Esta expresión de Cristóbal Colón cuando por primera vez se asomó a los paisajes cubanos siempre nos ha llenado de legítimo orgullo: “esta es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”. Desde aquel 27 de octubre de 1492 nuestra querida Isla ha disfrutado de diferentes nombres y apelativos. Colón estuvo a punto de adjudicarle el nombre de Colba, que fue la forma en que él percibió el título que le daban los nativos; pero en un acto de adulación a la monarquía ibérica, pretendió llamarla Juana. Gracias a Dios que esa intención no prosperó porque sería ridículo que hoy nos llamaran “juanitos” o “juanelos”.
El descubridor se dio cuenta de que había cometido un desliz llamando Fernandina en honor al rey a una isla más pequeña que Juana y estuvo a punto de imponerle a su preciosa tierra descubierta el nada grato nombre de Fernandina. Sin embargo, el nombre que prevaleció fue el de Cuba en honor a nuestros antepasados nativos, a los que por confusión les adjudicaron la designación de indios. La Corona Española señaló a la Isla como “la semper fideles” y también la identificaba con el apelativo de Cubanacán.
Cuba, por su posición estratégica ha sido llamada “la llave del golfo”, y así aparece en el escudo cubano, en el que en su parte superior se ven dos porciones de tierra y una llave central. Estos elementos simbolizan la importancia política y geográfica de Cuba. La llave representa la entrada del Golfo de México y la identificación de los tramos de tierra son el Cabo Sable en la Florida y el Cabo Catoche en México.
El primer esquema del escudo cubano fue obra de Miguel Teurbe Tolón, patriota matancero, en 1849; pero a partir de esta creación han surgido cambios hasta la definición final del escudo actual. El hecho es que este símbolo nacional presenta a Cuba “como la llave del Golfo”, perífrasis que ha ganado un lugar de honor en nuestra descripción de la Isla.
Probablemente la manera más poéticamente de llamar a Cuba, y la más popular, es la famosa frase que la califica como “La Perla de las Antillas”, y lo curioso, sin embargo es que ese apelativo no proviene de la imaginación de un cubano, sino de un famoso pintor británico llamado Walter Goodman.
Walter Goodman nació el 11 de mayo de 1838 y murió el 20 de agosto de 1912, siendo un artista considerado de forma muy especial en sus tiempos. La mayoría de sus obras, sin embargo, se han dispersado aunque algunas de ellas se han ubicado ya en diferentes localidades. Goodman trabó estrecha amistad con un pintor cubano llamado Joaquín Cuadras, nacido en el año 1843 y fallecido prematuramente en Roma en el año 1877. Ambos radicaron en la ciudad de Santiago de Cuba, adonde llegaron el 9 de mayo de 1864 y en la que Cuadras fue designado como Director de la Academia de Dibujo de la ciudad. Por razones de carácter político, considerados como aliados de los insurrectos cubanos, el gobierno español los deportó a los Estados Unidos, desde donde poco tiempo después emigraron a Inglaterra.
Goodman, en 1872 creó una pieza titulada “A Cigarrett Manufacturer At Havana”, que fue publicada por la revista “London Society, y a partir del buen éxito de esta presentación produjo otras obras relacionadas con Cuba. En 1973 publicó un relato sobre sus años en Cuba titulado “The Pearl of Antilles, or An Artist in Cuba”, obra que trece años después fue reproducida en La Habana. El libro consistía en una serie de bocetos con cierto tono humorístico que aparecieron inicialmente en el anuario de Charles Dickens, “All the Year Round”. La frase de Goodman, “La Perla de las Antillas” se popularizó de forma instantánea, de tal manera que es la más famosa mundialmente para referirse a la mayor de Las Antillas.
El problema es que hace 62 años Cuba ha dejado de ser “La Perla de Las Antillas”. Aquella Isla romántica, alegre, feliz, bella y progresista se ancló en la miseria con el advenimiento de la corrosiva revolución castrocomunista y hoy habría que llamarla con angustioso dolor, “La Pena de las Antillas”.
Cuba, en el año 1958 marchaba al frente de todos los países del Continente. Hoy es un empobrecido país tercermundista sometido por una dictadura implacable, con una economía hecha trizas y con un pueblo explotado que en su mayoría vive a expensas de los envíos de dinero y mercancías que recibe de países del exterior, especialmente de Estados Unidos.
Probablemente inspirada en la insuperable frase de Goodman el compositor Nazario López creó una canción emotiva y famosa, interpretada por artistas de tanto valer como Celia Cruz Xiomara Alfaro, Olga Guillot y Celio González entre otros, en la que se compara a Cuba con una perla, una perla perdida. Citamos de la misma un par de estrofas:
“He perdido una perla,
la he perdido en el mar,
es una perla hermosa
que no puedo
encontrar.
Y a Dios solo le pido,
rendido ante un altar,
que me devuelva a Cuba
porque Cuba es la perla
que he perdido en el mar”.
En efecto, Cuba es una perla transformada en pena. Nos produce rebelde tristeza haber sufrido el fusilamiento de miles de cubanos inocentes, el encarcelamiento miserable de centenares de miles de los mejores ciudadanos de la Isla por la osada valentía de oponerse al régimen y el atropello imperdonable de que son objeto las llamadas Damas de Blanco, mujeres que caminan con ramos de gladiolos recostados al pecho con resignada tranquilidad, clamando por la liberación de sus seres amados enclaustrados en calabozos inmundos e inhabitables. Cuba toda es una sombra en el rostro, una lágrima oculta en los ojos y una pena insoportable alojada en el corazón.
Cerca de tres millones de exiliados andan por los más variados caminos del mundo, víctimas de separaciones familiares que hieren como filoso puñal. Incontables hijos de cubanos se han insertado en distante y ajena geografía, asumiendo patrias prestadas, sin dejar de suspirar por la propia. Cuba padece la orfandad de la ausencia de aquellos que han tenido que buscar distantes horizontes para rehacer sus vidas.
Las nuevas generaciones, aparecidas después que la bestia clavara sus garras en la perla que era Cuba, viven hoy inconscientes del tesoro preciado que era la tierra en la que padecen la mortandad de sus ilusiones. A Martí lo han deformado de forma irreverente y gravosa, a nuestros antecesores los han lapidado con afrentosas mentiras y torcidas versiones de la realidad. Una Cuba como la que descansa hoy en las aguas del Golfo ya no es una perla, no puede serlo.
Nuestra “Perla de las Antillas”, orgullo noble y justificado de ayer, nos la han robado; pero permanece en la indoblegable esperanza de sus hijos mejores la seguridad del glorioso rescate. En un día no muy distante, elevada por los brazos de los valientes, será recuperada la perla “perdida en el mar”, y Cuba volverá a ser La Perla de las Antillas. Tal como dice la canción, “a Dios solo le pido, rendido ante un altar que me devuelva a Cuba”. Y esa oración no ha quedado enredada en las nubes. Dios nos la contestará con misericordioso amor.
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