La ingenuidad nunca ha ganado batalla alguna, como demostró el Premier Inglés Neville Chamberlain tras el “Pacto de Munich” con Adolfo Hitler, el 30 de septiembre de 1938. A los dictadores totalitarios no se les “aplaca”, sólo se les “aplasta” a la fuerza.
No perdamos de vista a los “expertos analistas políticos” que todavía, —¡a estas alturas!—, afirman que Venezuela no es Cuba, y que es posible una “solución civilista”, confiando en las promesas, pactos y acuerdos suscritos por estos personajes sin palabra honorable ni principios que sólo tienen la “maestría” en el arte de “manipular a los demás” creando falsas esperanzas con esas “soluciones electorales” que son simples ilusiones tan absurdas como falaces.
Y la ONU, por rutina constante, siempre ha secundado todos esos “inventos” de los comunistas para seguir aferrados al poder absoluto en todas las naciones que logran sojuzgar con sus engaños.
La “Organización de las Naciones Unidas” tiene actualmente sólo dos caminos a escoger: O se reforma de manera positiva, o debe desaparecer por inefectiva.
Y ello incluye, por supuesto, a sus famosas ramificaciones, la UNESCO y la UNICEF.
No pasemos por alto que los Estados Unidos, durante casi veinte años, renunciaron a la UNESCO por las grandes diferencias entre la política exterior de nuestra nación y los objetivos de la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Nuestro país regresó en 2003 pero sin un claro convencimiento sobre su decisión.
Archibald MacLeish, primer miembro de los Estados Unidos en el Consejo Directivo de la UNESCO, escribió en el preámbulo de su Constitución, en 1945: “Dado que las guerras comienzan en la mente, las defensas de la paz deben construirse en la mente”. Las acciones de los protervos comunistas sólo han contribuido a tergiversar ese enunciado.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
Algo mejor ha sido la actuación de la UNICEF (Fondo de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia) Es cierto que su labor demostró ser provechosa en países pobres que albergan a los adolescentes y niños más desfavorecidos del mundo; pero algunos de sus proyectos y programas han sido muy debatidos por costosos y de mediocre resultado.
No, señores, no podemos seguir sosteniendo con nuestro capital, tan duramente trabajado, a una organización no sólo inservible, sino perjudicial. ¡No podemos ser cómplices de la hipocresía y la insidia!
Nos amonestan por la contaminación, pero ignorando a China, Rusia y la India, que son los principales contaminantes del planeta.
Votan en bloque contra nuestros intereses, pero «esconden bajo la alfombra» la avalancha de atrocidades que cometen las dictaduras comunistas a diario sin el menor escrúpulo.
Las causas que justamente defendemos quedan siempre a la deriva, aisladas con algunos votos a favor y muchos en contra, con el respaldo pleno de los «paisitos inventados» y el beneplácito de los intereses de la Internacional Comunista.
O la ONU se reforma, como se ha planteado en los últimos años, o simplemente debemos renunciar a ella y expulsarles de su sede en Nueva York. ¡Que marchen a chuparle fondos a otra nación, pero no a la nuestra!
¿Cómo aceptar que la ONU y sus organismos promueven la paz y el progreso, la justicia social y el apoyo a las naciones amantes de la paz? ¿Cómo podemos creer en ese concepto, cuando 187 estados votaron en contra del embargo contra Cuba en noviembre 2 de 2023, sabiendo sin duda que no hay tal embargo real y que con ello apuntalaban aún más a la tiranía mañosa que desgobierna y apabulla al pueblo cubano?
Los comunistas seguirán utilizando a las «Naciones Unidas», su brazo diplomático, su ideal «balcón de propaganda al mundo» —que sólo les cuesta unos pocos centavos—, mientras nosotros continuemos aportando ¡el 22% de todo el presupuesto de la ONU!
Que Dios guarde en la Gloria al recordado periodista radial José Pardo Liada.
Tal parece que, en medio de la bruma que separa espíritu y materia, distinguimos su firme imagen enhiesta frente a la sede de la ONU en 760 United Nations Plaza, bramando con su potente y gruesa voz: ¡Qué desparpajo, señores! ¡Qué desparpajo!
Felipe Lorenzo
Hialeah. Fl
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