Terminadas las campañas electorales e instalados los nuevos ministros y representantes en sus bancas estamos pasando aquí a la etapa de la agitación social que es como en Francia suelen aludidirse las huelgas. Proliferan las peticiones de aumento de sueldos y pensiones; florecen los paros y acciones «hit & run» que impactan en aeropuertos, trenes y hospitales coincidiendo con el comienzo de las vacaciones. Sin embargo una, que duró puntualmente 24 horas, pasó inadvertida: la que protagonizaron los funcionarios del cuerpo diplomático. Francia posee, con sus 162 embajadas y 235 consulados en los que globalmente laboran más de trece mil asalariados del gobierno, una de las estructuras más densas en el sector. Hay que añadir el bloque constituído por 877 establecimientos de una «red científico-cultural» francesa, consustancial a un ombliguismo querido desde siempre por las élites de la nación. La divisa no escrita que la preside es la de velar por «la irradiación» de la proyección internacional de Francia, de su mensaje y de su lengua.
Desde abril se había anunciado que el janazo venía llegando. Por lo tanto no es sorprendente que cientos de jóvenes empleados y estudiantes del sector se hallan agolpado ante las rejas del Ministerio de Exteriores a fin de manifestar su iracundo desacuerdo con una medida que por parte del gobierno encaja en la vieja quimera de reformar la administración pública, socarronamente calificada como intocable mamut. Como las verdaderas e indispensable reformas prometidas para las pensiones, el transporte y los puertos siguen siendo postergadas por temor a un estallido sindical capaz de paralizar el país, se han girado hacia la capillita diplomática considerándola inofensiva. En lo adelante habrá cortes presupuestarios e irán a cubrir los cargos en exteriores funcionarios procedentes de otras grandes escuelas porque la de exteriores será suprimida. El futuro dirá si como es el caso en otros países a comenzar por Estados Unidos, pueden seleccionarse en el resto de la sociedad personas capaces de asumir el métier diplomático sin haber sido específicamente formados para él. El futuro dirá y llega pues el tiempo de los advenedizos.
Desde los comienzos de su primer mandato en 2017 el presidente Emmanuel Macron había abordado esa cuestión reprochando durante la tradicional reunión anual de septiembre al cuerpo de embajadores, su falta de ductibilidad para adaptarse al mundo de hoy. Llegó hasta sugerir la posible existencia en su seno de un «estado profundo» enraizado y clasista, cualquiera que fuera la cabeza del ejecutivo. De ahí a imaginar deslealtades y suspicacias no había más que un paso. De todos modos con la instauración progresiva e institucional de la Unión Europea el papel de Francia en lo internacional se ha encogido pese a su membresía en el Consejo de Seguridad y en el cónclave de países que poseen oficialmente el arma nuclear. Pero con factores muy agresivos que como la China comunista, la India y Turquía mantienen una ascención imparable en términos de influencia, el peso de la diplomacia francoeuropea solo será eficaz cuando consigan una unidad real hasta el momento quimérica.
Este gambito del gobierno Macron me hace tornar la mirada hacia la Alianza Francesa, apéndice crucial en la proyección exterior de Francia. Desde su creación en 1883 quienes la concibieron apuntaban al propósito de reconquistar parte del planeta gracias a la lengua y a la cultura con posterioridad a la debacle sufrida en la guerra franco-prusiana. Siglo y medio después las escuelas dependientes de París existen en 131 países. Anualmente se inauguran como promedio ocho nuevas. Cuando hace siete años el entonces presidente François Hollande fue a La Habana abrió a bombo y platillo un nuevo centro en pleno Paseo del Prado de la capital.
No siempre el gobierno castrista tuvo esa disposición para con la Alianza. Cuando se materializó en mayo de 1961 la nacionalización de la enseñanza en Cuba algún funcionario trasnochado o sarampionado decidió que la de idioma amparada por los franceses en Calle G, Vedado era una escuela como las otras. En aquél momento todas sus similares fueron siquitrilladas incluyendo la Berlitz y una pequeñita que tenía una francesa bajo su propio nombre, la Escuela Trottier. Y de lo pensado al hecho dieron el paso enviando a una chica de 18 años como interventora.
Consta en el télex confidencial que el embajador mandó inmediatamente a París, foto del cual podrá el lector consultar en esta página: «se presentó en la Alianza una joven de 18 años, la Srta. Flora Lauten, portando una resolución del Ministro de Educación que la habilitaba para tomar posesión de la escuela y asumir su dirección provisional». Es verdad que la selección no podía ser mejor porque en 1961 Flora -que en 1960 había sido la última Miss Cuba despachada a un concurso de Miss Universo- era una pimpante muchacha que además hablaba bastante bien francés.
Durante las 48 horas siguientes los franceses movieron los caracoles al término de las cuales, y por intervención «de los niveles» en la persona de Raúl Roa entonces canciller, fue dejada sin efecto la intervención, regresando Flora a su apartamento de la calle Calzada. Ignorante de ese «hecho de armas» en su intenso bregar militante jamás lo abordé con ella, cuando en los años de la década 1970 nos veíamos con frecuencia. La Lauten, que así le decíamos, animaba entonces el Grupo de Teatro Escambray en La Yaya. Sigue en Cuba y hace un año se pronunció en favor de la juventud cubana después del 11/7 pidiendo «no más cárceles sin juicios públicos para nuestros jóvenes».
Por su parte la Alianza continuó su camino y no ha dejado de prosperar en Cuba. Tiene ahora dos locales en la capital y otro en Santiago de Cuba. Le han hecho al gobierno concesiones de todo tipo entre otras, al menos hasta que me marché de la isla en 1982, permitir que las autoridades filtraran las nuevas matrículas. Y en estas últimas seis décadas ha habido de todo, incluyendo profesores catalogados como espías y hasta agentes dobles, sin olvidar aquél nefando Jean Charles Vayssié quien borracho o enmariguanado le entró a una fila de niñas becadas uniformadas que cruzaban en fila la Quinta Avenida, matando a varias e hiriendo a más. Los archivos son pletóricos esos y otros asuntos: recién electo como presidente François Mitterrand en 1981 su ministro para la cultura Jack Lang proyectaba crear en La Habana un centro para todas las Alianzas del continente, una iniciativa que no se por qué el primer mandatario finalmente vetó.
En el marco de esta «diplomacia de influencias» será cosa de ver como se materializa en hechos concretos el actual giro que finalmente no ha hecho mucho ruido en París. Colocada en lo más alto del ideario francés, la francofonía es un tema acerca del cual, y en la parte que conecta con Cuba y el castrismo, volveremos a abordar proximamente en esta página.
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