LA NOSTALGIA: OTRA “ENFERMEDAD” INCURABLE

Written by Roberto Cazorla

4 de agosto de 2021

La nostalgia es cruel, porque no aparta de nuestros pensamientos el olor del salitre de las playas “El Tenis” y “Buey Vaquita”. La puesta de sol desde el malecón de Matanzas, el sueño cuadricular que era el Parque de la Libertad; comerse un dulce en las pastelerías del “El Baturro” o “La Dominica”.

España ya roza los 50 millones de habitantes. Esta nación que fue (si no me equivoco) el mayor imperio del planeta, hoy es el esqueleto de una meretriz poseedora de todas las enfermedades venéreas. España, como dijo mi amigo el poeta Leopoldo de Luis: “Respira por la herida”. Pero esos millones no lo entienden, no lo asimilan. No sé si lo hacen a propósito o por ignorancia. Pero dichos millones siguen derrochando conformidad porque, todavía pueden sentarse en una terraza, beberse varias “cañas” (copas de cerveza), degustar unos mejillones o aceitunas, y “san se acabó”. Viven al margen de una realidad que se presenta más negra que las alas de un pájaro “totí”. Cuando veo en televisión las tertulias compuestas por periodista, sociólogos y politólogo, que frecuentemente lanzan carcajadas tras haber dicho cosas que significan hundir al país por la mano negra del comunismo, se me ponen los pelos de punta. Tenemos un gobierno comunista, que todos los días nos despierta con una nueva ley que solamente existen en los regímenes comunistas: Cuba es el más vivo ejemplo.

España, durante la Guerra Civil provocada por los comunistas del Frente Popular, la II República, controlada por altos militares rusos que estaban al frente, que recibían órdenes incendiarias desde Moscú, perdió miles de vidas, las masacres contra la iglesia, todo tipo de institución y los que tenían propiedades y empresas, los pasaron por la piedra. Violaban monjas, fusilaban curas y quemaban iglesias (repito), colegios y conventos, etc. Pero este pueblo no lo recuerda, no se ha enterado que, no tardará mucho tiempo en que vuelva a vivir no una tragedia igual, sino mucho más grave, porque a los comunistas, el mecanismo de la maldad les ha desarrollado aún más y sus artimañitas son de las más inhumanas que pueda ejercer el hombre (léase humanidad), hoy son mucho más incendiarias.

PÁJARO “TOTÍ”

Antonio Machado, poeta español, comunista él, durante su exilio en París (Francia) exclamó: “Pero ¡cómo me duele España!”. Y eso que estaba al canto de un gallo. Ello no obliga a los españoles de hoy a recapacitar, despertarse de la anestesia que les han inoculado desde el maldito Zapatero, hasta hoy; están poseídos por el vaho venenosos de las serpientes que crían en sus entrañas los comunistas, encabezado por el presidente Pedro Sánchez. No tienen ni puta idea de lo que significa el exilio, ser un desterrado, un número dentro de una sociedad en la que jamás comprenderá que la nostalgia es otra enfermedad incurable.

No saben (ni les interesa) que el que escribe suele llorar en silencio, hundido en la más tétrica soledad, porque le nostalgia le taladra cada latido del corazón. Le ocurre a todo aquel que esté exiliado, que regularmente vive “sin bandera ni patria”. La nostalgia de respirar el aroma que despide nuestra tierra después de haber sido “violada” por un aguacero, sentarse a la sombra de un laurel, recostado en su tronco, viendo el vuelo y oyendo el canto de los “sinsontes”, sentirse intrigado por el negro absoluto del pájaro “totí”. Solo cuando se han perdido esos privilegios es cuando nuestra “herida no deja de sangrar”.

La nostalgia es cruel, por lo menos conmigo, porque no aparta de mis pensamientos el olor del salitre de las playas “El Tenis” y “Buey Vaquita”. La puesta de sol que se puede estrechar desde el malecón de Matanzas, el sueño cuadricular que resultaba el Parque de la Libertad, comerse un dulce en las pastelerías del“El Baturro” o “La Dominica”, ambas en la calle Dos de Mayo; respirar el olor a fruta, pescado, marisco, que nos regalaba la plaza del Mercado, rodeada de las calles Dos de Mayo, Álvarez, Cuba y América. Trabajé en mi adolescencia en un puesto de tamales (exquisitos, jamás los he vuelto a probar como aquellos) del señor Antonio Medero, que me enseñó a elaborarlos de forma muy artísticamente. La nostalgia se come los poros de un pasado que, aunque tuvo momentos difíciles (es normal), quien escribe daría lo que no tiene por volver a vivirlos. Caminar kilómetros de la ciudad de Matanzas cargando en mis adolescentes manos 6 u 8 cantinas (comida a domicilio), teniendo la dicha de que las clientas, siempre me dedicaban una frase de amor y compasión, repitiendo: “Niño, y tú no estás estudiando”.

LA ANTENA MILAGROSA

A ese mundo, al cabo de 57 años de exilio, sigo viajando con las alas de aquella niñez pobre, pero con las palabras “esperanza”, “futuro”, “reconocimiento”, tatuadas en mi frente. Entonces mi futuro y el de todos mis coterráneos nos pertenecía, nunca a ningún gobierno, ni político. Jamás imaginé obtener una beca ni ningún tipo de ayuda que no fuera la de mi santa madre y la mía propia. Presumo de haber pertenecido a una Cuba pre comunista en la que, el que quería, alcanzaba su propósito en cualquier faceta de la vida. Tenía lo más preciado de ser humano: libertad e ilusiones. ¿Quién, nacido en la Cuba pos comunista puede decirlo? Nadie porque, desde que salen del vientre, son propiedad de una retahíla de asesinos arrebatadores hasta del más mínimo sentimiento. ¡Cuánto daría yo por verme a la sombra de un flamboyán florecido, mirar hacia la antena milagrosa que es el pararrayo de una palma real!

“¡Nadie sabe el bien que tiene hasta que no lo pierde!”. No existe refrán más sincero.

Por todas aquellas vivencias en mi inolvidable isla pre comunista, y por ser testigo de la frivolidad, la indiferencia y la arrogancia enfermiza de la mayoría de los españoles, es que me he retrotraído a todo lo que me tiene enfermo de nostalgia.  A veces pienso que la mayoría de los españoles están hechos de barro o de heces fecales porque, el odio ancestral que se tienen entre ellos, es descomunal, jamás visto por mí en ningún otro país. Este pueblo que quema su Bandera, que castiga al que cante el Himno Nacional, a todo el que respete a cualquier simbolo patrióticos, no se ha enterado de que, si no ocurre un fenómeno, no tardarán en lanzarse al exilio y, entonces, repetirán la frase de Antonio Machado: “Como, ¡me duele España!”. Padecerán la terrible enfermedad incurable llamada “Nostalgia”.

Solamente los exiliados cubanos saben la melancolía que se siente cuando nos convencemos de que jamás volveremos a degustar un jarro de guarapo de caña de azúcar. No digamos volver al Casino Español de Matanzas para bailar el primer danzón tan matancero como nosotros, que nos escribió el maestro Failde.

Como dijo en un poema mi gran amigo Ernesto Montaner: “No hay peor castigo que morir bajo sol ajeno”.

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