba el restaurante Monseñor, en la esquina de O, uno de los más lujosos y selectos, de estilo francés y propiedad de Efrén de Jesús Pertierra Liñero, también condueño del cabaré Montmatre.

A dos cuadras más al sur, La Roca en la esquina de M. Inspirado en el estilo art deco y diseñado por los jóvenes arquitectos Modesto Campos y Hugo D’Acosta Calheiros, se inauguró en 1957 y enseguida fue la sensación, con sus vidrios de colores y su música en directo.

Otro sitio muy agradable era el Club 21 (esquina de N), frente al hotel Capri y un poco más alejado el Club Scherezada en 19 y M, en los bajos del FOCSA. 

En la entrada al edificio del Retiro Odontológico estaba el restaurante-cafetería Kimboo, especializado en un servicio rápido y propiedad de Felipe Coss Vega.  

Durante la época republicana, La Rampa siempre se mantuvo con un cuidado urbano ejemplar, donde sus áreas exteriores eran mantenidas con una meticulosa atención.

Se decía que una de las hijas del presidente Alfredo Zayas recorría La Habana en su automóvil para asegurarse de la correcta limpieza de las estatuas de bronce en plazas, parques y mausoleos de la ciudad, y tomar nota de las que no hubieran sido higienizadas adecuadamente para luego presentar sus quejas a su padre. ¡Eso era amor a su patria!

No es de mi gusto ni acostumbro a hablar sobre las construcciones después de la llegada de la intensa tormenta que aún sigue azotando, pero creo esto debe conocerse. 

Castro descartó la agenda institucional de Batista, dejando a un lado todos los planes trazados por el grupo gubernamental antes de 1959, incluyendo proyectos de obras públicas y eventos internacionales.

Justo cuando la época dorada del urbanismo nacional llegaba a su fin y el buen gusto y la elegancia estaban desapareciendo mientras florecía la mediocridad, llegó el verano de 1963.

Por primera vez en muchos años, se retomó la elegante idea de los mosaicos decorativos, esta vez en el espacio público de La Rampa.

Antes del comienzo de un Congreso de Arquitectos a celebrarse en La Habana del 29 de septiembre al 3 de octubre de 1963, al dueño absoluto de todo se le ocurrió mostrar una imagen más digna de La Habana y convocó al gremio de artistas y constructores para exigirles nuevas ideas para revitalizar La Rampa. Fue así como surgió el Pabellón Cuba, en la esquina de 23 y N. La Rampa fue arreglada integralmente, esto es, se rehicieron las aceras con granito de color claro. Cada cierto tramo (unos dos metros) se le pusieron juntas expansivas de color naranja y se ubicaron rítmicamente versiones de cuadros de pintores cubanos llevados a granito de aproximadamente (mosaicos) de 24 pulgadas x 24 pulgadas, con gruesos flejes de bronce. 

Los artistas plásticos que no compartían las ideas revolucionarias o no eran afines al “proceso” fueron ignorados por completo. Edith García Buchaca (nació en Brooklyn en 1916 fue comunista desde muy joven, se casó con Carlos Rafael Rodríguez y luego lo dejó por Joaquín Ordoqui, murió en 2015) quien lideraba el Consejo Nacional de Cultura, con la consigna de eliminar cualquier obra de arte que no fuera considerada “totalmente comunista”.

Aunque en general todos los artistas de la época deseaban que una de sus obras quedara inmortalizada en las aceras de La Rampa, varios de aquellos que fueron requeridos para ello se negaron a participar en ese juego de egos y a aparecer en la foto.

Se dijo que Cundo Bermúdez (Habana 1914-Miami 2008) hizo todo lo posible para que Roberto Juan Diago Querol (1920-1955), un artista negro estigmatizado y finalmente frustrado, no fuera incluido en el proyecto.

Artistas como Rufino Tamayo, José Luis Cuevas y Jacobo Borges fueron rechazados y costó trabajo incluir la obra de Antonia Eiriz. Se le negó también un espacio “post mortem” en La Rampa al maestro Carlos Enrique, quien había fallecido en 1957, y Antonio Vidal ocupó el lugar que probablemente le habría correspondido a Mario Carreño.

Finalmente, se prescindió de figuras de la talla de Domingo Ravanet, Eduardo Abela y Jorge Arche, también dejaron fuera del proyecto los mosaicos de Antonio Gattorno y Víctor Manuel en favor de Guido Llinás y Hugo Consuegra.

El proyecto finalmente quedó configurado de la siguiente manera: 15 diseños de artistas plásticos, entre ellos Amelia Peláez, Wifredo Lam, René Portocarrero, Luis Martínez Pedro, Raúl Martínez, Salvador Corratgé, Antonio Vidal, Sandú Darié, Mariano Rodríguez, Guido Llinás, Cundo Bermúdez, Hugo Consuegra, Antonia Eiriz y el arquitecto Antonio Quintana.

Los mosaicos fueron distribuidos aleatoriamente en las aceras de La Rampa, desde la Calle J hasta Infanta y fueron creados en los talleres de Ormacen S.A. localizada en el km 9 de Rancho Boyeros a partir de una mezcla de cemento coloreado con gravilla fina de mármol triturado y polvo de mármol, cuidadosamente 

pulida después. 

En su creación, se utilizaron láminas muy delgadas de bronce para delinear las figuras o motivos geométricos de cada composición, una técnica que proporcionaba resistencia y prolongaba la vida útil de la pieza.

Esta empresa era experta en pavimentos integrales y ya había creado mosaicos destacados para hospitales y residencias privadas antes de 1959. 

Aparentemente fueron 180 los mosaicos colocados y hubo parejas que se encontraban utilizando un determinado mosaico como referencia para el encuentro.

El sistema comunista no ha funcionado ni funcionará jamás, en vez de construir destruyen, el mosaico de Salvador Corratgé situado en la acera de CMQ al lado de las jardineras donde tantas veces nos sentamos fue dañado por trabajadores eléctricos que repararon un poste. Pero hay otros dañados también pero no he podido saber dónde están exactamente.

El italo-venezolano Paolo Gasparini definió a La Rampa no como un sitio, sino como un “estado de ánimo.

¡Miles y miles de cubanos y otros que no han tenido la dicha de serlo, han caminado Rampa Arriba y Rampa Abajo!

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