LA (MALA) EDUCACIÓN EN FRANCIA Y EL HIPOTÉTICO CIUDADANO NUEVO

23 de mayo de 2023

Cuando hace un año la actual primer ministro de Francia Elisabeth Borne formó gobierno al ser reelecto Emmanuel Macron para un segundo periodo presidencial, sorprendió atribuyendo a Pap Ndiaye la cartera de Educación. Nacido en Francia en 1965 de padre senegalés ingeniero y de madre francesa profesora, Pap terminó brillantemente en 1989 estudios de Historia. Ya profesor y para preparar la tesis sobre la familia Dupont de Nemours que le franqueó la agregación, viajó en 1991 hacia Estados Unidos, por sí mismo y durante un año becado por el gobierno francés en la Universidad de Virginia. Ya marcado por los temas relacionados con el racismo y las minorías siendo hijo de negro senegalés africano y de burguesa francesa blanca, la cual tuvo que criarlo sola junto a su hermana por abandono del hogar del progenitor, gustó el wokismo americano y volvió en 1996 convertido a la negritud y a la militancia a todas las causas que el lector podrá imaginar fácilmente. Haber «descubierto» a Franz Fanon allá en América – la paradoja es de talla- y vivido precisamente en Virginia y en Washington DC agravó probablemente su caso. 

Como tantos ideólogos Pap debe haberse suscrito a la idea de que la sociedad hay que modificarla en la raíz, sembrando hoy en niños y jóvenes conceptos y comportamientos que harán de ellos ya adultos maravillosos ciudadanos. Por ahí iban los tiros cuando se vinculó desde su cátedra en la facultad de Ciencias Políticas con los altos funcionarios del ramo de la educación superior, siendo presidente el socialista François Hollande. El tema de los inmigrantes y las discriminaciones encontró en él toda la comprensión de rigor para afiliarse con fervor al políticamente correcto. El nombramiento ministerial del año pasado lo encontró cubriendo en un gran museo nacional uno de esos puestos que en Francia están cortados a la medida para pejes como él, sin perjuicio de sus méritos y competencias que en el caso evidencian de qué manera la República es capaz de favorecer el ascenso social de quienes, poseyendo las condiciones necesarias trabajan duro en ese sentido. Su hermana Marie, laureada novelista es de hecho otro ejemplo.

Ndiaye sucedió en el cargo a Jean-Michel Blanquer, un hombre que durante su quinquenio se mostró bastante independiente de la presidencia. Y de pronto Pap, pregonando que sería un ministro doctrinario fue precisamente eso lo que comenzó a hacer tan pronto tomó posesión. Discretamente y sin ruido, emprendió una batalla contra pretendidos estereotipos en materia de género y de color de piel, hoja de ruta que impuso entre las primeras proposiciones a debatir con sus subordinados. Tal caballo de batalla fue a continuación trasmitido desde lo alto de la pirámide a la base para ejecución inmediata. Más fácil decirlo que hacerlo.  

Una de las claves de estos asuntos, que tanto preocupan a una parte de la población, es la relacionada con el respeto a la laicidad. El sector de maestros y catedráticos está muy marcado por el asesinato en octubre de 2020 de Samuel Paty, un profesor asesinado por un islamista en la puerta de la escuela secundaria donde trabajaba, supuestamente por haber insultado al Profeta durante sus clases de Historia. Por otra parte, en Francia la degradación progresiva de la escuela republicana pública ha hecho florecer la privada ¡a la cual han asistido desde el pre-escolar los dos hijos de este ministro por muy de izquierda que haya siempre sido! No es la menor de sus contradicciones, señaladas por sus detractores.  Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago…

Esa degradación viene en aumento desde hace bastante tiempo. La escuela en la que estudió mi hija nacida en 1985 no es la misma a la que asisten los muchachos hoy.  La jerarquía no ayuda, por miedo y porque no tiene instrucciones que le permitan bogar a contracorriente. La discordia viene de los musulmanes. Por más que los maestros estén aleccionados en cuanto a cómo responder a las provocaciones en clase, los incidentes proliferan. Mientras tanto, secuela de mayo 68, la educación cívica sigue estando ausente de los programas. 

Para completar el cuadro a mediados del pasado mes de abril el ministro movió fichas implantando un «consejo» que cuya misión será vigilar y a ordenar todo lo que tiene que ver con la laicidad en los programas a impartir.  Al hacerlo lanzó a la arena como miembros a cinco incondicionales que con subterfugios lingüísticos diversos han hecho saber hasta qué punto propugnan la esquiva permanente en materia de “hostilidades a las religiones». Traducido quiere «caca, no tocar a lo musulmán». Lenta pero inexorablemente la autoridad se está amoldando a la ola demográfica predominantemente no-judeocristiana que cada vez más invade el paisaje. 

Considerar este Consejo como un Soviet Supremo para todo lo que tenga que ver con la educación en Francia sería pecar de alarmismo.  Pero comoquiera, aquí en Francia como en todas partes, los cambios importantes vislumbrados para el largo plazo suelen comenzar paso a pasito. Será cosa de ver de qué autonomía van a gozar los sabios con respecto a la nomenklatura, los llamados dirigentes institucionales.

No es menos inquietante constatar que el desplome de la educación es patente en este país. ¿Dónde no?, dirán los escépticos. Pero al mismo tiempo es pertinente apuntar que este hombre si fue nombrado al puesto clave que tiene por el presidente Macron, para algo será.  Para mí está estructurando modificaciones sustanciales a la base de las estructuras sociales para con la educación. Es imposible ignorar la carrera de Ndiaye, los libros que ha escrito, la contaminación en materia de sectarismo racista pronegro que trajo de sus años en Estados Unidos, resumidas en un ensayo de 436 páginas «Condition Noire» publicado en 2008.

En las próximas semanas quedará establecida la suerte – continuidad o no en el puesto – de Borne. Y si sobreviniera un cambio, el futuro como ministro de Pap Ndiaye y su peculiar trabajo de zapador de la laicidad a la francesa se definirá como accidente o como verdadera voluntad del presidente con vistas a moldear la ciudadanía diferente que aspira a estructurar.  Con los 45 años que tienen ambos, les sobra el tiempo que a mí me faltará para apreciar los resultados de una política que no dejará en su momento de afectar el futuro de mis pequeños nietos. Razón más que suficiente para albergar una profunda inquietud.

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