Que nos guste o no, somos muchos quienes en Francia nos mantenemos atentos a lo que publica el semanario satírico Charlie Hebdo. Para mí es un hábito revisarlo echarle un vistazo los jueves al mismo tiempo que al Canard Enchainé, el otro patico feo de la prensa local. El equipo que actualmente dirige Riss no se destiñe a la hora de estigmatizar los extremismos que protagonizan las religiones. Todas. Que yo recuerde jamás han bajado la guardia en la materia. Acaban de cumplirse ocho años del sangriento atentado perpetrado por aquellos dos malhados hermanos Kouachi, islamistas fanáticos que irrumpieron en la reunión semanal de la redacción, un miércoles al final de la mañana. Parece más reciente aquél fatídico 7 de enero de 2015. Yo iba en metro camino del cementerio de Père Lachaise para asistir al funeral del arquitecto cubano Ricardo Porro. Eran casi las 12 del día. Fue mi hija desde Madrid quien me llamó al móvil con un incongruente «¿dónde tú estás, Papá?». Amiga ella de una de las víctimas la habían llamado en caliente desde aquí, “para que no te enteres por otra vía», me explicó. Fueron doce los muertos, una verdadera carnicería.
Parecería pues que fue ayer, al menos para mí. Dando pruebas de gran determinación, los de Charlie han reincidido días atrás, aunque ya no son los mismos porque hoy quedan pocos miembros del grupo actuante cuando los hechos. Y es así pues que, siguiendo esa lógica, el mes pasado y con el inequívoco propósito de dar resonancia a lo que está ocurriendo en Persia desde el asesinato de Mahsa Amini en septiembre, convocaron a un concurso internacional de caricaturas con la intolerancia religiosa como tema. El resultado fue la publicación reciente de dos números especiales cuyas portadas respectivas presentan a un ayatolá en una situación grotesca, implicado irreverentemente con mujeres desnudas y sexo. Los dibujos pueden gustarnos o no, pero el hecho cierto es que se formó de inmediato la algarabía en Teherán, donde convocaron al embajador francés para cantarle las cuarenta. Como primera represalia ordenaron la clausura de un instituto tipo Alliance Française que con más penas que glorias estaba funcionando en la capital desde mediados de 2014, al filo de un acercamiento que se produjo entonces entre los dos países.
Si este escándalo ha tenido repercusiones internacionales significativas; si viniendo de ellos, la amenaza proferida por uno de los energúmenos que dirigen el país, «miren lo que le ocurrió en New York a Salman Rushdie», no debe ser tomada a la ligera; no es menos cierto que las quince víctimas mortales que se producen diariamente hoy en el mundo de cristianos inmolados por el solo hecho de serlo, son menos consideradas y denunciadas que cuando los muertos profesan otras religiones. Desde hace 40 años existe un organismo que computa esta dramática estadística, siempre en aumento. Durante el pasado año: 5,621 cristianos fueron asesinados en el planeta principalmente en el continente africano, con Nigeria como puntero en tan dramático y sangriento palmarés. ¿Se ha escuchado alguna vez al Papa Bergoglio y a los militantes de Black Lives Matters aludirlos? El resultado de esta situación, que no impide a 360 millones de fieles perseverar en la práctica de sus cultos, es que cada día aumenta entre católicos, ortodoxos, protestantes, etc. el número de quienes se ven obligados a huir hacia el exilio, con las dramáticas consecuencias que no conocemos.
Como antecedente de todo esto es necesario remontarse al año 2005 cuando en Dinamarca, el periódico Jyllands publicó doce caricaturas humorísticas de Mahoma. El director de Charlie de entonces era Philippe Val cuya idea del periodismo en la materia estaba muy clara, es decir que ponía en práctica una política editorial que permitía al lector juzgar por sí mismo y actuar en consecuencia. La idea que Val y sus colegas quisieron plasmar en hechos en aquella coyuntura fue la de lograr que todos los magazines y diarios publicaran en Francia, al unísono, los doce dibujos. Por fin es, y en eso no existe ambigüedad en este país, la ley los amparaba porque el delito de blasfemia no existe y la prensa tiene el derecho de criticar todas las religiones en los aspectos que las hagan intervenir en la vida pública. Los abanderados de estos principios siempre han tomado como referencia el deísmo que en su momento describió y ejerció genialmente Voltaire.
Como es natural, y como tantas veces ocurre en la vida pública, si la iniciativa era loable en la práctica chocó con las reticencias cobardes y calculadoras de la mayoría y al final solo tres órganos de prensa cumplieron. Tal vez en aquellos días fue dictada en Teherán la sentencia que siete años después ejecutarían dos asesinos armados por el brazo de Alá. Aquellos lodos llevaron a los lodos sangrientos de enero de 2015. Los dibujos daneses, que desencadenaron la cólera asesina de los clérigos integristas, eran en sí mismos como disparos tirados hacia la opinión pública con una de esas pistolitas de agua con las que juegan los muchachos. Solo que el líquido que expelían era un odio que se transformó a la larga en balas de kalashnikov. Naturalmente, poco antes el mundo había cambiado radicalmente también en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001.
Paralelamente en Francia gobernaba un tándem fatal, Jacques Chirac como presidente, asistido por el entonces primer ministro Dominque de Villepin. Había intereses gigantescos operando entre bambalinas con muchos contratos pendientes de ser firmados entre la industria francesa y los iraníes. Además, muchos títulos de la prensa escrita estaban en dificultades financieras importantes que los hacía tributarios de ciertos capitales implicados por procuración en el mismo rejuego de los industriales y los financieros. Se trataba, sobre todo, decían, de no echar aceite para apagar el fuego que con los dibujitos estaba comenzando. Todo aquello, por lejos que hoy se presente si nos tornamos hacia 2005, resurge con una alarmante actualidad en estos albores de 2023. Durante 18 años muchas víctimas han quedado a ambos lados del camino y no hace ni dos meses que una vez más la intolerancia permitió a los extremistas y a los cobardes inmiscuirse en el tema religioso por unas declaraciones hechas por el conocido novelista Michel Houellebecq, en la mirilla de los extremistas musulmanes desde hace dos décadas.
Nadie puede predecir si en cualquier momento va a producirse en Francia o en otro país un nuevo drama provocado por el odio religioso. Por el momento las dos entregas recientes de Charlie Hebdo confirman que pese a todo siguen existiendo periodistas que permanecen fieles a un credo de independencia respecto a todas las religiones que a toda costa pretenden amordazar a los ciudadanos, opio de los pueblos si citamos a Marx. Aquí dejamos nuestro granito de arena ya que atravesar valientemente estas peripecias como ciudadanos libres, es parte de un compromiso para con nosotros mismos, pero sobre todo para con las generaciones futuras.
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