y su evolución (1919)
Cultura Cubana. Adolfo Dollero
La Provincia de Matanzas y las
luchas por la independencia de Cuba
Dr. Mateo Fiol
Fiol, que conocía la organización de los Carbonarios italianos, la aplicó a los trabajos de conspiración que se iniciaban en aquella fecha, y de esa primera reunión en que los tres cubanos habían jurado solemnemente luchar por sus ideales hasta triunfar o perecer, salieron las dos palabras misteriosas:
Es—de—mo: España debe morir
En—nu—pa: en nuestra patria!
La conspiración progresó, adquirió fuerza y adeptos. Un primer. núcleo, de diez reunió a los tres ya mencionados, al médico Francisco Plá, a Tomás F. López, al ingeniero Emilio Domínguez, a Gabriel Ferrer. a Pío D. Campuzano, a Bernardo del Junco, a José D. Amieva.
Los diez conspiradores dieron origen a otros tantos grupos de diez también, y así sucesivamente de diez en diez se tejió una red de revolucionarios en toda la Provincia.
Cada grupo de diez elegía un Jefe en su seno, y de él recibía instrucciones.
Los diez que componían el primer grupo integraban el Consejo Supremo de la Logia.
Al iniciarse un nuevo afiliado, lo recibía el Consejo Supremo y los compañeros del grupo al que tendría que pertenecer.
Todos, cubiertos con capuchas negras que permitían solamente el relampaguear de los ojos de los conspiradores cuya mano derecha empuñaba un afilado puñal.
Concluida la iniciación, se descubrían solamente los que pertenecían al grupo del iniciado, quien se veía, por consecuencia, en la imposibilidad de conocer a los demás compañeros.
Por lo tanto la policía no podía fácilmente descubrir los hilos de las conspi raciones, aún cuando lograra a veces un triunfo parcial sobre uno u otro de los grupos, en el caso de eventuales delaciones.
Y el éxito general no se veía nunca comprometido.
Cientos de jóvenes habíanse afiliado a las Logias, y los Saúl Alsina, Orencio Nodarse. Juan Peña y Delgado, Julián Gallo, Julio Santamarina, Manuel Olivera, Alfredo Pié, Gerardo Domenech, Cosme de la Torriente, etc., eran de los más entusiastas.
Al último de ellos el Dr. Fiol confió la comisión de hacer en La Habana la misma labor revolucionaria, cuando los estudios universitarios lo obligaron a marcharse para la Capital.
Muchos eran los medios de que se valían los conspiradores para arbitrarse recursos, y entre otros, crearon una rifa, cuyos boletos se vendían entre los mismos españoles, quienes jamás se hubieran figurado de contribuir así a la realización de los ideales cubanos.
El dinero se remitía a José Martí.
Cuando la organización de las fuerzas ocultas de la revolución estuvo concluida, llegó a Matanzas el Delegado de Martí Sr. Gerardo Castellanos.
El informe de Castellanos a Martí fue muy favorable, y consecuencia del mismo fueron los tres nombramientos de Delegados firmados por el Caudillo.
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