LA MUERTE DE BOLÍVAR

Written by Libre Online

13 de diciembre de 2022

Por Rafael Soto Paz (1952)

La muerte de Bolívar está impregnada de un fuerte dramatismo. Ahora que se cumple otro aniversario del triste desenlace (diciembre 17 de 1830) LIBRE lo recuerda.

En los finales del año 1830 llegaba a la ciudad colombiana de Santa Marta un humilde bergantín. En él venía un hombre enfermo, transido su corazón por las luchas políticas. Había nacido rico, muy rico, había libertado del yugo extraño a varios pueblos y en este momento se encontraba solo y pobre. El victorioso guerrero que trasmontara los Andes era ahora un infeliz tísico mordido por la fiebre y el desencanto.

Por unos días Bolívar permanece en esa antigua y soñadora villa, pero como no encuentra mejoría en su enfermedad acepta la invitación de un español noble y generoso, don Joaquín Mier. Y parte para la quinta de San Pedro de Alejandrino, que vendrá a ser su última morada en la tierra.

Los muebles de la casa, alguien cuenta eran los mismos de un labriego castellano, sin embargo, los gigantescos tamarindos que abanicaban la brisa agradaban al Libertador, y también le encantó la biblioteca. 

– Aquí tiene usted la historia de la Humanidad -le dijo Bolívar al señor Mier-. Aquí está Gil Blas, el hombre tal cual es. Aquí tiene usted al Quijote el hombre como debiera ser.

Y luego abatido por la enfermedad, lanzó una frase bastante vanidosa, propia del héroe: “Los tres majaderos más grandes de este mundo, hemos sido Jesucristo, Don Quijote y yo”.

El Libertador sigue agravándose. Cada vez está más triste. Aquel perfecto amante, genuino, vendedor de ilusiones, en la decisiva hora “del adiós a todo cuanto amamos”, no ve una sola silueta femenina a su lado. Después de escribir una alocución a los colombianos y rodeado por un escaso grupo de compañeros de armas y de dos médicos, pidió al doctor Révérend que leyera el párrafo final. Al oír las últimas 

palabras, Bolívar recalcó más la frase: “Sí, al sepulcro… Es lo que me han proporcionado mis conciudadanos… pero los perdono. ¡Ojalá pudiera llevar conmigo el consuelo de que permanezcan unidos!”

Minutos después expiraba Simón Bolívar, el Libertador, la figura más universal de Latinoamérica.

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