La música Cubana en el Japón

Written by Libre Online

25 de agosto de 2021

Por Fernando Ortiz (1954)

Relaciones artísticas entre el pueblo del Sol Naciente de Asia y el del Sol Naciente de América

Nuestra música mulata, y por mulata raigalmente nacional, lo que se está estudiando fuera de aquí ese característico y valioso aporte de la música indígena de Cuba a las vibraciones de la moderna cultura universal. Ella constituye nuestra más genuina y extensa exportación, aunque no pese muy poco en la balanza comercial, Nadie pide «azúcar cubana» para endulzar su alimento o su bebida, porque todos los azúcares puros son química y anónimamente iguales; y muchos siguen -pidiendo por esos mundos «tabacos habanos», pero las más de las veces no los hallan por caros, o los compran engañados, pues la falsificación del tabaco de Cuba es una de las más extensas y cínicas tareas de la criminalidad universal, privilegiada e impune.

En cambio todos los centros cosmopolitas de bailoteo piden más y más música de ritmaciones afrocubanas y ésta se obtiene libremente con fluencia torrencial, sin aduanas ni tratados, si bien ya cunden las mixtificaciones y los productos mecanizados traídos por el frenesí lucrativo que ha invadido el mundo y monetiza todos los valores humanos, basta ésos que se suelen llamar espirituales aun cuando estén casi siempre basados en el vientre. Hoy hablaremos de las influencias musicales de Cuba en el Japón tema grato sobre todo después de haberse reanudado a poco las relaciones Internacionales entre Cuba, cabeza del Archipiélago Antillano, y el vigoroso pueblo nipónico, cuyas Islas y cayeríos, por su posición levantina y antemural del Viejo Continente, son como las Antillas de Asir.

Debemos estas informaciones a varios japoneses a quienes expresamos nuestra gratitud Primeramente al señor Kikuya Kimura, cofundador de la «Sociedad de Estudio de la Música Iberoamericana» de Tokio, único compañero japonés con que contamos en la internacional «Societé des Americanistes» con sede en París, y muy activo etnólogo de su patria, con investigaciones acerca de la historia del tabaco y otros temas. Este profesor, da a conocer noticias dispersas en sendas cartas, cuenta con su breve monografía “La Música Cubana en el Japón», publicada en japonés y en colaboración con el señor S. Sibata, por la revista de Tokio La Música Iberoamericana. Otro informante ha sido el maestro Tadaaki Misago, director de la orquesta tokiana, titulada Tokio Cuban Boys, aunque en ella todos los músicos son japoneses y ninguno ha estado jamás en Cuba. De este maestro recibimos un interesante artículo Sobre los Instrumentos Rítmico de la Música Cubana, De los citados escritos vamos a reproducir y glosar sendos párrafos, que son de interés para los cubanos.

Debemos también estar agradecidos a quien nos tradujo esos escritos del japonés al español. Su personalidad es un dato interesante para apreciar lo enmarañadas que van siendo las relaciones entre los seres humanos de cunas, naciones, lenguas y culturas distintas. La generosa traductora es la Hermana María Paula, una joven monja católica brasileña, nacida en ese gran país de América, de padres japoneses y desde hace pocos años instalada con éstos en el asiático País de los Cerezos Floridos. Nos escribe en un bello portugués, diciéndonos que de niña en su repertorio de piano gustaba de «su bonitas y tan graciosas músicas cubanas». El texto castellano de su traducción es su primer escrito en este idioma, tan parecido al lusitano. La traducción es muy sencilla y discreta, pero la monjita insiste modestamente en pedirme excusas y nos ruega que cualquier rectificación que hagamos no será para ella una humillación y, aunque lo fuera, «solo podría hacerle bien». Sin duda es una sincera religiosa, llena de virtudes, y ajena a la sutil tentación diabólica de ese paradójico «orgullo de la propia humildad», que, según los teólogos, a muchos ingenuos les impidió salir a los cielos por el alardear de ya tener ganada la gloria por sus virtudes. Desde nuestra jerarquía de bisabuelos, nos inclinamos ante la Hermana María Paula y su ejemplar modestia.

El profesor Kimura nos dice que «la popularidad de la música cubana domina ahora en todo el pueblo japonés». Ello obedece a complejas razones que son principalmente las mismas que hoy llevan las vibraciones de Cuba a todos los ámbitos de la cultura mundial; pero no nos detendremos en analizarlas. Ese aprecio japonés de la música folclórica de Cuba es muy significativo por proceder de un pueblo muy artista y de música propia, rica y de milenaria tradición.

Rumbas y mambos

compuestos “a la

 japonesa”

El Japón no es un país sin arte, joven frívolo y novelero, servidor de las modas extranjerizantes, es una nación que ha sabido transculturarse rápidamente, injertando sobre su añeja troncalidad asiática, las mejores yemas de las culturas occidentales, que con gran vigor han renovado su destino sin perder la savia propia de su abolengo. El pueblo japonés posee una música, antigua y moderna, con caracteres peculiares que la distinguen no sólo de la música blanca de Occidente sino también de la llamada. Oriental. Aún hoy día se oyen allí músicas clásicas o folklóricas de los períodos Nara y Hel correspondientes a los siglos VIII a XII de la era cristiana.

Un bongó

afrocubanipónico

Esas peculiaridades hacen, como ocurre con la música negra y la afrocubana, que aquella muy rítmica y hasta con cuartos de tono, no pueda transcribirse exactamente con la  solfa de los europeos. Y, como la popular de Cuba, aquélla se ha formado con seculares influencias lejanos (Persia, India, China y Corea) fundidas por el propio genio nipónico. tan despierto como el cubano para adaptar a su gusto las músicas exóticas. Así como en Cuba, de la melodía de cualquier ópera o canción europea hacemos un danzón o una rumba, «metiéndola en los palos» e impregnándolas de sandunga afroide, allí ya han amestizado algunas de sus milenarias canciones al estilo del jazz, y ya componen mambos afrocubanos sazonados «a la japonesa», acompañadas de aerófonos, cordófonos y membranófonos que hacen allí el papel de nuestros clarinetes o cornetas las cuerdas del tres y los membranas del bongó o la tumbadora. Las bellezas melódicas y rítmicas de la música japonesa pueden en parte apreciarse en Cuba por las colecciones de diversos fonográficos, particularmente por el álbum editado por la Kokunal Bulke Sinkekal de Tokio. Un buen modelo que debiera imitarse por las cubanas comisiones de Turismo, escuelas y conservatorios, que por lo general son despreciativas de nuestra música folclórica, y más que ayudarla y fortalecerla, como una de las fibras más fuertes en la trama emocional y cultural de nuestro nacionalismo, suelen contribuir a perderla en una vulgaridad dolarizada y extranjeriza.

“La música cubana, nos dicen Kimura y Sibata, abrió su camino en el Japón cuando se importó en el año 1920 el disco de “El Manisero”, música de Moisés Simon y tocada por “Don Aspiazu and His Havana Casino Orquestra”. Fue después de la primera guerra mundial, cuando a la vez que boys norteamericanos extendían su jazz en Europa, ya cansada de machichas y tangos, las orquestas de Cuba introducían en Estados Unidos y luego en los pueblos trasantlánticos los cálidos ritmos afrocubanos. Así el pregón folklórico de un anónimo y tabanero vendedor de maní, que en la segunda mitad del siglo XIX sirvió de base a una Danza Cubana de Gotschalk, de nuevo se exportaba de Cuba en el siglo siguiente con la etiqueta del maestro Simon.  ¡Triunfo de esa música, mulata por su desconocido autor el manisero de La Habana, y por Gotschalk y Moisés Simon que la prohijaron y  difundieron! Así pasaron unos treinta años, en los cuales “lo característico era que el pueblo japonés exigía de esa música cubana solamente el ritmo, que le sirviera musicalmente para bailar. Nada le importaba su ejecución instrumental (…) Después de la última guerra mundial se comenzó a apreciar la instrumentación típica y la música básicamente cubana fue poco a poco interpretándose con sus propios instrumentos. Esto se debió a que después de la guerra llegó al Japón mucha gente conocedora de la verdadera música cubana y a la influencia del jazz y sus heteróclitos instrumentos.»

Como dice Kimura, «no se puede afirmar que esa música sea la legítima sino la muy norteamericanizada, como es la de Xavier Cugal. A los japoneses les gusta la música cubana norteamericanizada más que la influida por Europa, lo cual se debe en gran parte a la orquesta dirigida por Cugat, no sólo por sus discos sino por su visita en mayo de 1953. Ahora la popularidad de la música cubana ha sido aumentada por la orquesta de Xavier Cugat. Los discos de las orquestas de Lecuona Cuban Boys y de Pérez Prado. Sobre todo, el Mambo de Pérez Prado goza de buena fama Incomparable; pero las piezas de música cubana, destacadas ya desde antes de la guerra son principalmente Siboney de Ernesto Lecuona, Tabú y Babalú de Margarita Lecuona. Conga de Noche de Elíseo Grcnet. Cubanacán, Moisés Simón y otras escogidas por las orquestas de Rico Grenet, Machito, Miguelito Valdés y Arsenio Rodríguez”.

Pero no nos engañemos, la música cubana que se ha ido popularizando en el Japón es la música bailable que hoy pudiéramos decir cabaretera: es música mulata que brota del pueblo y se tipifica por el Influjo africano, así por su prodigiosa rítmica como por otros caracteres que ahora está estudiando y fijando la musicología etnográfica; pero aún no se han oído en el Japón los cantos y músicas más genuinamente airoides que se conservan todavía en Cuba en las comparsas carnavalescas de La Habana y Santiago y en las fiestas de las religiones afrocubanas que suele oírse por la radiofonía y la televisión con gran éxito de auditorio popular. En el Japón se sabe que la música cubana que ellos oyen no es la legítima, como dicen. No obstante, no puede decirse que esa buena música cubana, que hoy lleva calor de trópico a los pueblos fríos, no sea legítima. Lo es, sin duda, pero no es la genuinamente folclórica, la que mana de las diversas fuentes del folk de Cuba. Esa música cabaretera de nuestra mayor exportación es como los exquisitos vinos de Europa que, al embotellarlos para cruzar el Atlántico, los encabezan con alcoholes y nos llegan, aún legítimos pero a veces picado» y todavía sabrosos, pero ya con mixtificación por razones que se  dicen climáticas y suelen ser monetarias. Músicas y vinos con buenas marcas que conservan las tentaciones avivadoras de los placeres sensuales, más son ajustados al paladar a veces estragado de los consumidores, más en número que en calidad, para que se vendan bien y produzcan lucro.

Actualmente la música cubana se difunde en el Japón por la radiofonía y sobre todo por el Impulso del maestro T. Misago y su Tokio Cuban Boys, unos jóvenes japoneses que se visten con guayaberas; o mejor, trajeados con esas camisas de mangas de volantes fruncidos y rizados, como los faralaes de las batas mujeriles, que en este siglo se han hecho oficialmente típicas por una caprichosa estilización de la Indumentaria secular de los habaneros negro curros y mulatas de rumbo. «Ahora se cuentan en el Japón numerosas estaciones de radiotelefonía privada, establecidas después de la segunda guerra, y la estación nacional de N. H. K. (Asociación Japonesa de Radiotelefonía) que ya existía antes de la guerra y por ellas el pueblo japonés puede apreciar la música cubana todos los días; aparte de que continúan introduciéndose los discos recién grabados».

«La Orquesta Tokio Cuban Boys fundada y dirigida por el señor Tadaaki Misago, el favorito del pueblo japonés, según Kimura, es la que se destaca más en el país, ocupando el primer puesto en cuanto a la música cubana en el Japón, no sólo por dichas trasmisiones y los discos sino también por la real ejecución  musical. 

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