Cultura Cubana. Adolfo Dollero
AL LLEGAR A MATANZAS
(Impresiones y reminiscencias históricas.)
Los negocios poco limpios (expresados en Cuba con otro vocablo) debían ser muy raros en aquellos tiempos; pero en la segunda mitad del siglo, el Ayuntamiento pensó seriamente en arbitrarse mayores recursos, aumentando las cargas públicas.
Para dar a mis lectores una idea de los tiempos aquellos, reproduciré unos párrafos de J. Mauricio Quintero por demás curiosos.
En el año de 1773 estaban todavía en su fuerza algunas prácticas que si bien eran religiosas desde la más remota antigüedad, abandonáronse después bajo el convencimiento íntimo de que más contribuían en la plebe a los escándalos que al laudable fin de arraigar las creencias católicas.
Aludimos a la precisión de sacar la tarasca en figura de serpiente horrible que llevaban delante de la procesión de Corpus, con que se representaba místicamente el vencimiento glorioso de Jesucristo en su muerte y pasión, del monstruoso Laviatán, y para cuyo costo y de «los diablillos que le acompañaban se estableció un derecho a los taberneros.
Matanzas tuvo además del histórico Castillo de San Severino (concluido en 1734 aproximadamente; destruido por el Comandante Felipe García Solís en 14 de Agosto de 1762 y reconstruido desde Marzo de 1763) el Fuerte de Vigía que se empezó a edificar a principios del siglo XVIII, derribándose en 1862; y el Fuerte del Morrillo, en la desembocadura del Río Canímar, cuya construcción empezó por el año 1720, reformándose en varias ocasiones; fue reconstruído en 1779.
En 1819 se construyó la Batería de Peñas Altas, que aun existe en la actualidad.
He oído hablar varias veces del carácter pacífico de los matanceros: pero yo creo que no difiere mucho de los demás habitantes de la Isla.
Probablemente lo era así antaño, cuando Matanzas estaba muy segregada de La Habana, ya que la vida patriarcal es la más a propósito para engendrar sentimientos pacíficos.
Se cuenta que el primer homicidio se registró en 1778, cuando Matanzas ya contaba casi un siglo de vida.
Al contacto de la capital de la República, los matanceros ya no han podido conservar estrictamente el carácter que acaso los distinguía antaño, pero algo ha quedado de las costumbres patriarcales de otros tiempos.
La casa de los matanceros es por excelencia hospitalaria y con facilidad se contraen amistades, y se encuentra cariñosa y franca acogida doquiera.
¡Yo cuento con un mayor número de amigos en Matanzas que en la misma Habana!
Un detalle. El vecindario de Matanzas cuando en 1762 Lord Albemarle, ya dueño de La Habana, intimó la rendición de la ciudad yumurina, rehusó valientemente, así como el Comandante de San Severino D. Felipe García de Solís, someterse y reconocer como soberano al monarca inglés. Lo que prueba que también en aquel entonces los matanceros sabían ser valientes ante el peligro y la imposición, a pesar del carácter pacífico que se les atribuía.
A fines del siglo XVIIl empezó a adquirir bastante movimiento el tráfico comercial con los Estados Unidos y desde entonces progresó continuamente la ciudad de Matanzas.
El historiador Quintero y Almeida da detalles sobre los primeros pueblos que se fundaron en la Provincia de Matanzas y sobre los orígenes de cada uno, pero, faltando como faltan, los documentos que comprueban esos datos, me limito a reproducir los informes que pude recoger personalmente en cada caso al efectuar mis varias excursiones: sin tampoco garantízar la exactitud de ellos cuando la prueba fehaciente no pasó por mis manos.
Matanzas es una ciudad culta, pero los viejos de ningún modo quieren establecer comparaciones favorables entre los tiempos de ahora y los de antaño.
Entonces, dicen muchos de ellos, en Matanzas había más cultura, más lujo,, más amor al arte, más amor al terruño.
Acaso tengan razón los viejos de Matanzas.
Con las comunicaciones fáciles y rápidas, muchos de los elementos mejores que encontraban demasiado limitados los horizontes de la ciudad yumurina emigraban a la Capital de la República.
Muchos de los buenos elementos que todavía se han quedado, viven retraídos, no toman parte en la vida pública. Individualmente, son todas personas cultas y distinguidas, pero no figuran mucho, porque no intrigan, y no desean encontrarse en contacto con ciertos bolsheviki, de última hora.
Mi carácter de extranjero me impide extenderme en consideraciones, y hacer patentes todas las observaciones recogidas durante los meses transcurridos en Matanzas.
Encontré en Matanzas algunas simpatías para mi obra, y gracias al Dr. Cosme de la Torriente que se interesó por ella, espero encontrar las del elemento oficial también.
En general son muy contadas las autoridades que se ocupan de una obra de cultura.
¡Rari nantes in gurgite vasto!
Sin embargo en Cárdenas tuve la satisfacción de verme recibido con gran interés por aquellas autoridades.
El Ayuntamiento de Cárdenas fue el primero en votar por unanimidad una pequeña subvención a mi libro, y sin que el acuerdo obedeciera a presión o recomendación de ninguna clase.
No lo olvidaré.
Me doy cuenta perfectamente que después de las revoluciones es imposible contar sólo con el elemento más culto del país. Al contrario: brotan políticos doquiera, brotan demagogos y a menudo se retraen los ciudadanos serios, más útiles, los enemigos de la intriga, de la violencia, del abuso.
Esto sucede en cualquier país.
Más tarde, poco a poco, entrarán otra vez en la lucha política los buenos elementos, y los parvenus y los patrioteros tendrán entonces que retirarse del poder, conquistado por sorpresa, o por la abstención de los que hubieran sido más dignos de obtenerlo.
(Continuará la semana próxima)
0 comentarios